Pasos Nueva Época 11

1 “TANTO LA REFLEXIÓN, COMO LA CAPACIDAD DE TOMAR DECISIONES, FORMAN PARTE DE UN ENTRAMADO DE COMPETENCIAS DOCENTES QUE EN SU CONJUNTO DEFINEN UN PERFIL DEL DOCENTE INNOVADOR.” *Académica de tiempo Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente marai@iteso.mx Tanto la reflexión, como la capacidad de tomar decisiones, forman parte de un entramado de competencias docentes que en su conjunto definen un perfil del docente innovador. Es decir, la innovación no puede ser vista como una competencia aislada en sí misma, es una competencia que se relaciona con otro conjunto de competencias que el docente ha desarrollado a lo largo de su vida personal, de su carrera y su formación. Podríamos imaginar este perfil desde cuatro dimensiones: a) disciplinar, b) pedagógica, c) relación con el contexto y d) actitudinal. Estas mismas dimensiones deben ser consideraras para esa reflexión evaluativa y autoevaluativa que ayudará a mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. La primera dimensión se vincula con el conocimiento que el docente tiene de la disciplina que imparte; es decir, habla de la capacidad de comprender su objeto de estudio desde sus dife- rentes perspectivas epistemológicas, conceptuales, culturales e, incluso, históricas. Existe una fuerte relación entre la primera y la segunda dimensión de este perfil. La dimensión pedagógica se relaciona con las formas de acercar el conocimiento al estudiante, pero, muchas veces, dichas formas están intrínsecas en el mismo objeto de estudio, es decir, cada disciplina fomenta sus propias tradiciones de ense- ñanza. Un docente innovador deberá romper de manera disruptiva con estas tradiciones, recrear nuevas metodologías y proponer diversos artefactos que medien entre los alumnos y el conocimiento. La tercera dimensión, que habla de la capacidad del docente para relacionar y relacionarse con el contexto, es fundamental para la innovación. Este tipo de profesor deberá comprender su contexto, el de los estudiantes y el de la misma institución (por lo menos). Ya sea de manera micro o macro, la com- prensión de los problemas y realidades en los que se desenvuelven los estudiantes, le facilitará al docente identificar necesidades sobre las cuales actuar. La última dimensión, la actitudinal, es mucho más compleja y permea sobre todas las anteriores. Podría relacionarse con la disposición a generar un buen ambiente, a ser afectivo y motivador, a trabajar en equipo o al compromiso de los profesores para que sus estudiantes aprendan. Pero lo que importa resaltar en esta dimensión es cómo los docentes deberán tener disposición al discernimiento de su práctica. La evaluación de las prácticas educativas, desde nuestro punto de vista, debe ser autoevaluativa: reflexiva y dialógica. Un docente reflexivo podrá reconstruir las situaciones cotidianas de su práctica para enriquecerlas. Podrá partir de entender a sus estudiantes y pensar cuáles son los mejores recursos, las estrategias didácticas idóneas, la comunicación más efectiva y afectiva y cómo crear experiencias motivadoras de aprendizaje. De manera autocrítica podrá reconstruirse a sí mismo, innovarse a sí mismo. Esta evaluación deberá, sin duda, partir de aquellas evidencias que institucionalmente se puedan reca- bar; tales como: percepciones de los estudiantes, resultados del aprendizaje y valoraciones de otros actores involucrados. Sin embargo, lo más importante será ofrecer espacios para el diálogo entre docentes, estudiantes y directivos en un ambiente de auto- nomía y libertad.

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