Ojos hinchados y el sol quemándome el rostro apenas despierto. El cuerpo me pesa como si fuera ajeno y apenas es mediodía. Todas las noches, optimista, configuro mi alarma para que suene a las siete de la mañana, pero desde hace mucho no encuentro las ganas de levantarme a tiempo, ¿para qué? Llegar nunca es tan urgente. Mis amigas me arrastran a clases de yoga, meditación, taichí, danzaterapia y reboto entre espacios new age en los que la gente parece haber salido de la propaganda de Palacio de Hierro ¿Qué problemas puede tener una güera que está a mediodía en una sesión de yoga en un gimnasio de Angelópolis? ¿Qué problemas puedo tener, que, como ella, estoy en la misma clase? Entro al baño y abro la regadera. Decido seguir los consejos de una de mis amigas psicólogas (¿será que las busco así, hasta con la maestría en psicoterapia, para que practiquen conmigo?) y me decido por un regaderazo con agua fría. Paola me dijo que así me acostumbraría a la incomodidad: practicando estar en calma en un espacio en el que, aunque tengo el control decido no tomar lo que me gustaría. Frustrar mi deseo y bajar la temperatura. Debajo del chorro de agua aún tibio pienso que es un ejercicio idiota. De por sí la vida no me da lo que quiero, ¿y ahora vengo a tratar de ser irónica conmigo y hacerme sufrir por simple hastío? Aun así, respiro profundo y modulo la temperatura del agua para que esté fría. Se me olvida cómo funcionan mis pulmones y trato de jalar más aire, la espalda se me entume como a una abuela, ¿cuántos años tengo?, ¿en qué momento dejé de preocuparme sólo por ser bonita y comencé a fastidiarme con estos síntomas que se le parecen tanto a la vejez? Mi cuerpo es el de una mujer joven de veinticuatro años, diferente al cuerpo de cuando tenía quince y los senos se me estaban desarrollando y lo miraba tanto. Siempre he creído que el momento en el que una se da cuenta de que las chichis le están creciendo es en el que dejan de hacerlo, son tímidas, al menos las mías ¿Con este tipo de baños se supone que voy a controlar mi ansiedad y mis ganas de matarme? Mi cuerpo es un cuerpo en medio de la neblina de la carretera que va para la Ciudad de México, un cuerpo olvidado, cuerpo atropellado, cuerpo que no levantan y que se desintegra y fractura con el paso de cada llanta y se queda embarrado en el asfalto oscuro. Mi cuerpo es un cuerpo sumergido en un charco gris de Puebla, de los que apestan, de Ameyali Avendaño Coronel ameyali.avendaño@iberopuebla.mx
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