Pasos Nueva Época 5

9 *Estudiante de la licenciatura en Procesos Educativos, Universidad Iberoamericana Puebla. laura0villarreal@gmail.com Esto implica que el profesor debe conocer a sus estudiantes y el estudiante se debe conocer a sí mismo; además debemos superar esta barrera que nos impide sacar lo que sucede en el aula a la vida “real”. No obstante, como alumna encuentro una urgente y profunda necesidad de, primero, llevar nuestros sueños al aula. Un ejemplo: durante los últimos seis meses que he estado en la licenciatura ha surgido dos veces, en dicho lugar, la siguiente pregunta: ¿Es posible el cambio? En ambas ocasiones la mayoría de las respuestas fueron negativas. Impactada, solo me quedó la duda: si no se puede hacer nada para cambiar las cosas, ¿qué hacemos aquí? Es tarea tanto del profesor como del estudiante que germinen estos sueños que nos permiten pensar que es posible transformar la realidad, y la evaluación formativa es probablemente la mejor herramienta que encontraremos para lograrlo. Para mí la situación más difícil, casi imposible, de recibir y aceptar la evaluación es cuando siento que el profesor que la emite no me conoce. En el mejor de los casos recibo un comentario genérico. Por otro lado, si me pongo en el papel del profesor puedo imaginar el profundo dolor, luego letargo, de llegar a un salón y sentir que no hay nada por cosechar. Me parece que estamos en una peligrosa transición del “se empieza por uno mismo” hacia un “mejor yo a lo mío” y en este último no cabe la evaluación formativa porque me cierro a los demás y no me sumo a algo más grande que yo. En conclusión, estoy convencida de que una verdadera evaluación formativa no repercute solamente en el estudiante si se tiene en claro por qué se está en la universidad. El papel de la evaluación como herramienta de formación implica un esfuerzo del profesor y del estudiante, por lo que urge generar espacios en los que ambos desaprendan esta confusión entre evaluación y calificación. La evaluación formativa nos permite mejorar aquello que podemos ofrecer al mundo, una calificación no. Por eso es tan importante dejar de usar estas dos herramientas como si fueran una. He descubierto en la Licenciatura que, para que cualquier evaluación pueda adquirir una cualidad formativa, primero necesito saber quién soy y para qué hago lo que hago. El profesor no puede dejar que el estudiante salga del curso con las manos vacías, pero como estudiantes no podemos esperar frutos si no representamos aún una semilla.

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