— 66 — En efecto, si bien el affidamento tiene una vocación de relación cotidiana, una que se puede jugar en espacios domésticos o privados, en la acción feminista éste se toma también como base para la creación de movimientos sociales de mujeres que busquen caracterizarse por su firmeza y autonomía en la construcción de agendas de demandas relacionadas con sus condiciones de vida y que se busca presentar en el espacio público-político: la alianza cercana entre aquellas que han quebrantado las paredes de lo doméstico —entre las que existen altas probabilidades de dominios masculinos— puede devenir en potencia organizativa de mayor alcance, en fuerza y seguridad colectiva que apalancarían a sus participantes para crear propuestas de remodelación de lo público-político en general y de lo estatal en particular, bajo el entendido de que este último es un ámbito históricamente cincelado desde el punto de vista masculino y en el que se favorece a los varones en el reparto de poder (MacKinnon, 1989). Así las cosas, el affidamento tendría un doble impacto: por una parte, transforma las interacciones que establecen las mujeres entre sí y, por otra, puede variar la forma en la que ellas se relacionan con los valores socialmente objetivados en sociedades androcéntricas y patriarcales —aquellas que toman como medida de lo socialmente valioso, deseable e importante a los rasgos y labores entregados a lo masculino y a las experiencias de los varones y que, en consecuencia, les conceden a ellos los lugares de decisión última de todos los planos de socialización (Lerner, 1990)—. Esta relación íntima entre mujeres, que les invita a reconocerse entre sí y re-conocer el lugar social que desempeñan por el encuadramiento cultural que las atraviesa, puede ayudar entonces a modelar un sujeto colectivo femenino que resulta contracultural en contextos como los antes mencionados.46 Pues bien, desde el año 2019 algunos nutridos sectores del feminismo en México han hecho retumbar las calles y los zócalos citadinos con un grito insistente: “el Estado no me cuida, me cuidan mis amigas” han repetido ellas con furia, pero, sin duda, sin miedo y con ánimo de interpelación al paso de masivas e inéditas marchas tintadas de violeta y verde. Ese grito y el gran número de sus emisoras parece advertirnos de un tejido extendido de affidamento en el país en esta coyuntura. Si confiamos en el sendero que insinúa la formulación conceptual que resguarda a esta idea, según lo delineado, podemos avizorar las fuertes bases de la movilización que presenciamos: varias generaciones de mujeres jóvenes mexicanas se encuentran aglutinadas y en acción política desde afuera de las instituciones y con una postura crítica en torno a ellas y las acciones emprendidas a la fecha para responder a los reclamos de vida en equidad y seguridad 46 En diálogo con el modelo de explicación de los movimientos sociales propuesto por Alain Touraine (Múnera, 1998: 8-63) podríamos decir que al affidamento desde la estrategia feminista ayuda en la construcción de la definición del movimiento por sí mismo (permite elaborar la identidad del actor colectivo al definir necesidades vitales, modos de proceder y hasta horizontes éticos del relacionamiento), así como en la identificación de los opositores (que pueden quedar en claro al poner en común las experiencias individuales) y, por último, a delimitar un proyecto de historicidad (de organización social diferenciada) sobre el fruto de la reflexión anterior. Es pues una relación social contracultural micro que aglutina para la acción colectiva contracultural macro.
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