información, y acceder a los conocimientos que él o ella poseían era prácticamente imposible por otros medios. Esto les daba un estatus elevado y una posición de autoridad en la sociedad. En este contexto, el rol del estudiante se limitaba a recibir pasivamente esa información, sin muchas oportu- nidades para cuestionarla o buscarla por sí mismo. Sin embargo, a medida que la tecnología ha avanzado, especial- mente con la llegada de internet y las herramientas digitales, el acceso a la información ha dejado de depender exclusi- vamente del docente. Hoy, los estudiantes tienen acceso instantáneo a una gran cantidad de recursos, lo que ha trans- formado radicalmente el rol del profesor y del alumno. El docente ya no es solo un transmisor de conocimientos, sino que debe ser un facilitador que guía y apoya el aprendizaje autónomo, mientras que los estudiantes deben asumir un papel más activo, investigando, cuestionando y construyendo su propio conocimiento de manera más independiente y colaborativa. La estructura de la escuela y los roles tradicionales de docente y estudiante han cambiado poco en los últimos 200 años, a pesar de los profundos cambios que ha experi- mentado la sociedad. Mientras que la sociedad ha atravesado transformaciones radicales, impulsadas por avances tecno- lógicos, cambios políticos, económicos y culturales, el modelo educativo ha mantenido una organización bastante similar, centrada en la enseñanza pasiva, la distribución jerárquica de la información y la separación entre los actores involucrados. Esta resistencia al cambio genera una tensión importante entre los distintos actores educativos, ya que, por un lado, los docentes siguen manteniendo un rol autoritario como transmisores de conocimiento, mientras que, por otro, los estudiantes, especialmente en la era digital, tienen acceso a una cantidad ilimitada de información y buscan métodos de aprendizaje más interactivos y autónomos (Robinson y Aro- nica, 2015). La falta de adaptación de los sistemas educativos a las nuevas realidades y necesidades de los estudiantes ha generado una brecha, que se ve re ejada tanto en las expectativas de los alumnos, que demandan un enfoque más dinámico y personalizado, como en los desafíos que enfrentan los profesores, quienes pareciera que deben encontrar formas de actualizarse y adaptarse a un entorno educativo que cam- bia rápidamente. Identi car las diferencias entre los enfoques educativos de las distintas generaciones tiene el objetivo de encontrar puen- tes que permitan construir espacios educativos que respon- dan a las necesidades actuales, sin perder de vista las carac- terísticas que, aunque parezcan propias de generaciones pasa-
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