Reactivación desde abajo

40 se utiliza para describir esos ámbitos que, como en el caso de la economía social, por lo general, surgen en momentos de crisis y, análogamente, indica un conjunto de prácticas surgidas en los sectores populares de la población para generar ingresos y garantizar la sobrevivencia. La economía popular reúne todos esos trabajadores que, quedando fuera del mercado laboral, tuvieron que inventarse un empleo y un ámbito que tiene múltiples relaciones con la economía de mercado “institucional” (Fernández y Álvarez, 2018). En consideración de la peculiaridad de las estructuras de las economías regionales es comprensible entender la relevancia de este concepto. Cabe recordar que América Latina se caracteriza no solamente por ser el continente más desigual del planeta, sino también por una población pobre que alcanza porcentajes altísimos en casi todos los países, donde muchísimas personas trabajan en el sector informal. La informalidad surge como elemento clave de la conceptualización de la economía popular. Intentando dar un giro a la dicotomía macroeconómica y desarrollista que ve en la economía informal simplemente un mal o un residuo que debe ser reconducido al ámbito de la formalidad, el discurso de la economía popular rebasa esta dicotomía para valorar la capacidad productiva y generativa de los sectores populares, también fuera del marco legal e institucional. No se trata de identificar un contexto inmediato anticapitalista con la informalidad. Al contrario, según las lecturas marxistas, se trata de entender la relación de subordinación de este contexto a la economía capitalista y cómo esta subordinación estructura el espacio de la informalidad misma (Gaiger, 2019). Chena (2017) identifica en la economía popular al menos dos elementos: primero, la condición de pobreza de sus integrantes y la consecuente incapacidad de acumular capital y, segundo, la participación en relaciones de trabajo fuera del vínculo salarial

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