Rúbricas XI Ciencias de la Salud en la Ibero Puebla 57 Introducción La suicidología es el estudio científico del suicidio, con una historia bastante amplia y una importante variabilidad hacia el interior (desde la filosofía y la moral hasta las neurociencias y la genética). Podemos identificar el inicio de la suicidología moderna con el sociólogo francés Émile Durkheim y su obra El suicidio. Estudio de Sociología en 1897, y su consolidación con el psicólogo estadounidense Edwin Shneidman y su libro Definición del Suicidio de 1985, siendo éste quien acuña el término de suicidología. Con estos breves antecedentes, identificamos al suicidio como un problema de salud pública, de carácter multifactorial, que sigue una dinámica compleja y que en México va en aumento (Mondragón, Saltijeral, Bimbela y Borges, 1998). Aunque tradicionalmente se le ha considerado como expresión de conflictos mentales presentes y de larga duración, como la depresión, muchas veces el suicidio no está relacionado con patologías mentales declaradas, y su latencia en estos casos es más bien corta (Borges et al., 1994). Además, no todos los comportamientos a los que se alude con los términos de “suicidio” o “suicida” han sido motivados por una decisión consciente de morir; en muchas ocasiones no pretenden ni siquiera generar un daño personal, sino que son expresión y comunicación de desesperanza, desesperación, frustración y enojo (Gould et al., 1998). Finalmente, dentro de las diferentes y variadas dimensiones de la sucidología, el propósito de este trabajo es abordar uno en particular: el perfil del adolescente en riesgo suicida desde el modelo de factores de riesgo y de protección. I. Algunas definiciones esenciales Suicidio. Se refiere a la muerte por herida, envenenamiento o asfixia cuando existe evidencia (explícita o implícita) de que la lesión fue autoinfligida y que el suicida, en efecto, pretendía quitarse la vida (O’Carroll et al., 1996). Intento de suicidio. Stengel (1965) define al intento suicida como cualquier acto de autoperjuicio infligido con intención autodestructiva, aunque esa intención sea vaga o ambigua. Se trata de una conducta de autolesión potencial con un desenlace no fatal para la cual existe evidencia (explícita o implícita) de que la persona pretendía, en algún grado, matarse; siendo así, un intento suicida puede o no resultar en lesiones (O’Carroll et al., 1996). Es importante distinguir que las autolesiones, como cortarse (cutting) o quemarse, no necesariamente tienen una intencionalidad suicida y, por ende, no podrían categorizarse como intentos. Ideación suicida. Se trata de una idea recurrente e intrusa sobre quitarse la vida (Borges, Anthony y Garrison, 1995). Rotheram-Borus (1993) señala que la ideación suicida es un constructo cognoscitivo directamente vinculado con el intento de suicidio, el cual se ha identificado como el mejor predictor del suicidio consumado entre adolescentes y población adulta. Sin embargo, los pensamientos suicidas son comunes entre niños y adolescentes de ambos sexos y no precisamente siempre se asocian a otros rasgos de psicopatología. Epidemiología del suicidio. Cada año, más de 800 mil personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo; la ingestión de plaguicidas, el ahorcamiento y las armas de fuego son algunos de los métodos más comunes de suicidio alrededor del mundo (OMS, 2014). Ahora bien, aunque las tasas de suicidio e intento de suicidio adolescente en México no sean las más altas en comparación con las de otros países, sí ha figurado entre las primeras cinco causas de muerte en la población mexicana de 15 a 24 años de zonas urbanas, a pesar de las discrepancias y deficiencias de las diferentes fuentes de información o del subregistro de las estadísticas oficiales; esta afectación se observa principalmente entre varones en una razón de 4 a 1 en relación con las mujeres (p. ej., Borges, Rosovsky, Caballero y Gómez, 1994). II. Factores de riesgo A continuación, se mencionan aquellos factores de riesgo que se han encontrado y estudiado más ampliamente entre la población adolescente agrupados en cuatro dimensiones: características personales, características familiares, circunstancias adversas de vida y ambiente social. Primera dimensión: características personales a. Psicopatología. Más de 90% de los adolescentes suicidas ha tenido al menos un trastorno psiquiátrico importante, aunque las víctimas de suicidio más jóvenes tienen tasas menores de psicopatología –alrededor de 60%– (Beautrais, 2001; Brent et al., 1999; Shaffer et al., 1996). Los trastornos depresivos son consistentemente los más prevalentes junto con el abuso de sustancias y los trastornos de conducta, particularmente entre los hombres (Gould et al., 2003; Marttunen et al., 1991). b. Intentos previos de suicidio. Una historia de intentos previos de suicidio es uno de los predictores más importantes de muertes por suicidio, confiriéndole un riesgo particularmente alto para los varones (un incremento de 30 veces) y un riesgo menos elevado para las mujeres (tres veces más) (Shaffer et al., 1996). c. Factores cognoscitivos y de personalidad. Entre los primeros estudios realizados en México con el
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