conlleva antecedentes, causas y condiciones, un nivel profundo de entrega total, la cual puede llevarnos a la ansiada experiencia de autotrascendencia. Cuando ya ha tomado lugar en una persona y permanece en ella, se convierte en el primer principio. Al estar en el amor transcurre todo: los deseos, temores, alegrías, tristezas, el discernimiento y las acciones. Asimismo, puede ser de diferentes tipos y encontrarse en diferentes situaciones: en el amor fraternal, en la intimidad de los esposos, en la amistad verdadera, en el amor a Dios y al prójimo. Cuando una persona ama, sin mirar a quién, a qué, cómo o por qué va más allá de sí misma, se entrega sin límites y autotrasciende lejos de sus convicciones, pensamientos, acciones y voluntad. En ella se instala un nuevo horizonte en el cual se resignifican los valores y el conocer. Estar en un amor sin límites puede evocar una praxis de disposición al misterio, una experiencia de lo santo, además de una conciencia intencional, la cual desemboca en deliberar, decidir y actuar de una forma responsable y libre. Esto puede relacionarse con la frase de San Agustín «ama y haz lo que quieras» pues, cuando se alcanza este nivel de conciencia, difícilmente se hará algún tipo de mal mientras se hace un juicio de valor o se toma una decisión, ya que siempre se tendrá presente el bien común y el amor al otro. El amor está presente en todo, es tan importante que existe desde las situaciones más superficiales hasta en las más complejas. Desde la perspectiva filosófica, el amor es un medio para alcanzar la autotrascendencia y la plenitud para actuar en nuestro contexto. De nada sirve que vivamos y digamos que conocemos el amor, si realmente no estamos en él, si no permitimos que transforme nuestro interior, ni hacemos algo para cambiar de forma positiva lo que nos rodea. Por ello, sería mejor pensar que amo y luego existo, porque la plenitud que nos da el amor lo cambia todo, nos reinventa radicalmente: ya no existimos para pensar o para la autorrealización, sino para amar y abrirnos a los demás, entregándonos a ellos y a una perspectiva más universal y unida con el Ser. Ilustración: Andrea Renero Ramírez
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