Elena Soriano 181844@iberopuebla.mx Qué pasa cuando ves al espejo y detestas a quien te mira de vuelta? Una suerte de furia por no encajar, por no tener el rosto perfecto, el cuerpo perfecto o el carisma que todos esperan que tengas. Me convierto en una presa, en un ser subyugado por un peso invisible, siempre presente e inescapable. Días de aprisionamiento en mi soledad, en el miedo de salir y no ser suficiente, de asustar al mundo con la autenticidad de mi ser. Acercándome al mundo con timidez, en espera de ser renegada, observando rostros más bellos y gente mejor vestida. Con el pensamiento constante de que todos se dan cuenta de lo profundamente miserable e inservible que soy. Ignorando toda señal de que hago las cosas bien para recluirme en la música de mis audífonos y el silencio de mi voz, con la mirada pegada al suelo. Anhelando ser amada al ocultarme, esperando encontrar cariño en las esquinas alejadas del resto del mundo. Alimentando mi miseria con cada día que pasa, con cada vez que entierro la cabeza en la almohada, testigo del llanto que no llega a sanar un alma profundamente herida por las voces de su pasado. Voces incesantes en su podredumbre. Una expareja recordándome la culpa de hacerla miserable, amigos de mi hermano callándome por tratar de hacerlos reír, mis padres regañando mi incompetencia, todas heridas de un pasado manifiesto en el espejo, en el odio autoinfligido, en las ganas de desaparecer del mundo al que no pertenezco. En espera de un escondite que me lleve a encajar por fin. ¡Y me refugio...! Me refugio en el búnker de materias y trabajos interminables, ¡deseando que el trabajo me libere del peso de existir! Haciendo las pocas cosas para las que creo que soy buena… hasta encontrarme con alguien que conoce las teorías mejor que yo o un error ortográfico en aquel ensayo aparentemente perfecto. Regresando a un ciclo interminable de dormir y despertar, sin sentir nada más que el vacío al enterrar mi nariz en los diarios del pasado, en espera de encontrar una peor versión de mí, para darme cuenta del estancamiento, de mi regresión. Pues aquel hombre que solía ser, que cesó de existir, llegó a levantarse para que el mundo lo confinara a cuatro muros y un cubrebocas. ¿Dónde quedó Luis? El que era invitado a fiestas, el que hacía amigas y salía con personas que le gustaban. ¿Por qué Elena, siendo más auténtica, es tan miserable como él? ¿Por qué soy tan miserable como cuando mi corazón fue destrozado? ¿Por qué soy tan retraída como en aquellos recreos de mi infancia distante? Del otro lado del espejo
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