La 4T bajo la lupa

— 130 — rojos) y el endeudamiento externo, llevaron a que la crisis iniciada en el sexenio de López Portillo, que terminó con la nacionalización de la banca, diera el golpe de gracia al Estado benefactor dando paso, en el sexenio de Miguel de la Madrid, a su desestructuración. Con la crisis fiscal del Estado se inició un modelo de Estado en el que el mercado externo sería el actor principal, basado en la liberación de la economía que consistió en la reducción del proteccionismo a las empresas nacionales y en la privatización de las empresas (Marichal, 2003), principalmente, para desmontar las áreas de presencia del Estado en la economía y regresarlas al sector privado. Era evidente que el grupo en el poder que había sido hegemónico, había perdido fuerza y capacidad política y económica. Posteriormente, el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari fue clave para consolidar el nuevo modelo de Estado y, consecuentemente, la nueva política económica. Él tejió una gran cantidad de relaciones con actores económicos y políticos internos y externos, cambiando el rumbo del sistema político mexicano y recomponiendo el grupo en el poder. Salinas de Gortari planteaba que la crisis era resultado de las políticas seguidas por el Estado benefactor, pues el enorme gasto había generado déficit e inflación. En consecuencia, había que reformarlo, adelgazarlo y reducir sus funciones; “debía reducir el gasto público, principalmente los gastos sociales” (1). Varias críticas tenían fundamento, pero en vez de atacar el esquema de organización administrativa que estaba a la base, se modificó el modelo de Estado y su relación con la economía. El protagonismo del Estado pasaba a segundo plano, aunque mantenía el poder político. Este nuevo modelo de Estado, llamado neoliberal, sentó bases a partir del sexenio salinista y se mantuvo hasta el sexenio del presidente Peña Nieto (2012-2018). En efecto, los gobiernos de Zedillo (PRI), Fox y Calderón (PAN), y de Peña Nieto (PRI), siguieron el mismo modelo y la misma política, abriendo más la economía y a la presencia de capitales extranjeros los recursos naturales y la manufactura. Al mismo tiempo, el país vio crecer fuertemente el tráfico de drogas, la violencia, la desigualdad y los conflictos inherentes a ellos. En estas dos décadas se llevaron a cabo importantes procesos electorales que incluyeron el cambio de partido en la conducción nacional. La esperanza electoral sólo mostraba que las élites circulaban intercambiando el poder y actuando fraudulentamente cuando era necesario también en los estados y municipios. En síntesis, se puede señalar que el advenimiento del Estado neoliberal, acompañado del pacto político y electoral entre el PRI y el PAN, representó mayor desigualdad social y permitió, a pesar del crecimiento del mercado externo, la concentración de la riqueza y de muchos recursos naturales,68 en manos privadas. La promesa neoliberal de que en la medida que se generara mucha riqueza, se derramaría como fuente hacia abajo fue totalmente falsa, y de ahí la necesidad y urgencia de modificar el modelo de Estado y la política económica que se había seguido. 68 El caso del agua es muy claro al respecto, junto a los casos de ciertos sectores de la energía y del subsuelo.

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