Rúbricas 11

82 Atención comunitaria a grupos de mujeres Hace cinco años, gracias a la vinculación con la fundación Sabías qué?, se inició el trabajo en la comunidad de San José Xaxcamayo, perteneciente al municipio de Puebla, carente de servicios básicos y, por lo tanto, con amplias dificultades para producir y obtener alimentos. El trabajo de la Clínica, ligado al de algunas materias de la licenciatura, y profesores y alumnos de ella, provocó cambios favorables para los pobladores de la zona. Desafortunadamente y por cambios en la conformación de la propia comunidad, el trabajo tuvo que abandonarse. Desde hace dos años y medio, en la misma zona, se ha trabajado con un grupo de mujeres en la comunidad llamada La Libertad, en Tecola. Se trata de una zona semiárida, a unos cuantos minutos por carretera de la presa de Valsequillo, en la cual se producen en traspatio algunas frutas y verduras; la alimentación de las comunidades está sujeta, como en muchos de los casos en nuestro país, al acceso de transportes que eventualmente surten a las familias del pueblo bajo condiciones de comercialización injustas. Cuando llegamos por primera vez, un grupo de alrededor de veinte mujeres nos estaba esperando pues “iban a recibir pláticas de nutrición”; se decidió iniciar por un pequeño diagnóstico nutricio que nos orientara no sólo en cuanto a la posibilidad de la presencia de obesidad o desnutrición de las participantes, sino en conocer su contexto alimentario, su capacidad de obtener alimentos suficientes y variados y su conocimiento y mitos acerca de ellos, también con la intención de identificar creencias y percepciones en torno a la salud y a la enfermedad derivada del consumo de alimentos. Conocimos durante esa visita, a los hijos de estas mujeres, niños recién nacidos o en edad escolar que las acompañaban a todos lados. A partir de este diagnóstico pudimos valorar las circunstancias particulares de la comunidad, conocer sus fuentes alimentarias, el acceso económico a alimentos, las creencias sobre éstos y las formas de prepararlos y consumirlos. También indagamos cómo lo anterior está impactando fuertemente en la salud de la población, en los cambios en su composición corporal y, por lo tanto, en la frecuencia y recurrencia de enfermedades crónicas que llegan incluso a muy temprana edad. Tras la obtención de esta información lo prudente fue diseñar una serie de intervenciones cortas, habitualmente una al mes, que pudieran ir contribuyendo a una mejor selección y preparación de alimentos para incidir en la salud familiar y seguir fortaleciendo a este grupo ya conformado. Las mujeres nos han albergado en sus casas desde entonces. El trabajo y las orientaciones fluyeron adecuadamente: cuestiones de ahorro familiar a partir de pequeñas estrategias en la mejora de la compra de alimentos, variación en el uso de recursos alimentarios propios de la región, higiene básica de alimentos, talleres de preparación de alimentos regionales, prevención y atención de enfermedades crónicas y alimentación para diversos grupos de edad. Aprendimos a respetar la dinámica comunitaria, a dar el valor justo al alimento, a entender que sus tiempos no son los de la Universidad, pero, sobre todo, logramos empoderar en el ámbito de la salud a madres de familia, por lo tanto, a líderes comunitarias que hoy nos proponen qué quieren y necesitan aprender; situación que hace más dinámica nuestra inclusión al grupo. Al hacer un corte en el tiempo, y volver a evaluar a las mujeres, descubrimos cambios sustanciales en la forma de comer, de cuidar la salud y de atender a sus familias en torno a la alimentación e incluso en la composición corporal. Estamos trabajando en una segunda fase, con compañeras psicólogas, quienes están construyendo y analizando historias de vida, con el fin de resignificar el papel de las mujeres en la comunidad, del alimento y también del acto de alimentar a otros. A partir de estas experiencias estamos desarrollando un modelo de atención comunitaria en donde el diagnóstico acertado es la base para lograr una correcta intervención y planear un trabajo a largo plazo. Atención en los centros escolares Otra de las intervenciones efectuadas durante varios años es la realizada en escuelas, incluida la primaria perteneciente a la colonia Valle del Paraíso donde se encuentra la casa comunitaria de la Ibero. El trabajo con los niños es valioso debido a que son precisamente ellos, por ser un grupo vulnerable, el reflejo del estado nutricio de toda la población, y a partir de su conocimiento se pueden desarrollar estrategias de intervención más certeras en cuestión de salud. Los diagnósticos hasta ahora realizados confirman el desequilibrio entre la falta al acceso de alimentos con alto valor nutrimental y la excesiva oferta de productos chatarra, que afectan la salud de los niños, y en los que la desnutrición se disfraza con pesos normales debido al alto consumo de alimentos altamente energéticos, pero con un pobre aporte de nutrimentos indispensables para un correcto desarrollo y crecimiento. A las necesidades de estos grupos se responde con pláticas y talleres en los que indudablemente se deben incluir a los padres de familia. También se hacen intervenciones en el comedor escolar y en el comedor comunitario para un adecuado uso de recursos y diseño de menús de acuerdo con los hábitos y tradiciones alimentarias de la comunidad, mejorando el contenido nutrimental. Como parte de esta consolidación de actividades, se han unido esfuerzos para ofrecer atención clínico-nutriológica a personas que padecen enfermedades crónico-degenerativas por medio de la Clínica de Clínica de Nutrición en la comunidad

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