114 En Clowns estas tres manifestaciones confluyen. Es de destacar la capacidad que tiene Felipe Ríos Baeza para convocar, citar y relacionar en sus pláticas, en sus textos académicos y en sus clases, una variedad de nombres, situaciones, hechos históricos, leyendas urbanas y tópicos de la música y la literatura, por supuesto, pero también referencias de la cultura popular o la contracultura que en su novela sirven para definir los intereses y las personalidades de los tres integrantes del grupo chileno Artaud: el vocalista y guitarrista, Jano; la bajista y letrista, Mona; y el baterista, Blas. Los tres jóvenes sueñan, leen, admiran o buscan a Syd Barret, Kurt Cobain, Janis Joplin, Mick Jagger, Antonin Artaud, Charles Bukowsky, Aleister Crowley, Anton Lavey y un largo y desafiante etcétera que a veces obliga a consultar la red. De la cantidad ingente de nombres citados resaltan los de Syd Barret, el escritor Antonin Artaud y de excéntricos como Aleister Crowley y Anton Lavey. Syd Barret, al abandonar Pink Floyd a finales de los sesenta e incursionar como solista con dos discos, por sus problemas con las drogas decidió internarse voluntariamente en un asilo para enfermos mentales, y luego en la casa de sus padres, para olvidarse de todo lo que representaba en la historia del rock. Artaud, por su parte, vivió varios años en manicomios sometido a duras sesiones de electrochoques que fueron minando su salud física y mental. En cuanto a Crowley y Lavey, no sé con certeza si estuvieron internados en alguna institución de salud mental, pero, recurriendo a Foucault, puede deducirse que su discurso ha sido excluido a través de procedimientos como la prohibición, la descalificación racional y la negación de verdad, por lo que han sido desacreditados como tabú, locura y falsedad. No obstante, sus seguidores pronuncian sus palabras como portadoras de verdades ocultas para ritualizarlas. Como se habrá visto, estas cuatro figuras de la música, la literatura y el ocultismo, ligadas a la creación límite entre la genialidad, la locura o la mera provocación, enriquecen los perfiles de los personajes y alimentan la trama planteada por Felipe Ríos Baeza porque coinciden en materializar comportamientos y prácticas tipificadas como anormales, insanas y hasta peligrosas. En este ámbito, Clowns escenifica las adversidades y los éxitos de un grupo de rock para ahondar en la relación arte-locura. En cuanto a la forma recurre a las convenciones del realismo creando un mundo verosímil alimentado con referentes reales espaciales, temporales e históricos. Las estrategias narrativas en la primera parte de la novela van desde el diario, el famoso vertedero que escribe Mona, el diálogo, la descripción objetiva hasta el uso del narrador omnisciente. Aunque hacia el final de esta primera parte, en el capítulo 5, la estabilidad a la que el lector se había habituado se trastoca cuando se enfrenta a estrategias complejas como la multiplicidad casi simultánea de perspectivas de narradores y situaciones cada vez más alejadas del orden racional y más cercanas a lo irracional, lo alucinante o lo demencial. De ahí que Clowns, en la primera parte, cumple con el objetivo de representar lo racional y, en la segunda, expresa
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