Rúbricas XII Literatura y Filosofía y su relación con otras disciplinas 19 El espíritu de una época "Trozos de épica, de nostalgia nos hace traer héroes del pasado para que blandan su sable láser y pongan fin a la tiranía de un imperio que se nos presenta igualmente seductor, al menos estéticamente. La búsqueda de esos fragmentos nos lleva a consumir las más dispares muestras de cultura, alta y no tan alta. Pero si nos preguntan dónde reside el espíritu de nuestra época, es muy posible que nadie pueda responder con un referente estético." menos no en el terreno del arte. No en forma colectiva. No puede decirnos ya lo mismo a todos, mucho menos al mismo tiempo. Esas imposibilidades nos hacen sentir profundas nostalgias que pocas veces podemos expresar. En el fondo es posible que añoremos las experiencias de nuestros ancestros, lejanos y no tan lejanos. Por eso se abarrotan las exposiciones con vergonzantes copias de Miguel Ángel y con sarcófagos egipcios de cartón. Esa nostalgia nos hace traer héroes del pasado para que blandan su sable láser y pongan fin a la tiranía de un imperio que se nos presenta igualmente seductor, al menos estéticamente. La búsqueda de esos fragmentos nos lleva a consumir las más dispares muestras de cultura, alta y no tan alta. Pero si nos preguntan dónde reside el espíritu de nuestra época, es muy posible que nadie pueda responder con un referente estético. No es para menos. La experiencia estética es una de las cosas más difíciles de historiar. Diferentes disciplinas nos ayudan a desentrañar aquello que nuestros hermanos de otros siglos experimentaban frente a lo mejor del arte de su tiempo. Pero es casi imposible acceder a su primera impresión porque los referentes no existen más para nosotros. Su arte estaba vinculado profundamente a la vida y esa vida hoy sólo se puede imaginar a través de un rompecabezas de conjeturas. Hoy podemos jugar a ser barrocos un día y neoclásicos al siguiente para después pretender una vanguardia de cualquier color. Vagamos en los escombros de muchos sueños que tuvieron la desgracia de cumplirse. Estéticamente hablando, seguimos dependiendo de pedazos de las experiencias estéticas que nos parecen más eficaces. Según Samuel Ramos: En la Estética se han reflejado las variaciones del arte y la cultura artística de cada época de la historia, pero quizá no en el grado que fuera deseable para el desarrollo de aquella ciencia. Principalmente en lo que respecta a la problemática, que da configuración a su estructura, ha tendido a conservarse por la inercia de la tradición, convirtiéndose en un conjunto de tópicos persistentes que estorban la completa renovación de la Estética (Ramos, 1963:140). ¿Qué buscamos entonces?, ¿repetir ad nauseam las mismas contemplaciones y los mismos momentos?, es una pregunta frecuente en mi clase de Estética. Es un lugar donde puedo confrontar a mis estudiantes con espíritus de otras épocas y tomar prestados sus ojos y oídos por un momento para revisitar lo que me enseñaron otros. En ese ejercicio, revisamos las categorías, las características del rapto estético, el carácter objetivo y subjetivo de la experiencia del arte. En algún punto del curso, mis alumnos se abruman. Entienden que no pueden transgredir un espíritu clásico si no lo conocen. Comprenden la enorme dificultad de proponer algo nuevo. Sienten en sí mismos el peso del escombro: la cada vez mayor acumulación de manifestaciones y obras que, a veces, los invita a instalarse en algún punto de la historia donde encontraron lo que andaban buscando. Pero que de ningún modo pueden considerar el espíritu de su época. Uno de ellos me dijo sorprendido: “Ya entiendo. El canon es papá, pero papá se tiene que morir”. Pocas veces lo puedo explicar mejor. ¿Qué experiencia estética es la que conmueve en un mundo apátrida, sino es que parricida? Varios estetas han llamado la atención sobre el éxito de algunas muestras de arte contemporáneo en todos sus niveles. Tiene relación con una idea vaga de restauración. Lo que nos está conmoviendo hoy no es lo trágico como tal, ni lo épico en su versión más pura, ni lo cómico, que hoy exige cuotas altísimas de calidad. Es el súbito giro de una narrativa fatalista a una que, si bien no es triunfalista, nos da pequeños premios de consolación. En un mundo donde la decencia se ha convertido en un raro tesoro, nos sentimos conmovidos cuando, en medio de un ambiente decadente, uno de los protagonistas del drama se permite regalar o aceptar un gesto de ternura. Estamos disfrutando la mano tendida que se nos presenta justo después de experimentar una derrota monumental. Aprovechamos al máximo el instante de armonía en medio de lo discordante. Aceptamos lo trágico, siempre y cuando esté provisto de un mínimo consuelo que tenga la intensidad suficiente. Nos entregamos al momento de calma que se nos ha negado. Pareciera que, a pesar de la variedad Fotografìa: Mark Hamill en Star Wars. Lucasfilm 1977
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