Gaceta de Literatura IBERO crónica • ensayo • cuento • poesía • fragmento • écfrasis • reseña • fotografía • ilustración • marginalia Primavera 2024/Núm.05 Ilustración: Valentina Porras Guerra
Mario Ernesto Patrón Sánchez / Rector · Lilia María Vélez Iglesias / Directora General Académica · Ana Lidya Flores Marín / Directora del Departamento de Humanidades · Diana Jaramillo Juárez / Coordinadora de la Maestría en Literatura Aplicada · José Luis Camacho Gazca / Coordinador de Literatura y Filosofía · Tatiana Vázquez Niconoff / Jefa del Laboratorio Editorial Edición: Suzanne Andrey Espejel · Diego Nava Zerón · José María Sánchez Hernández Mauricio Escobar Liceras / responsable Comunicación: Itzel Abril Frias Cruz · Kenia Vázquez Cruz Diseño editorial: Ana Karen Pérez Alarcón Agla Atenea Ramos Hernández / responsable Ilustraciones: Valeria Contreras Santos · Angie Andrey Espejel · Valentina Porras Guerra · Lorena Toral Flores · Abby Yareni González Navarrete · Valeria Alejandra Zamudio Rivero Los textos de esta gaceta son responsabilidad de los autores. Las opiniones no necesariamente reflejan la postura de los editores de la publicación. Se editaron e imprimieron 100 ejemplares en el Laboratorio Editorial de la IBERO Puebla. Dudas, comentarios y futuras participaciones a: gaceta.literaria@iberopuebla.mx Visita la edición digital en: https://repo.iberopuebla.mx/servicios/gacetaLiteratura/04/ Ilustración: Lorena Toral Flores El tema de esta Gaceta de Literatura Ibero fue «Libertad de expresión». SI LA LIBERTAD SIGNIFICA ALGO, ES EL DERECHO DE DECIRLE A LOS DEMÁS LO QUE NO QUIEREN OÍR —George Orwell (La libertad de prensa)
Roberto Ignacio Alonso Muñoz roberto.alonso@iberopuebla.mx indecible ¿Decir lo indecible? indecible ¿Tolerar la intolerancia? indecible ¿Tienes algo que decir? indecible @ indecible ¡ indecible # indecible ! indecible $ indecible & indecible ” * indecible. Con esta sugerente campaña, el equipo detrás de la Gaceta de Literatura IBERO nos ha citado a leernos en torno a la libertad de expresión. El esfuerzo estuvo acompañado por una de las consignas del alegato político de George Orwell sobre la libertad de prensa, contenida en la introducción —originalmente escrita en 1945, pero aparecida hasta 1972— de su célebre obra Rebelión en la granja: «Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír». Bien pudieron, bajo similar tesitura, acudir a Noam Chomsky cuando señala: «Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada», o a la máxima atribuida a Voltaire. En cualquier caso, es llamativo el uso de lo testado para convocar a un ejercicio colectivo de expresión sobre la libertad de hacerlo. ¿Signo de los tiempos? ¿Acaso una insinuación de que hoy en día es más lo que desconocemos o se permite conocer que aquello a lo que podemos acceder —una dimensión, por cierto, del derecho a la libre expresión? ¿O bien una provocativa forma de aludir a los discursos que por falta de orientación o convicción preferimos no aceptar y censurar? A esta última cuestión pretenden sumar estas líneas liminares. Los límites de la libertad de expresión no son únicamente motivo de denuncias y acusaciones, sino también de reflexión y deliberación. Apenas poco más de una década atrás, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos organizó una serie de talleres entre personas expertas de diversos países del mundo alrededor de la prohibición de la incitación al odio nacional, racial o religioso, cuyos resultados pueden conocerse en el Plan de Acción de Rabat. De acuerdo con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, junto a la propaganda en favor de la guerra, la apología del odio nacional, racial o religioso debe quedar prohibida por la ley; en tanto que la misma ley puede restringir el derecho a la libre expresión, de modo expreso y necesario —es decir, proporcional—, a fin de respetar los derechos o la reputación de otras personas. Tal norte, de manera sintética, es parte de lo que el derecho internacional establece en líneas generales, lo que
