Rúbricas 11

Rúbricas XI Ciencias de la Salud en la Ibero Puebla 91 Resumen El presente artículo reflexiona sobre la importancia de fomentar en el estudiantado dos actitudes clave para el ejercicio de sus prácticas supervisadas en psicología: el estar en el espacio y conectar con el otro. Se muestra cómo estas dos actitudes han sido invisibilizadas en la actualidad ya que se perciben como obsoletas y antagónicas a la forma de vivir en este mundo globalizado y neoliberal. Como consecuencia se argumenta la importancia de desenterrar y aplicar el estar y el conectar para un ejercicio consciente y significativo de la psicología e incluso como estrategias dignas de ser aplicadas a la vida cotidiana y contribuir así a la construcción de un mundo más humano. Palabras clave: prácticas supervisadas, psicología social comunitaria, estrategias de aprendizaje, comunicación. Introducción Cada semestre al empezar las prácticas supervisadas en psicología social comunitaria les pregunto a mis estudiantes: ¿qué esperan de esta práctica? Es curioso presenciar cómo las respuestas más frecuentes están orientadas, por un lado, a hacer el bien, a mejorar el mundo y la sociedad en la que vivimos y, por el otro lado, a adquirir aprendizaje o incluso a enriquecerse con experiencias que les permita ser mejores. Es así como en el salón de clase se escuchan voces que repiten frases como: “dejar huella”, “ayudar a que las personas mejoren”, “enseñar cosas nuevas”, “lograr un cambio”, “poder aplicar mis conocimientos”, “aprender a ser mejor”, etcétera. La intención, el origen, la actitud de inicio es buena, muy buena; sin embargo vale la pena detenerse a mirar aquello que hay detrás de los discursos que los estudiantes sueltan de manera casual y que repercuten, sin saberlo y en no pocas ocasiones, en el fallo de sus expectativas. Ante las respuestas de los estudiantes siempre me quedan dos sensaciones, por un lado, la de que quieren empezar por el final, quieren el producto, pero no están pensando en el proceso para llegar a generar el cambio que esperan. Por otro lado, la sensación de estar rodeada de individualismos e incluso narcisismos, en donde los alumnos se colocan como el actor principal, como si lograr un cambio o mejora dependiese exclusivamente de ellos y de sus capacidades, de sus acciones o no acciones, pero no suelen mirar al otro, a ese otro con el que, ineludiblemente, van a encontrarse durante las prácticas. Las respuestas hasta cierto punto son predecibles y esperables, producto de la sociedad en la que vivimos ya que simplemente no estamos educados, o como profesores no hemos educado, a vivir los procesos, a estar en los espacios, a trabajar y crear con las personas. Por el contrario, se nos educa y educamos a ser productivos, eficaces, a no fallar, a hacer mejoras, a ser los mejores. Es entendible y esperable que los estudiantes piensen en resultados y no en procesos, piensen sólo en ellos y no en ellos en relación con los otros. Con estas concepciones de vida que, como se argumentará en este artículo es una forma del ser social actual, llegan los estudiantes a las prácticas de psicología y, por lo tanto, las expectativas con las que parten al inicio suelen quedarse en una lista de buenos deseos, que con dificultades logran llevarse a cabo. Ante este panorama de resultados e individualismos, el presente escrito propone estar y conectar, como dos claves básicas para desarrollar y fortalecer durante las prácticas de campo supervisadas en psicología. Durante mi experiencia como profesora de práctica social comunitaria he observado cómo los estudiantes que aplican estas dos claves, que logran estar y conectar se llevan y dejan en sus prácticas aprendizajes duraderos, aprendizajes de vida, relaciones cálidas y humanas, relaciones que duran más tiempo del tiempo destinado a la práctica. Sólo así he visto que los alumnoss logran aproximarse a esas grandes expectativas de hacer un cambio y trabajar para la construcción de un mundo mejor.

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