Pasos Nueva Época 13

06 relación con ellos, así como el grado de aprehensión que ha logrado, preparándolo para compartirse con sus estudiantes, de la manera que cada circunstancia le exija. Para el caso de la Universidad Iberoamericana Puebla, su sentido de comunidad aporta un marco propicio para realizar la evaluación de las compe- tencias que se pretenden en sus docentes. Las consideraciones siguientes sirven de orientadores claros: a) Los preceptos establecidos en la filosofía educativa de la institución. b) La concepción que se tiene del docente como acompañante integral de los estudiantes y como factor transversal en el cumplimiento de las aspiraciones curriculares. c) La orientación transformadora de las reali- dades que aparecen como insatisfactorias, que dan sentido a la práctica docente, en su interior. Estos tres componentes explicitan el por qué, el cómo y el para qué, pretendidos en la actuación docente, en la Universidad Iberoamericana Puebla. De esta manera, se visualizan dos elementos centrales a tomar en cuenta: 1. La participación de los diferentes actores del proceso educativo en los procesos evaluativos: estudiantes, pares, gestores del proceso y el docente mismo. 2. El contexto donde se realiza la tarea, así como donde se evalúa, son determinantes para apre- ciar los alcances obtenidos. Llevar el proceso educativo fuera de los muros institucionales, al igual que partir de una problematización contex- tualizada, que ubique a los estudiantes en la realidad, es factor provocador de reflexión y abre la posibilidad del discernimiento, apuntando rutas de acción posibles. Pretendiendo fortalecer los procesos de ense- ñanza-aprendizaje que se desarrollan en sus aulas, la Universidad Iberoamericana Puebla promueve la conversión de saberes profesionales y disciplinares del profesor, en saberes pedagógicos, los cuales pueden ser evaluados desde los siguientes atributos: 1. Domina conceptual, técnica y/o metodológi- camente las disciplinas ligadas a su profesión demostrando un conocimiento integrador. 2. Reelabora y comunica sus conocimientos disci- plinares ubicándolos contextualmente. 3. Participa en actividades de formación formales e informarles con una clara intención de mejora. 4. Manifiesta una postura ética de su profesión que problematice el aprendizaje en los estudiantes. 5. Actualiza sus saberes profesionales y reflexiona sobre ellos continuamente. 6. Convierte su experiencia profesional en conte- nidos pedagógicos que integra en cada asignatura. 7. Comunica una perspectiva práctica de la profe- sión con base en su propia experiencia para vincular los contenidos con la realidad profesional. 8. Se comunica con claridad y dominio de distintos lenguajes para facilitar el aprendizaje. Estos ocho aspectos establecen puntos de partida para el diseño de un sistema de evaluación institu- cional que permita apreciar el cumplimiento de las aspiraciones filosóficas y pedagógicas del modelo educativo ignaciano. De manera complementaria, es necesario señalar que la evaluación de saberes profesionales y disci- plinares de los docentes dependerá del modelo a utilizar; si se utiliza un modelo conductista, la inter- pretación de los resultados del proceso diagnóstico se realiza considerando un proceso causa-efecto, que responsabiliza directamente al docente de los resul- tados, utilizando estímulos tanto positivos como negativos. Esta posición se contrapone a un modelo formativo que considera al docente en un proceso de aprendizaje social continuo, en el cual, el docente se va profesionalizando en su misma práctica. Aun cuando los modelos formativos representan una mejor opción, debemos reconocer que presentan dificultades que responden a la naturaleza de los instrumentos diagnósticos, que permitan dar cuenta de los saberes de la formación profesional. Para Tardif (2004), el saber docente se conceptualiza como: “Los

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