Encíclica Laudato Si'

61 nificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño. Decía san Basilio Magno que el Creador es también « la bondad sin envidia »,44 y Dante Alighieri hablaba del « amor que mueve el sol y las estrellas ».45 Por eso, de las obras creadas se asciende « hasta su misericordia amorosa ».46 78. Al mismo tiempo, el pensamiento judío- cristiano desmitificó la naturaleza. Sin dejar de admirarla por su esplendor y su inmensidad, ya no le atribuyó un carácter divino. De esa manera se destaca todavía más nuestro compromiso ante ella. Un retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capacidades para protegerlo y desarrollar sus potencialidades. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder. 44 Hom. in Hexaemeron, 1, 2, 10: PG 29, 9. 45 Divina Comedia. Paraíso, Canto XXXIII, 145. 46 Benedicto XVI, Catequesis (9 noviembre 2005), 3: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (11 noviembre 2005), p. 20.

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