María José de Lara Fernández mariajose.delara@iberopuebla.mx Aranza Minor Aguilar aranza.minor.aguilar@iberopuebla.mx En una noche de diciembre, presencié como una mujer tomó a su hijo y lo plantó debajo de un árbol. Todos dicen que fue un sueño, pero ¿cómo pueden explicar el nacimiento de aquel rosal, que nunca ha dado rosas, en escena del crimen? Sospecho que cuando el otoño nos abraza trae consigo una fiebre de nostalgia y demencia. Los demonios se persignan. Las lágrimas se desbordan de las coladeras. Las enfermedades se encarnan hasta en el cuerpo. El otoño hace que todo sepa amargo. Se disfraza de insomnio. Se pinta de silencio. Se aloja en los más recónditos miedos. Habita en las vidas nocturnas y se levanta a las tres de la mañana con resaca. Cita el salmo noventa y uno y se pone las ropas al revés. En el otoño se queman veladoras en memoria de los despedidos. Se amarran cordones rojos de lado del corazón. Los tiempos del otoño son los tiempos embrujados. Pero ya vendrá diciembre con su exorcismo para devolvernos la carne en el pan, la sangre en el vino y la sal de esperanza. Fotografía: David Arrollo Ortega
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