74 Vivir con diabetes Al pensar en una enfermedad siempre recordamos momentos difíciles para el paciente y su familia; cuando esta enfermedad es crónica entonces pensamos en un desgaste físico, emocional y económico. Actualmente todos conocemos a un familiar, un amigo o un vecino que tiene diabetes. Así podemos darle un nombre a esta enfermedad; en mi caso se puede llamar María Luisa o Alberto, quienes la padecen desde hace muchos años. Pero ¿por qué tener una enfermedad que se puede evitar de forma tan simple? Es decir, comiendo bien y haciendo ejercicio. Se escucha fácil, pero ¿quién de nosotros lo hacemos?, ¿quién come pensando en su salud y no sólo en cubrir una necesidad fisiológica?, ¿quién mide sus porciones?, ¿quién evita tomar refrescos?, ¿quién se despierta temprano para salir a caminar? Muy pocos, por eso la diabetes está incrementando su prevalencia, no únicamente estamos enfermos de “azúcar alta”, sino de todas las complicaciones que se van presentando al paso del tiempo y que, al final, son causantes de cegueras, infartos, amputaciones y pérdida de la función renal. En 2010, Pérez Pastén mencionaba que la diabetes tipo 2 es una enfermedad de presentación mundial que afecta a todas las razas, a diferentes edades. El 90% de los casos corresponde a este tipo de diabetes, en el ámbito mundial existen 200 millones de personas con dicho padecimiento y se estima que para 2025 el número se incremente a 300 millones. Una de cada diez personas entre 35 y 64 años de edad mueren a causa de la diabetes. Aún no se puede definir a la diabetes mellitus en términos etiológicos, sin embargo, se sabe que se trata de una enfermedad crónica, hereditaria, progresiva y de trasfondo multihormonal. Se conoce como un síndrome, que se caracteriza por hiperglucemias recurrentes que son el resultado de los defectos en la secreción y acción de la insulina (Pérez Pastén, 2010). La diabetes, como otras enfermedades, es el resultado de un estilo de vida no saludable, como son los hábitos de alimentación incorrectos y el sedentarismo que, sumados a la carga genética, el estrés psicosocial, el tabaquismo y el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, construyen los principales determinantes que inciden en el desarrollo de la enfermedad (Hervás, A. et al., 2007). En México, los datos de la Encuesta Nacional de Salud (ENSA, 2012) revelaron que 10.9% de la población mexicana mayor de 20 años presenta diabetes, sin embargo, cerca de 23% desconoce que la padece. En adultos mayores la prevalencia es de 20 a 25%. Más de 33% de las muertes en mujeres y más de 24% en hombres es por diabetes, enfermedad isquémica del corazón y enfermedad vascular cerebral. La diabetes, como causa de muerte, ha pasado del lugar número 28 al primero en la actualidad. Como causa específica de muerte no de grupo, el infarto al miocardio ocupa el primer lugar, que es una de las principales causas de fallecimiento en personas con diabetes, en cuyo caso la diabetes es el diagnóstico secundario en los certificados de defunción. Esto pone en claro que este padecimiento es, en realidad, la primera causa de muerte en México (Pérez Pastén, 2010). Desde el año 2005, la diabetes es una de las principales causas de hospitalización y de consumo del gasto de las instituciones públicas; el IMSS consume 34% de su presupuesto. Esta enfermedad es la responsable de la pérdida de 13% de los años de vida saludable. A su vez, triplica el riesgo de ateroesclerosis y es la principal causa de insuficiencia renal, ceguera y amputaciones (ibíd., 2010). Existe una relación estrecha entre la diabetes y la obesidad. Se ha determinado que el 80% de pacientes con diabetes presentan o presentaron, en algún momento de su vida obesidad o sobrepeso, y lo alarmante de esta situación es que en la actualidad uno de cada tres mexicanos sufre de problemas de peso. El problema de salud en México es alarmante, pero no debemos pensar sólo en el país, vamos a una casa donde hay un paciente con diabetes. Cuando nos dan el
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