no quiere decir que esté exento de interpretaciones y problemáticas. A la luz de estas directrices, el derecho a la libertad de expresión protege las ideas y opiniones molestas, escandalosas, ofensivas y hasta embusteras que pueden disgustarnos, generar rechazo e incluso condena pública. Se hace problemático cuando quien las pronuncia es una autoridad pública u otra persona que hace uso de recursos públicos con tal propósito. Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) ha resuelto que las personas funcionarias públicas están obligadas a una mayor diligencia a la hora de pronunciarse sobre asuntos de interés público: «en atención al alto grado de credibilidad del que gozan y en aras de evitar que los ciudadanos reciban una versión manipulada de los hechos». Por lo que hace al grado de exposición de las autoridades públicas, la misma CoIDH ha determinado que en una sociedad democrática estas personas están más expuestas al escrutinio público. Lo que patentemente debería quedar fuera son los discursos que incitan a la discriminación, la hostilidad o la violencia —que estigmatizan y deshumanizan—, incluyendo aquellos que pueden disfrazarse de crítica mordaz. ¿Pero qué pasa cuando se recurre al discurso de odio para restringir la disidencia hacia el poder? El Plan de Acción de Rabat coloca un umbral alto para interpretar las restricciones a la libertad de expresión, tomando en consideración el contexto, la intención, el contenido, la extensión, la condición de la persona oradora y la probabilidad de que el discurso pueda incitar a una acción contra un grupo específico. Ante intentos orientados a acotarla, la libertad de expresión ha de prevalecer mientras que su uso no esté asociado a un acto de violencia. En un año electoral como este, conviene tener presente que sin libertad de expresión no es posible informarnos y exigir al poder público una completa rendición de cuentas. Asimismo, resulta clave no perder de vista que este derecho no tiene solamente una dimensión individual, sino también una colectiva, en el sentido de que sus violaciones afectan a las personas lesionadas y al conjunto social por perjudicar el libre flujo de ideas y opiniones. Tal es el caso del contexto hostil y letal para la prensa en México¹. Como lo resume Amnistía Internacional: «poder expresarnos libremente es una necesidad ciudadana. El poder transmitir nuestros pensamientos, ideas y opiniones siempre que no implique un delito de odio debería ser aceptado». 1. Véase en el informe «Violencia contra la prensa en México en 2023: ¿cambio o continuidad?» de la organización Artículo 19.
Arath Alejandro Cantú González arath.cantu@iberopuebla.mx Realizo el trabajo de oficina usual, sin gran preocupación, esa es la manera de hacerlo. Abro así la primera carpeta con una fotografía anexada: «Encuentran cuerpo de periodista en medio del zócalo». Visiblemente le han arrancado un brazo, parece ya no tener ojos y los contenidos rosados de su cabeza salen por una abertura. ¿Existirá algún homicidio lindo? Prefiero observar mi placa: «Comisionado», esa es la palabra grabada en bronce. Hace unos meses era solo un triste superintendente. También he conseguido algunos kilos de más, pero mi mayor preocupación es si me irá bien esta noche. ¿Tendré suerte en la ruleta o en blackjack? Interrumpe mi pensar alguien tocando la puerta, ese escuálido de lentes es el asistente predilecto de la gobernadora. Cada que pasa lo veo con un corte o atuendo distinto. Buscan una relación cercana con el cuerpo policiaco. Yo presento la información, ellos eligen. Hoy hemos cerrado en promedio: 117 decesos, no más, no menos. Empiezo con el plato fuerte: la cifra pesada surge del descubrimiento de una fosa común. Los podridos cuerpos envueltos parecen no tener efecto. «Reciente tiroteo entre pandillas deja un saldo cargado con civiles», «Encuentran cadáveres colgados en puentes», «Asaltos a camioneros en masa». Nada le atrae. En un intento desesperado suelto la imagen del periodista. «Esto es basura». La ha dejado tirada ahí, tampoco quiero yo levantarla. Queda solo una carpeta, apenas diez casos, ni a una docena llega. Creo que ha funcionado antes, esta es mi ruleta de hoy. «Ahora, esto es perfecto. Sabíamos que podíamos confiar en ti». Deja antes de irse un sobre correspondiente a un banquete. Perfecto, plancharé mi hermoso uniforme. Al salir cierta figura con aroma a tabaco bloquea el camino. Es mi viejo compañero Antonio Loaiza, solíamos patrullar juntos. No le diría desnutrido, pese a ello es un flaco. Vestido a la antigua, saco y corbata. «¿Tom cómo puedes participar en ese circo sensacionalista? Deberíamos ponerle freno, no incentivarlo». En esta institución ni el machismo ni el desacato están permitidos, bienvenido al primer día de suspensión oficial, le respondo.
