una sátira de la sociedad española del siglo xviii. Lo cierto es que si bien algunos grabados son fáciles de interpretar como el n.° 26 «Ya tienen asiento», en donde rodeadas por hombres vulgares, dos mujeres de vestidos cortos y piernas descubiertas tienen la silla sobre la cabeza; hay otros que escapan al terreno de la imaginación donde los protagonistas son brujas, demonios y algunas criaturas monstruosas. En algún punto de nuestro recorrido por la exposición del museo, tras haber pasado el grabado n.° 43, «El sueño de la razón produce monstruos», mi acompañante exclamó a broma que Goya seguramente estaba mal de la cabeza para hacer semejantes dibujos. No pude evitar pensar que el crítico mediocre, contrario a esta exclamación, diría más bien que todos y cada uno de los grabados siguen siendo comunes y pertinentes en un presente asaltado por la delirante vorágine de la modernidad. Aquellos que tienen presente que nada humano nos es ajeno, sabrán que decir esto es lo mismo que decir nada, en la medida que desde el retrato de una cucaracha hasta las pinceladas del arte abstracto nos interpelan de una u otra forma. Por si fuera poco, hoy en día nuestros monstruos son otros: la crisis de sentido y la incertidumbre epidémica propia del siglo xxi. Es verdad que algunas cosas nunca cambian: los monstruos siguen estando en nuestra cabeza y hay quienes se enfrentan a ellos y vencen, quienes aprender a vivir con ellos en una tregua ambigua y llena de sobresaltos, y quienes desafortunadamente terminan al fondo de un barranco. Fotografía: Paulina Martínez ávalos
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