58 MMPI-A, con el propósito de identificar diferencias de personalidad y la ocurrencia de sucesos estresantes entre adolescentes con intentos suicidas, está el de Loza, Lucio y Durán (1998); el análisis cualitativo del perfil de personalidad corroboró la presencia de rasgos depresivos. Por otro lado, las habilidades deficientes para la resolución de problemas interpersonales también se han reportado como diferenciadores de jóvenes suicidas y no suicidas (Asarnow et al., 1987), aún después de ajustar/ponderar el efecto de la depresión (Rotheram-Borus et al., 1990). El comportamiento agresivo-compulsivo también se ha vinculado a la conducta suicida (Apter et al., 1993b; McKeown et al., 1998). d. Orientación sexual. Los estudios epidemiológicos longitudinales y de encuesta señalan un incremento de dos a seis veces en el riesgo de conducta suicida no letal para jóvenes homosexuales y bisexuales (Blake et al., 2001; Faulkner y Cranston, 1998; Garofalo et al., 1998; Remafedi et al., 1998). No obstante, la mayoría de los adolescentes que reportaron una orientación sexual hacia su mismo sexo no reportaron suicidalidad en absoluto: 84.6% de hombres y 71.7% de mujeres (Gould et al., 2003). e. Factores biológicos. En los recientes 25 años, una base de datos sustancial se ha acumulado, indicando anormalidades en la función serotoninérgica en individuos suicidas, así como en agresivos e impulsivos (Gould et al., 2003). Otros estudios se han concentrado en índices simples de actividad serotoninérgica, tales como la reducida concentración de metabolitos de serotonina en el fluido cerebral y cerebroespinal (FCE) en víctimas de suicidio o entre aquellos que lo han intentado en comparación con controles apareados por edad y sexo (Oquendo & Mann, 2000). Segunda dimensión: características familiares a. Historia familiar de comportamiento suicida. Una historia familiar de conducta suicida incrementa de modo importante el riesgo de muerte por suicidio (Agerbo et al., 2002; Gould et al., 1996) y de intento de suicidio (Bridge et al., 1997; Jonson et al., 1998). Esta heredabilidad en adolescentes suicidas parece ganar más respaldo de un meta-análisis realizado por McGuffin y cols. (2001), quienes re-evaluaron un gran número de estudios publicados de datos con gemelos (de todas edades). Concluyeron que los parientes de primer grado de suicidas tienen más del doble de riesgo que la población general, con un aumento en el riesgo relativo de once entre co-gemelos suicidas idénticos, aproximadamente. b. Psicopatología parental. Las altas tasas de psicopatología parental, en particular de depresión y abuso de sustancias, se han encontrado asociadas con muertes por suicidio (Gould et al., 1996), así como con ideación e intento de suicidio en la adolescencia (p. ej., Fergusson & Lynskey, 1995; Joffe et al., 1988). En contraste, Gould y cols. (1996) encontraron que el impacto de la psicopatología parental no contribuyó al riesgo de suicidio adolescente después de controlar la psicopatología del propio adolescente. Hasta la fecha, no es claro de qué manera la psicopatología familiar incrementa el riesgo para el suicidio consumado. c. Divorcio. Existe una mayor probabilidad de muerte por suicidio entre aquellos adolescentes que provienen de familias con padres separados o divorciados (Beautrais, 2001; Groholt et al., 2000; Sauvola et al., 2001). Sin embargo, la asociación entre separación/divorcio y suicidio disminuye cuando se toma en cuenta la psicopatología parental (Brent et al., 1994a; Gould et al., 1996). d. Relaciones padre-hijo. Las relaciones padre-hijo disfuncionales se han asociado a un riesgo aumentado de suicidio e intento de suicidio entre adolescentes (Beautrais et al., 1996; Brent et al., 1999; Lewinsohn et al., 1994). No obstante, debido a que un trastorno psiquiátrico subyacente en el adolescente puede precipitar la disfunción en la relación padre-hijo, se hace necesario separar dicho factor (Fergusson et al., 2000; McKeown et al., 1998). Tercera dimensión: circunstancias adversas de vida a. Sucesos de vida estresantes. Como detonadores de la conducta suicida entre los adolescentes, estos sucesos de vida estresantes se han estudiado ampliamente (Barrera et al., 1993; Farmer y Creed, 1989), sobre todo porque contribuyen a una mejor evaluación del adolescente que ha intentado suicidarse y donde cuestiones como qué sucesos estresantes vive o ha vivido últimamente, o cómo influyen estos sucesos estresantes en su conducta son fundamentales en el abordaje clínico del fenómeno del suicidio (Gisper et al., 1985). El abuso o acoso en la escuela (bullying), ya sea como víctima o como perpetrador, ha demostrado recientemente que aumenta el riesgo de ideación suicida (Kaltiala-Heino et al., 1999). Loza, Lucio y Durán (1998) reportan que el suceso estresante previo al intento suicida más reportado fue el de dificultades principalmente con la madre, en concordancia con lo encontrado por estudios que también evalúan el impacto de los sucesos estresantes y su relación con el intento de suicidio (Wilde y Kienhorst, 1992). Suicidología adolescente
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