Contratiempo
ContraTiempo | 9 OPINIÓN a mi papá, el dinero a veces me parece no ser su- ficiente, perdí, en cierto modo, el viaje que tenía planeado para junio y mi última clase presencial en la universidad, y el poco tiempo que me queda para graduarme y lo que venga después de ello me causa cierta ansiedad. Ante esto, tengo todo el derecho de quejarme como cualquier otra per- sona. Pero en estos días, al igual que todas las si- tuaciones de la vida, tengo la invitación a tomar lo mejor de lo “peor”, ya que tengo la capacidad de reflexionar al encontrarme con viejos espejos que había ignorado durante mucho tiempo. Además de esta gran oportunidad, con estos días he recuperado relaciones que sentía haber perdido o que, por la razón que fuera, se habían alejado de mi vida: mis primos y algunos tíos que, aunque no a todos los veo, están más presentes que nunca. Aunado a esto, he podido retomar acti- vidades que me gustan mucho y que normalmente no podía hacer, como cocinar, leer y estudiar mis idiomas. Con esto no quiero decir que al final de la cuarentena tengamos que rendir cuentas sobre cuántos libros leímos, ni mucho menos. Es absur- do medirnos con la misma vara o creer que si no somos productivos poco valemos. Más bien, con esto quiero decir que, mientras esperamos a que el semáforo cambie a verde, admiremos el paisaje y sostengamos las manos de los copilotos que nos tocaron. Para que así, transformados por este en- cierro, cuando regresemos a las calles, lo hagamos con un sentido cívico mucho más alto. El tiempo no se ha parado en balde sin espe- rar cobrarse nada a cambio. Y precisamente para aquellos que nunca se detuvo, se va a cobrar a lo chino. Más allá de nuestras vidas personales, los más privilegiados de esta tormenta tenemos la responsabilidad de mitigar sus estragos y de crear mecanismos solidarios que, para la próxima vez que el tiempo se detenga, lo pueda hacer no solo para unos cuantos. TODO LO DE AFUERA TRANSCURRÍA FUERA DEL TIEMPO, HASTA QUE ME HICE REALMENTE CONSCIENTE DE QUE EL TIEMPO SÍ ES RELATIVO, QUE DEPENDE DEL ESPECTADOR” quiero minimizar la labor de otros, ni mucho me- nos poner un sufrimiento por arriba del de otros. Porque seamos honestos, todos sufrimos, todos hemos perdido algo no solo en estos días, sino a lo largo de nuestra vida. Nada más que todos te- nemos temas que enternecen más nuestros cora- zones que otros. Puedo llegar a imaginar el esfuerzo de los mé- dicos, ciertos con un ego más elevado y hasta cierto punto justificable que el de costumbre, enferme- ras y del resto del personal de salud: los héroes de esta “tragedia”. Pue- do llegar a concebir remotamente el do- lor de los enfermos y el de los desemplea- dos. Pero nada obse- sionó mi mente como el sufrimiento de las pukis , porque ellas no son ancianos, ni ni- ños con discapacidad, ni son el resto de los nombrados: personas a las cuales la socie- dad realmente voltea a ver. Ellas, no me quedó duda alguna, sentían el pasar del tiempo. Por- que no hay nada más real que el hambre y la ausencia de un techo en el que vivir. Las cosas como son: es más sensato temer a morir de hambre, que a morir de una enfermedad. Con esta reflexión no pretendo enaltecer mi corazón, ni me quiero hacer sentir mejor por ser un privilegiado. Simplemente quiero disfrutar mejor de mis prerrogativas. Yo también tengo mis difi- cultades de cuarentena y también fuera de ella. Yo también perdí algo y el futuro a veces también me come vivo. Sigo sin poder comprender del todo
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