Rúbricas 11

Rúbricas XI Ciencias de la Salud en la Ibero Puebla 49 visuales existe una generalización y certeza en la creencia de que la situación negativa prevalecerá sin importar qué puede hacerse para cambiarla y qué afectará en todos los ámbitos de su desarrollo. Desafortunadamente, en ocasiones, en estos pacientes existe una irreversión del problema visual y eso, por lo general, comienza a indicar que dicho problema repercute en varios aspectos de la vida de quien lo padece, lo cual podría causar que considere cada vez más difícil seguir siendo una persona funcional e independiente y, en consecuencia, dejará cualquier intento de sobreponerse. Según Polaino y Vázquez, la teoría propone, además, que pueden apreciarse tres tipos de déficits: cognitivo, motivacional y emocional (Abramson y Alloy, 1980; Alloy y Abramson, 1979, 1981, en: Polaino y Vázquez, 1982: 174). Se pensaba que el déficit cognitivo consistía en la incapacidad del sujeto indefenso para apreciar las relaciones de contingencia entre sus respuestas y los resultados del medio. Esto refleja que las personas indefensas tienden a anticipar sus respuestas ante un estímulo de su medio, sin que los resultados de éste hayan aparecido o sean equivalentes a él. Por lo general se considera que las personas con discapacidad visual pueden anticipar que algo malo podría pasarles si realizan cierta actividad u omiten el intento, sin esperar el resultado de éste, el cual tendría probabilidad de resultar positivo o benéfico. Dichos autores también hablan sobre la reformulación que se hizo de la Teoría de la indefensión aprendida por Abramson, Seligman y Teasdale en 1978, en donde incluyeron dos nuevos aspectos. El primero refería a un cuarto síntoma en el hombre: la pérdida de autoestima; y el segundo apelaba a la teoría de atribución en donde las personas se cuestionan sobre aquello que les hace perder el control. Esta nueva formulación de la teoría sirve a nuestra investigación, ya que establece un primer vínculo entre las conductas de los sujetos con indefensión (dentro de los cuales se ubica a las personas débiles visuales) y los sujetos depresivos. Por otro lado, investigadores como Palenzuela realizaron una evaluación a esta reformulación de la teoría, identificando insuficiencia en tres conceptos: incontrolabilidad, análisis atribucional y expectativa. Respecto a la incontrolabilidad, este autor plantea que se ha convertido en un concepto más general y abarca cada vez más aspectos; considera al análisis atribucional como incompleto y que requiere ser actualizado; y la expectativa presenta la necesidad de ser limitada debido a que se ha cambiado el uso en diferentes contextos (Palenzuela, 1984). En 1975, Martín Seligman indicó que la indefensión aprendida podía ser “prevenida”: es decir, la experiencia inicial de control sobre una situación traumática debería interferir con la formación de una expectativa de que respuestas y terminación de la descarga son independientes y, de igual forma, el no poder controlar la descarga interfiere con aprender que responder produce alivio (Bernabee y Marcos, 1992). De la reformulación del modelo de indefensión aprendida (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978) surge por parte de Óscar Sánchez Hernández y Francisco Méndez Carrillo en 2009, el concepto de “optimismo”, para mostrar la contraparte de los aspectos negativos que explican la depresión desde esta teoría. Para comenzar a explicar su propuesta sostienen que la Psicología Positiva propone ampliar el ámbito de estudio investigado no sólo en las condiciones patológicas de la personalidad, sino también aquellas emociones positivas, fortalezas, competencias, capacidades y virtudes que contribuyen a aumentar la satisfacción personal y a llevar una vida más plena; factores protectores de los trastornos psicológicos y de la salud en general (Hernández y Carrillo, 2009: 273). Respecto a esta teoría dichos autores consideran que el optimismo adquiere dos perspectivas complementarias. La primera representa una característica disposicional (Scheiner y Carver, 1985, en: Hernández y Carrillo, 2009) donde el optimismo se relaciona directamente con las expectativas, es decir, una persona positiva es capaz de generar expectativas, resultados positivos, a pesar de las situaciones adversas en las que se encuentre. La segunda característica adopta un estilo explicativo (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978, en: Hernández y Carillo, 2009), representa “la forma en que las personas interpretan sus experiencias” (Sánchez y Méndez, 2009: 274), la cual comprende tres dimensiones: personalización, duración y amplitud. La dimensión de personalización se refiere a la atribución externa o interna de la causa de una situación adversa. La duración consiste en el grado en el que la causa prevalece o tiende a repetirse, siendo permanente o temporal. La amplitud identifica si la causa del acontecimiento negativo afecta a la persona en alguna área en específico (específico) o en todas las áreas de su vida (global). Habiendo dicho esto, Hernández y Carrillo (2009) expresan que las personas optimistas tienen una predisposición a considerar los eventos desafortunados atribuyendo las causas a factores externos, de duración temporal y afectando a áreas específicas de la vida. Mientras que las personas pesimistas tienden a percibir las causas como internas, permanentes y globales. Al comprender la investigación desde la propuesta del optimismo de estos autores, se tienen indicios de la prevención de la depresión. Esto representa una parte importante que diferencia a la Teoría de la indefensión aprendida de otras que buscan explicar la depresión, puesto que es una postura que no se limita sólo a comprender, sino que también impulsa a la acción.

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