— 73 — Un nuevo grito contracultural y urgente: la actual ola de movilización feminista en México Mientras avanzaban esos procesos de cooptación del feminismo en los que se filtraban entre indicadores y presupuestos las demandas más radicales hasta el punto de desvencijarlas en su esencia contestaria, se constituirían a principios del siglo XX en América Latina (en especial en las ciudades) nuevas identidades feministas: identidades juveniles que abrevaban del impulso dado por la educación en condiciones de igualdad, la familiarización con el lenguaje y propuestas del feminismo y de una mirada más incisiva sobre lo que significa la transformación social en horizontes democráticos exigentes. Estamos hablando en este caso de ciudadanas que en su mayoría crecieron en espacios de mayor apertura democrática que quienes lo hicieron durante los años setenta y ochenta del siglo pasado y cuyas vidas de adultas jóvenes se han desenvuelto bajo los parasoles de las leyes que buscan la equidad entre hombres y mujeres. Tal vez por fruto de estas condiciones de los sistemas políticos y culturales, estas nuevas generaciones han logrado visualizar formas y espacios de violencia naturalizadas que tienen como base al género. El movimiento #MeToo, que denunciaba el acoso vivido por mujeres en distintos ámbitos profesionales y que se extendió por plataformas virtuales a finales del 2017, es buena muestra de la cosmovisión de esas nuevas generaciones que han sido socializadas teniendo como horizonte pautas igualitaristas para las relaciones entre los géneros. Por su parte, la denominada Marea Verde, nombre con la que se agrupan desde 2018 los colectivos que exigen la despenalización del aborto voluntario en América Latina, nos muestra una remodelación de los referentes culturales de la feminidad en la región. En análisis de su discurso es notorio que se está desestabilizando en buena parte de la población la relación directa que se hacía entre mujer y maternidad, esto seguramente bajo el cobijo de la variedad de proyectos de vida disponibles ahora para las mujeres gracias a las luchas feministas precedentes. Esa bandera revela también la presencia en la región de un debate cada vez más abierto sobre la vida sexual femenina y, todavía más, la existencia de ciudadanías activas que consideran como su derecho exigir a las instituciones la garantía del mayor grado posible de autonomía para los individuos (lo cual incluye la decisión de las mujeres de maternar o no). Una y otra propuesta contracultural, en tanto denuncian los andamiajes patriarcales y desiguales con respecto al manejo de lo masculino que aún subsisten en el trato hacia las mujeres en el mundo y en la región, atravesaron México en sus respectivos años de surgimiento e insuflaron la movilización de mujeres jóvenes que además estaban inmersas para ese momento en un entorno de altas expectativas de cambio social para el país y que en lo particular estaban consternados por la constatación de una violencia feminicida en ascenso. Si bien esos reclamos sobrepasan las posibilidades de las acciones y configuraciones estatales, y suponen una crítica a la matriz cultural de
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