Pasos 5
c r i t e r i o s 3 La evaluación de competencias M ucho se ha escrito en números anteriores acerca de la complejidad de la evaluación. En nuestras reflexiones hemos intentado evitar concepciones reduccionistas de esta importante función, pues reconocemos su carácter multidimensional y multirreferencial. Sin embargo, hay que reconocer que el cambio es un camino difícil pues por mucho tiempo han prevalecido posturas heredadas del positivismo basadas en un afán por la medición, la “objetividad” y la cuantificación de los procesos. Además, si bien es cierto que existen muchos esfuerzos por adoptar enfoques de tipo constructivista y que hoy po- demos constatar una mayor cultura de la evaluación que se evidencia en la proliferación de instancias evaluadoras, la aplicación de pruebas a gran escala, numerosos procesos de acreditación y certificación, así como una notable y creciente bibliografía e investiga- ción sobre el tema, la evaluación del aprendizaje no ha avanzado como se esperaba. Tal vez esto se deba a que, por un lado, aún se sigue poniendo la mirada en aspectos más bien de tipo técnico, y por otro, la tarea evaluativa, como etapa fina del proceso de enseñanza-aprendizaje, ha quedado atrás de la planeación y la didáctica. No obstante, uno de los enfoques que más auge ha tenido en los últimos años es la educación basada en competencias, que desde luego apuesta por una evaluación distinta. De hecho, la evaluación se convierte en un aspecto neurálgico para el actuar competente. Empero hay varias miradas en torno a esta tendencia, por lo que no está por demás empezar aquí a plantear claramente qué estamos entendiendo por “compe- tencia”, recordando que el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) ha optado por este tipo de formación. Así pues, para el SUJ las competencias están relacionadas con la capacidad del alumno para in- tegrar y movilizar conocimientos, habilidades, valores, actitudes y principios, con el fin de resolver tareas complejas en diversos contextos, de manera eficaz y responsable. La evaluación, desde esta perspectiva, debe ser un medio para el aprendizaje pues se caracteriza por ofrecer a los alumnos la oportunidad de ampliar y demostrar las competencias que construyen. Es así como este tipo de enfoques implican que los docentes repiensen sus prácticas y, en algunos casos, las “deconstruyan”. Se requiere dar el paso de una educación centrada en contenidos y que apunta hacia un desarrollo principalmente cognitivo a una educación centrada en el desempeño del alumno, en la aplicación de saberes, en el hacer y en el reflexionar, abarcando por tanto todas las dimensiones de la persona. Se necesita, además, empezar a planear a la inversa, es decir, justamente por la evalua- ción y no por los contenidos o por las actividades. Por esto, la propia evaluación deberá estar menos centrada en contenidos y en prácticas de “papel y lápiz” para considerar desempeños globales ante problemas o proyectos contextualizados. Adicionalmente dejará de ser un poder que sólo pertenece al profesor, para abrirse a una evaluación más participativa que implica la coevaluación y especial- mente la autoevaluación, como un elemento determinante para ser competente, pues esto sólo se logra en la medida en la que se involucran procesos metacognitivos y autocorrectivos. Para abonar a estas reflexiones, presentamos en nuestra sección de “Contextos” un inte- resante acercamiento a cargo de María Galdeano donde detalla lo que implica una evaluación por competencias dentro de contextos auténticos y mediante experiencias reales para lograr la integra- ción de aprendizajes. Concluye explicándonos diez características para avanzar en el diseño de “situaciones problema” que son las detonantes del desarrollo de competencias. Por su parte, Óscar Hernández López nos aporta para “En búsqueda” una serie de reflexio- nes que nos ayudan a comprender de manera mucho más amplia y compleja el problema de la asig- nación de calificaciones donde, como señala el autor mediante ejemplos muy ilustrativos, no basta con obtener un promedio de las notas asignadas al estudiante durante las actividades del curso para reflejar el desarrollo y desempeño de una competencia. Por otro lado, y como hemos señalado, la autoevaluación es de suma importancia para arrai- gar las competencias. De eso escribe Carmen Tiburcio en la sección “Innovando” al relatarnos la experiencia que viven los estudiantes del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura durante el Área de Síntesis y Evaluación I, donde se promueve la reflexión y el autoanálisis para ubicar per- sonalmente el nivel de logro en determinadas competencias, reconocer debilidades y fortalezas y, sobre todo, identificar aquello en lo que se debe trabajar para superarse. Por último, presentamos en “Los Números de la Evaluación” un análisis muy esclarecedor acerca de aquellos aspectos que –desde la mirada de nuestros alumnos– los profesores deben tra- bajar para generar aprendizajes más significativos. No olvidemos que así como buscamos generar experiencias que ayuden a nuestros alumnos a convertirse en personas competentes, también tene- mos que seguir dando pasos en el desarrollo de nuestras competencias.
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