La 4T bajo la lupa

— 68 — desde una mirada de mediano plazo que abarque la vida republicana de las naciones latinoamericanas, resulta notorio que la movilización de este tipo ha sido gradual y no necesariamente constante ni mayoritaria entre las mujeres de la región. No obstante, nos queda claro que el tipo de movilización que observamos en el ciclo actual, que podemos ubicar en los últimos cuatro años (2018-2021), fue fraguado por los caminos abiertos por las luchas feministas precedentes: éstas horadaron los espacios de encuentro para crear la cercanía entre mujeres, pusieron el debate en torno a las condiciones de vida de ellas sobre la mesa, propusieron un vocabulario para nombrar los fenómenos relacionados con la subordinación femenina y, también, mostraron los límites del impacto de sus acciones cuando surgen procesos de coaptación institucional, límites que ahora convocan —desde un ejercicio autocrítico— a formular nuevas propuestas que son más radicales en señalar las prácticas androcéntricas estatales no desmanteladas y el reducido alcance en materia de transformación social de las políticas públicas en las que se han descafeinado las demandas feministas de partida. Veamos pues más a detalle este proceso. El feminismo hizo su aparición en América Latina a finales del siglo XIX e inicios del XX. La mayoría de las participantes en los primeros círculos así nombrados eran mujeres de clase media, educadas y que estaban favorecidas por un clima internacional que debatía sobre la igualdad de ellas en el acceso a la ciudadanía plena (Ungo, 2000: 13-44; Evans, 1980). Ahora bien, es de resaltar que los reclamos que las feministas de este ciclo presentaron no fueron construidos con el lenguaje de la igualdad, más bien hacían una reproducción de la visión binaria y complementaria de los sexos que era tan abundante en los discursos predictivos en circulación, reivindicando y enalteciendo los roles de madre, esposa y cuidadora que se entendían como propios de las mujeres.47 En el caso mexicano, por ejemplo, este perfil del feminismo se leía en las revistas como El álbum de la mujer, Las mujeres del Anáhuac o La Mujer Mexicana, cuyos equipos editoriales estaban integrados sólo por mujeres, quienes reclamaban en sus escritos insumos educativos y económicos para que ellas desempeñaran de la mejor forma posible las labores de cuidado que les habían sido confiadas en la sociedad (Cano, 1996: 345-346). Pero éste no era sólo el caso mexicano, el tratamiento reivindicativo de este tipo se extendió para la época en la región. Haciendo uso de ese discurso sobre las responsabilidades maternales exigentes, se lograron en los años veinte, por ejemplo, modificaciones de los códigos civiles de países del Cono Sur bajo la justificación de entregar el manejo autónomo de bienes e ingresos a las mujeres pues esto les permitiría a ellas garantizar una buena vida a sus hijos. En otros casos con ese cauce fue más sencillo el ingreso laboral de mujeres en instituciones filantrópicas o dedicadas al bienestar vía cuidado de otros. Como bien lo ha mencionado Sonia Álvarez, y advirtiéndolo aquí de una vez como un 47 Para una profundización de este tipo de construcción de la mujer y de lo femenino en el caso mexicano y de su fortaleza y demanda, véase: Macías, 2002; Ramos, 2008 y Rocha, 1991.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3