Ilustración: Valeria Alejandra Zamudio Rivero Anticuado como siempre, aún ha de usar espuelas en las botas. Le espera quedarse de mísero patrullero, a mí la gran gloria. Esas luces destellantes marcan cómo he llegado, las cámaras y reflectores caen sobre mí. El fiscal sentado al lado me hace ver delgado, todo luce tan sofisticado aquí. Apenas me percato del letrero detrás que dice: «Informe gubernamental sobre la inseguridad por Isabel Moreno». Habrán puesto su nombre por error, yo soy Thomas Boréal. Así transcurre el evento hasta llegar mi turno. Leo el papel que me han dado: «Señoras y señores, debemos reconocer los ataques hacia las mujeres como el máximo problema en nuestra sociedad. La gobernadora, el fiscal de distrito y todo el cuerpo policial perseguirá a todo transgresor. Por un mundo mejor». Abren las champañas, hay aplausos abrumadores. Me apuro a disfrutar la langosta, sus suaves interiores son un deleite. Se requiere cierto valor para decir una mentirita dulce frente a todos. Entre tanto bullicio resalta cierto sonido, solo para mis oídos, tintinea cierto timbre metálico. Volteo al escenario, era ese viejo obstinado. «¡Atención a todos! Aquí la verdad». La estadística del día acompañada de las imágenes. Los miembros faltantes y destrozados, productos del crimen organizado. Duró apenas unos segundos, le jalaron el cable. «¡Tony, olvida la suspensión, estás despedido!». Le acabo de gritar y aun así, va sonriendo con cigarro en boca. No lo comprendo, solo sé que cuando Alejandro vuelva a acercarse a mi callejón pediré uno o dos ceros extra en el cheque. Iré a jugar ruleta, necesito olvidarme de esto. Veo la entrevista al vaquero solitario, piden su declaración. «Verán que es natural cuando se exponga la verdad, arruiné ciertas narrativas construidas por nosotros. Eso causará enojo en esos escritores, distribuidores y fieles creyentes. Entiendo que la justicia sea una dama ciega, pero hay que ver más allá de lo que apoyamos en eso». Un viejo vaquero en un mundo moderno, cree que puede derrotar a los asesinos. Prefiero, como dije, largarme al casino.
Ximena Vázquez Sosa ximena.vazquez@iberopuebla.mx Los grandes se burlan de la inclusión y el avance creen que usando el arcoiris ganan perdón. El daño es menor si no se escucha nuestra voz… decir «Estado fallido» suele ser atroz. En el escenario de un México hiriente temo revelar un pensamiento diferente. Acuso a la nación por ser feminicida apuntarla con esta cámara encendida, portando verdad y protegiendo activistas. La justicia está escrita con sangre en sus leyes debido al incumplimiento de sus garantías. Este es el costo de denunciar injusticias: la vida se ha vuelto pena de quien se expresa. Ana Sofía Mendívil de Lara ana.mendivil@iberopuebla.mx Amor, tengo miedo. Es imposible esbozar los días que he tardado en transcribir estas palabras. Tengo miedo. Y, confieso, es bastante. Vive en mi pecho, cuelga de las costillas y presiona los pulmones. A veces ahorca mi corazón, como lo hacen las serpientes. Aprieta, encierra, oprime y muerde cuando trato de no prestarle atención. Temo nunca encontrar la cura. Inútilmente he tratado de hacerle espacio: inhalar profundo, vaciar el estómago, arrancar el diafragma, pero ahora todo está más comprimido que antes. En un intento desesperado de auxilio, mi cerebro abandonó lo alto de su alcoba y se acercó a la zona infectada con tal de arrancarlo de raíz. Resultó contraproducente, creo que mis pensamientos ahora viven entre mis clavículas. Mis ojos, perdidos y parcialmente ciegos, se dieron la vuelta para tratar de vislumbrar la escena, vieron a la mujer muerta y desan-
ilustración: Abby Yareni González Navarrete grada que atropellaron junto con sus bolsas del mercado. Al no haber oficiales de policía, paramédicos que limpiaran la escena ni una madre en el asiento del copiloto que les indicara que no vieran, la imagen se impregnó en mi interior. El miedo es negro y viscoso, como el resto de mis órganos ahora empapados por lágrimas. Incluso mi boca, que aún trata de gritar, se ahoga con las palabras atoradas en la garganta infectada por la enfermedad. Otra vez no puedo escribir. Mis manos aún funcionan, mis dedos reconocen la posición de las letras en el teclado, la memoria muscular es suficiente para manejar una pluma. Mi cuerpo aún puede