Encíclica Laudato Si'

63 mitarse a sí mismo al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador.49 Él está presente en lo más íntimo de cada cosa sin condicionar la autonomía de su criatura, y esto también da lugar a la legítima autonomía de las realidades terrenas.50 Esa presencia divina, que asegura la permanencia y el desarrollo de cada ser, « es la continuación de la acción creadora ».51 El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo: « La naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado. Como si el maestro constructor de barcos pudiera otorgar a la madera que pudiera moverse a sí misma para tomar la forma del barco ».52 81. El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explica49 El Catecismo explica que Dios quiso crear un mundo en camino hacia su perfección última y que esto implica la presencia de la imperfección y del mal físico; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 310. 50 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 36. 51 Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q. 104, art. 1, ad 4. 52 Id., In octo libros Physicorum Aristotelis expositio, lib. II, lectio 14.

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