Pasos Nueva Época 12

11 Es importante recordar que no todos los estu- diantes atienden a la información de la misma manera y para ello se sugiere trabajar con actividades que impliquen al menos los tres canales más frecuentes: visual, auditivo y kinestésico. Asimismo, se sugiere identificar el propio estilo de aprendizaje, puesto que regularmente se asume que todos aprendemos igual, y actividades y ambientes de aprendizaje se diseñan con esa lógica. El cuestionario de Honey y Alonso (Gallego, Alonso & Honey, 1994) es una opción, de las muchas que se encuentran, para conocer el estilo de aprendizaje y con ello diseñar actividades distintas a nuestra forma de aprender para asegurar que se incluya a la mayoría de los estudiantes. Los intereses del grupo son el aspecto menos tangible, pero no por ello menos importante, para la construcción de ambientes de aprendizaje. Estos intereses establecen diferencias entre un grupo y otro a partir de la edad, género, contexto, asignaturas previas, hora de las sesiones y los vínculos que se establecen entre los miembros; de ahí que ejemplos, referencias y hasta chistes en el aula estarán en función de los intereses de cada grupo en específico. Las actividades de evaluación propuestas se consideran como la parte final de la fase creativa, se sugiere seleccionar al menos de dos tipos: formativa y sumativa (Escudero, 2003) para garantizar el logro del aprendizaje. 2. Regulación de las interacciones y la dinámica grupal (fase activa) El segundo aspecto está ya centrado en la forma en que se conduce el proceso de aprendizaje, la manera en que el docente establece las reglas para moderar las interacciones y aquello que se ha establecido como prioridad para que fluya el proceso diseñado. Para ello, la comunicación dentro y fuera del aula es esencial, eso implica modificar tanto medios como modos para ese fin, con la finalidad de asegurar un canal abierto para dudas e inquietudes a la hora de que surjan. De la misma manera, el trabajo en grupos homogéneos y heterogéneos estimula la cooperación y la colaboración para resolver problemas académicos. No hay que olvidar que las interacciones como el corazón de la práctica educativa (Fierro y Fortoul, 2017) son el espacio de crecimiento personal y profesional de los docentes. La crítica y autocrítica de lo que se hace en el aula permite al docente forta- lecerse para seguir aprendiendo y mejorando su propia práctica; para ello se requiere de los estudiantes participación, interés y crítica, pues actúan como termómetro de la dinámica grupal y del éxito o fracaso de un ambiente de aprendizaje. 3. Fomento de pensamiento crítico y creativo (fase activa) Permitir otras formas de solucionar los plantea- mientos que hacemos no siempre es fácil, significa mucho más que dejar que los estudiantes sean creativos. Implica soltar la forma de asumirnos como docentes que controlan procesos y productos de aprendizaje para encontrar nuevas respuestas, a veces sin la lógica a la que estamos acostumbrados, o bien, desde un posicionamiento diferente a las formu- laciones propuestas. Los estudiantes requieren ayuda por parte del docente, aunque lo difícil resulta, en palabras de uno de los profesores, en: Ayudar a los alumnos a pensar distinto y luego permitir que lo hagan “hasta en mi aula” empezando a practicar la criticidad con quien les enseña a hacerlo. (J. Pérez, 2018)

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