escribir. Pero esto no soy yo. No puedo ser yo. Porque el miedo en los ojos de mi madre, el rechazo de una abuela religiosa, el desencanto de quienes me han escuchado, el silencio en el ágora, la futura decepción que causaré en todos aquellos que me esperan y el dolor fatal que sentiré cuando falle, han dado a luz a la enfermedad que me está matando. ¿Qué puedo decir? Nada. No porque se me prohíba, sino porque yo no me lo permito. Amor, tengo tanto miedo que tuve que inventarte. Crear un receptor que escuche lo que yo no puedo con estos oídos descompuestos. Y siento vergüenza [falla renal] en una cantidad impresionante. Porque he leído lo suficiente para saber [ovarios poliquísticos] que es absurdo. Para saber [tejido necrótico] que aunque me rehúse a creerlo [hemorragia interna], el miedo fue implantado por un mundo falsamente tolerante. Para saber [hígado comprometido] que puedo hablar, escribir y gritar sin que nadie me escuche. He vivido lo suficiente para reconocer [falla orgánica total] que mi cerebro está en su lugar, que mi corazón aún palpita, que mi voz suena e incluso ríe. Las amenazas de afuera se han volcado hacia dentro. Me señalo a mí, porque no sé a quién más. Y con un cuerpo que no requiere hospitalización, con una enfermedad imaginaria y con personas cercanas, aún padezco el miedo. Lo he somatizado todo. Lo siento, amor, tendré que tragarme la tinta escrita en estas hojas y esperar que nunca nadie me lea. Mientras estas palabras habiten únicamente dentro de mí, su veracidad será cuestionable.
ilustración: Valeria Contreras Santos Amelia Dionne Murillo amelia.dionne@iberopuebla.mx In this society where silence carefully hides, My words are mostly hesitant to come out. Unpopular thoughts and opinions that individuality guides, But those unspoken words that I can’t seem to shout. Opinions turned to secrets due to unknown consequences, Afraid for debates on what’s wrong and what’s right. If these get exposed, what are the expenses? There’s just rather concern for the upcoming sight. Overly scared to say the untold, What other people think concerns us too much. Millions of secrets have yet to unfold, And our opinion is left untouched. The unspoken stays hidden in silence, Waiting for a voice to rise in defiance.
Luisa Elena Soriano Ortiz 181844@iberopuebla.mx Imaginé la represión en términos de 1984, en la imagen de un Big Brother, siempre observando cada movimiento, dispuesto a silenciar cualquier voz disidente con mirada fulminante y sanguinaria. No obstante, habito en la realidad de un poder más siniestro, sigiloso. Caída la noche, cuando la pantalla es lo único que ilumina el rostro, las noticias llegan en una lógica viciosa; más migrantes, más ciudades sin agua, más niños mutilados por bombas, más escándalos en los baños y en los deportes por culpa de una comunidad desposeída. Secciones de comentarios, repletas de ignorancia y veneno, generan la coerción que conquista nuestras mentes, haciéndonos repudiar a las víctimas en lugar de los victimarios. Y el encabezado continúa echando leña al fuego. Que si los políticos esto, que si los terroristas aquello, que si los migrantes son rateros, que si, que si, que sí, todos los que te incomodan son malvados, ojetes, escoria de lo peor. Vuelvo al masoquismo para leer opiniones de desprecio, siempre intocables por las moderaciones que buscan mi muerte y la de mi comunidad, por la violencia hacia los desposeídos. Bajando con el dedo, cada vez más y más perfiles de gente repitiendo lo mismo, cual borregos, con las voces de un eco distinto enterradas en una pila interminable de basura. ¿Libertad de expresión? No. Odio. Odio justificado en el absolutismo absurdo, ignorando que la libertad acaba donde empieza la del otro y la libertad carente de solidaridad es egoísta. ¿De qué nos sirve defender este odio? ¿De qué nos sirve seguir escupiendo al mundo? ¿De qué sirve acentuar las barreras de la división por el capricho de alejar a quien no se te parece? ¿De qué sirve una libertad que excluye? La noticia incómoda termina con un suicidio a dos balazos en la nuca del periodista que la redactó. Los medios conservadores nos dicen que miles de personas tienen que morir por la economía y los liberales nos dicen que con bañarnos en cinco minutos resolvemos la crisis hídrica. Y los millones de dólares se gastan en la desinformación y no en la resolución de problemas, en la división y no en formar comunidad, en la superioridad moral que niega la riqueza de nuestra diversidad y la fuerza que emana de la diferencia. En el pseudo ensayo de estas letras, en mi tortura perpetua al leer secciones de comentarios, surge una pregunta. ¿Para quién? ¿Para los ricos que usan su dinero para desinformar? ¿Para las empresas que se acaban nuestra agua? P
