Rúbricas 12

Rúbricas XII Literatura y Filosofía y su relación con otras disciplinas 111 días. Yo sé que me quería tocar. Como quien toca la niebla, que seduce por lo volátil, cuando es corpórea, uno tiene ganas de arañarle y hacerle hartas cosas perversas. Todo había comenzado por los silencios largos. De pronto el orgullo nos impedía decirnos que nos sentíamos mal; pero cuando me quedé dormida para siempre, ya había olvidado los pellizcos y las quemaduras, ya no me acordaba cómo era pasarme los dedos por los cabellos ni cómo era su barba picando mi mejilla. Mis ojos los sentía cada vez más hundidos; tanto, que ya no generaban lágrimas a favor de él. Mi mente estaba perdida en un lugar de donde no había regreso. Ahora que él, el tipo, estaba frente a mi cuerpo inerte, me daba más lástima verlo que morirme. Yo, que hice ruido en su momento. Ahora él tenía su cara sobre la mía, tenía los ojos hinchados y estaba arriba de mí como lo estuvo muchas veces antes. Ese, quien sintió por mí lo que yo también había sentido por él, derramó una lágrima sobre mi pómulo, luego otra del lado opuesto. Estaba llorando el dolor que yo no le quise causar. Las lágrimas cayeron tan hondo que me entraron hasta los huesos. Mi personaje, el rey de reyes, miraba las mejillas de mi cuerpo abrirse como si mi piel fuera de papel quemándose. Y ahí, donde se abrieron los hoyos, apareció un fondo obscuro que no mostraba nada más que eso: un vacío negro que se abría por el efecto de su dolor que perforaba mis mejillas secas. Aquel no tardó en asomarse a los agujeros que había sobre mi cara, se agarró de los pedazos quemados de mis pómulos y se asomó a la inmensidad negra para ver si me encontraba por ahí. Cuando me vio dentro del abismo de mi cuerpo, me gritó con todo el dolor que yo había sentido cuando él se alejó de mí. Me dijo que no me fuera. Pero él no entendía que mi decisión había sido tomada al tiempo que él me proponía quebrar con todo vínculo entre nosotros, entre todo interés y entre todo afán de deducir mi sensibilidad. El ardor de sus lágrimas ya se extendía hacia todos los poros que cundían mi cuerpo, y muy pronto yo dejaría de estar ahí. Estaba muy a gusto alejándome del mundo, alejándome de él, el personaje. Si en aquel momento no me sentía perturbada por su llanto, fue porque comprendí que él ya no sería dolor para mí. Se salió de mi cuerpo a tiempo, se salió del agujero de mi mejilla quebrada y vio mi cuerpo postrado, que había sido y ya no estaba. Mi mente había quemado todo lo demás que ya no me servía. Fotografía: Intervención sobre original de freepik

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