Gaceta de Literatura IBERO Puebla

Ilustración: Valeria Alejandra Zamudio Rivero Anticuado como siempre, aún ha de usar espuelas en las botas. Le espera quedarse de mísero patrullero, a mí la gran gloria. Esas luces destellantes marcan cómo he llegado, las cámaras y reflectores caen sobre mí. El fiscal sentado al lado me hace ver delgado, todo luce tan sofisticado aquí. Apenas me percato del letrero detrás que dice: «Informe gubernamental sobre la inseguridad por Isabel Moreno». Habrán puesto su nombre por error, yo soy Thomas Boréal. Así transcurre el evento hasta llegar mi turno. Leo el papel que me han dado: «Señoras y señores, debemos reconocer los ataques hacia las mujeres como el máximo problema en nuestra sociedad. La gobernadora, el fiscal de distrito y todo el cuerpo policial perseguirá a todo transgresor. Por un mundo mejor». Abren las champañas, hay aplausos abrumadores. Me apuro a disfrutar la langosta, sus suaves interiores son un deleite. Se requiere cierto valor para decir una mentirita dulce frente a todos. Entre tanto bullicio resalta cierto sonido, solo para mis oídos, tintinea cierto timbre metálico. Volteo al escenario, era ese viejo obstinado. «¡Atención a todos! Aquí la verdad». La estadística del día acompañada de las imágenes. Los miembros faltantes y destrozados, productos del crimen organizado. Duró apenas unos segundos, le jalaron el cable. «¡Tony, olvida la suspensión, estás despedido!». Le acabo de gritar y aun así, va sonriendo con cigarro en boca. No lo comprendo, solo sé que cuando Alejandro vuelva a acercarse a mi callejón pediré uno o dos ceros extra en el cheque. Iré a jugar ruleta, necesito olvidarme de esto. Veo la entrevista al vaquero solitario, piden su declaración. «Verán que es natural cuando se exponga la verdad, arruiné ciertas narrativas construidas por nosotros. Eso causará enojo en esos escritores, distribuidores y fieles creyentes. Entiendo que la justicia sea una dama ciega, pero hay que ver más allá de lo que apoyamos en eso». Un viejo vaquero en un mundo moderno, cree que puede derrotar a los asesinos. Prefiero, como dije, largarme al casino.

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