Ximena Salazar Reyes ximena.salazar@iberopuebla.mx ¿Para los gobiernos que donan millones a quienes mutilan infantes con bombas? ¿Para los que prefieren que nos concentremos en la crueldad y no en el planeta ardiendo en llamas? ¿Dónde quedó la libertad de expresión del periodista suicidado? ¿Dónde quedó la de tal activista desaparecida? ¿La de quienes viven en tiendas de campaña? ¿Estará enterrada en los intereses de los poderosos o en el mar de indiferencia de Facebook? No lo sé, solo sé que el algoritmo prefiere que ignoremos la realidad por fantasías peligrosas que emergen de un mundo donde respirar aire limpio y beber agua se vuelven privilegios. Fantasías que guían a un mundo donde los únicos enemigos sean los que despojan y no los que han sido despojados de todo. Sí, pero algo acontece en el acto de abrir y cerrar los ojos, algo se desoculta y se muestra en la totalidad de quien habita los párpados calientes que han aprendido a observar entre el quilombo del tedio y entonces todo está en perfecto estado de alumbramiento y se salvan los gestos anodinos de esta nada desquiciada y yo miro con estos ojos (estos mismos) esos ojos que no son míos y algo acontece y se muestra y te miro y eres otro y yo estoy aquí [intentado reconstruir en un ejercicio contemplativo lo que me rodea] y te apareces y yo te veo y mis párpados pesan y mis manos me pesan y el cuerpo se desentraña y nada se oye y nada está aquí y ya no apareces y solo el silencio.
José María Sánchez Hernández josemaria.sanchez.hernandez@iberopuebla.mx Pocos músicos han hecho de su obra un estandarte tan poderoso que les ha costado la vida. Pocos han alzado la voz y ejercido la libertad de expresión como lo hizo Víctor Jara. Cuando Estados Unidos envió las primeras tropas a Vietnam en 1965, entrando de lleno al conflicto armado, algo inolvidable sucedió en la música latinoamericana. El sinfín de violencias y atrocidades cometidas sobre el territorio asiático, a mano de ambos regímenes, tuvo una difusión masiva en los medios y no tardó en extenderse a lo largo del mundo. Este hecho inspiró uno de los himnos más sonados de América Latina. «El derecho de vivir en paz» (1971), poema-canción escrita por Víctor Jara y dedicada al pueblo indochino, es también el nombre que se le dio al álbum que posiblemente definió la Nueva Canción Chilena. Desde el comienzo del disco, Jara dejó en claro su mensaje. Quería hacer de su guitarra un emblema de la lucha popular. Sus canciones, cuyo estilo no se limitó al folclor ni se dejó sucumbir ante las nuevas sonoridades de aquel imperialismo que tanto rechazaba, tuvieron siempre un dejo de solidaridad y de empoderamiento hacia la clase obrera y campesina. La música de Víctor Jara hizo eco de un futuro que el régimen de Salvador Allende prometía, y que tras el golpe de Estado quedó sepultado. La voz de su música fue la voz de la esperanza chilena que nunca llegó a consumarse. El músico fue detenido el 12 de septiembre de 1973 y asesinado pocos días después. Los datos de su tortura ya han salido a la luz. Víctor Jara no murió de los cuarenta y cuatro impactos de bala hallados en su cuerpo; murió tan sólo de uno, directo a la cabeza. de vivir en paz paz paz El Fotografía:Luis Poirot
