Alejandra Alpuche Vélez* 03 El proceso de enseñanza-aprendizaje está incom- pleto si no existe evaluación, porque constituye la fase que permite evidenciar y valorar los logros y áreas de oportunidad del proceso, es decir, ponderar los resultados de éste para darles un uso pedagógico. Si tomamos como referencia al Paradigma Pedagó- gico Ignaciano (PPI), la evaluación es la revisión y cuestionamiento de todo el proceso (o las etapas del PPI), para examinar las causas y soluciones; repre- senta también el nuevo punto de partida para seguir caminando. En este sentido, el uso pedagógico de los resultados de la evaluación implica tomar conciencia de dónde estamos parados, cómo llegamos ahí y qué nos falta por hacer. Desafortunadamente, no siempre se cumple con este propósito. En muchas ocasiones, la evaluación se reduce a uno o más exámenes de conocimientos y a la correspondiente calificación en el sistema. Aunque no es mi caso, refiriéndome a la asignatura que imparto en la Licenciatura en Procesos Educativos, es un aspecto que motivó el presente escrito. Por la pandemia, el proceso de evaluación sí tuvo que innovarse para lograr ese uso pedagógico auténtico al que me he referido, tanto en lo virtual como en lo híbrido. El primer reto fue el examen, ya que cuando se aplicó la modalidad virtual, la falta de honestidad académica se incrementó significativa- mente convirtiendo al examen en un instrumento ineficaz, y por lo mismo, en una modalidad híbrida que podría poner en desventaja a los estudiantes que acuden de manera presencial. Aunque tenía un porcentaje menor con respecto al resto de los criterios: tareas y trabajos, ejercicios de reflexión, exposición y proyecto de clase, era importante que los estudiantes demostraran el domi- nio conceptual del contenido de la asignatura porque sin éste, ¿cómo pueden aplicarlo a nivel profesional? Por lo que, con el objetivo de cuidar la honestidad académica en una evidencia que reflejara el dominio conceptual opté por la elaboración de organizadores gráficos, pues, para elaborar un mapa conceptual, mental, cuadro sinóptico o cualquier otro organizador, debe comprenderse previamente el contenido, sin perder de vista que cada estudiante refleja su propio proceso cognitivo. Sin embargo, esa primera adaptación realizada en modalidades virtual e híbrida no fue suficiente, por lo que realicé un segundo ajuste: se agregó al organi- zador un ejercicio de metacognición en donde se debía poner por escrito qué se había aprendido hasta el momento. Los y las estudiantes consideraron este cambio útil, pues para ellos fue significativo no sólo hacer una síntesis del contenido y visualizarlo en su conjunto, sino también porque implicaba tomar conciencia de lo aprendido. Por otro lado, en cuanto al resto de los criterios (ya mencionados), la adaptación fue más de forma que de fondo, puesto que tenía la fortuna de usar Moodle desde antes de la pandemia, por lo que el reto principal consistió en ajustar las rúbricas, criterios y listas de cotejo a un escenario completamente distin- to. Lo que se mantiene, sin importar la modalidad, es que el grupo tiene acceso a estos instrumentos desde el primer día del curso, lo que para ellos significa claridad y orientación respecto a lo que se espera de su desempeño y de la evaluación. “…EL PROCESO DE EVALUACIÓN SÍ TUVO QUE INNOVARSE PARA LOGRAR ESE USO PEDAGÓGICO AUTÉNTICO, TANTO EN LO VIRTUAL COMO EN LO HÍBRIDO.” Evaluación, pandemia e innovación iNNOVAND
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