Suzanne Andrey Espejel suzanne.andrey@iberopuebla.mx ¿Cómo se enuncia la libertad? ¿Y desde el ser mujer? Bella Baxter, de la película basada en el libro homónimo, Pobres criaturas, muestra parte de este proceso. Porque libertad de expresión no solo es opinar, sino que también se encuentra en el decidir, en los pasos que da una al desprenderse de todas aquellas concepciones que ha impuesto la sociedad, en descubrir el camino que cada persona puede forjar, en escoger por ella misma sus atuendos y a dónde ir. Al ir a Portugal, al quedarse en París, al regresar a su hogar, Bella Baxter ha podido generar su propia percepción del mundo; al escaparse con Duncan Wedderbun puede explorar aquellos mundos desconocidos, puede construir su vida a partir de la autonomía que deja entrever en los destinos que logra conocer y con la libertad que se manifiesta al plantar sus deseos con firmeza. Bella Baxter demuestra el ser libre en tanto acción y expresión. Con la segunda oportunidad de vida que le ofreció el Dr. Godwin, Bella no solo pudo crearse una nueva vida, sino que visibiliza la manera en que las mujeres pueden reapropiarse de la libertad que les ha sido despojada. En el «no», en el «sí», en el «me voy» y en el «me quedo», Bella Baxter enuncia «soy yo quien decide, soy yo, y nadie más, quien ejerce su libertad». Ilustración: Angie Andrey Espejel Poor Things Director: Yorgos Lanthimos Año: 2024
Illusions perdues Director: Xavier Giannoli. Año: 2021 Hace casi tres años el director y guionista francés Xavier Giannoli llevó a la pantalla grande la novela más célebre de Honoré de Balzac titulada Las ilusiones perdidas. La película homónima, ambientada en la Francia post napoleónica de la primera mitad del siglo xix, narra la historia de Lucien de Rubempré, un joven provinciano de clase baja que sueña con alcanzar a los grandes poetas del Monte Parnaso. Lucien gracias al apoyo de su amante la baronesa Louise de Bargeton, viaja a París con poco más que un poemario pueril y la ingenuidad de todos aquellos ajenos al juego político del mundo editorial. No pasa mucho para que vencido y humillado, Lucien se vea obligado a trabajar como crítico literario en un periódico, vendiendo su pluma a los intereses privados y el morbo de los lectores. Sátira del mundo editorial condicionado por la corrupción del dinero y el poder, la película debido al genio de Balzac es capaz de satisfacer a un público diverso. Desde la Emma Bovary que huye de las caricias monótonas de su novio y se refugia en historias dramáticas de amor y traición, pasando por el pseudo cinéfilo cuya crítica consiste en alabar el vestuario, hasta el petulante que en esta película aprenderá que las fake news estaban presente en la Europa del siglo xix y lo mencionará en una discusión tan prescindible como su nombre y apellido. Si me burlo e imito a aquellos que reseñan libros y películas en relación a su capacidad para identificarse con los personajes de la obra, conviene rescatar la figura de Lucien en la medida que encarna un cuestionamiento punzante a la gran mayoría de letrados profesionales: señalando a aquellos que terminan haciendo literatura basura por dinero, a los académicos mediocres que terminan acomodándose en las publicaciones que sirven menos que el papel periódico que envuelve tazas y suvenires, a las nuevas plumas cobardes y complacientes ante los dictámenes moralinos e ideológicos de la sociedad contemporánea; en suma, señalando a todos los apóstatas que escupen en los senos de la musa llamada Literatura desde la tristeza, el odio, la vergüenza, el resentimiento, la envidia y la derrota de sus ilusiones perdidas... Mauricio Escobar Liceras mauricio.escobar@iberopuebla.mx
Rosario Castellanos Figuero, 1971. Fototeca de la Dirección General del Acervo Histórico Diplomático, SRE. Diego Nava Zerón diego.nava@iberopuebla.mx Uno de los sinónimos de literatura mexicana es Rosario Castellanos, poeta, ensayista, escritora y dramaturga. La libertad de la que gozó la autora para opinar sobre sí misma mediante la poesía, muestra un claro ejemplo sobre la urgencia que presentamos de manifestar alguna inconformidad a través del lenguaje: «yo soy una señora. Gorda o flaca según la posición de los astros», o cuando dice: «soy más o menos fea» (en su poemario En la tierra de en medio, publicado en 1972, «Autorretrato»). El texto de Rosario (al igual que toda su bibliografía) se compone de un destacado uso de la palabra: los versos y las estrofas son suaves y, por lo tanto, pronunciables al momento de leerlas, hábito que es difícil poner en práctica. La autora juega con el sarcasmo, el humor, por lo que es fácil enamorarse de su manera escritural y, aunque el poema aparenta ser algo extenso, la suavidad de éste hace de su lectura un disfrute. La presencia de Rosario Castellanos en el paladar de los lectores sigue vigente por su voz que provoca un estruendo hasta nuestros días.
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