Contratiempo

ContraTiempo | 3 OPINIÓN Mary Tere Salvador Reyes Estudiante de Procesos Educativos DÍA X DE LA N i si quiera recuerdo cuándo fue que todo esto empezó, sólo sé que pareciera que ha pasado una eternidad. Un día nos notificaron que las clases se suspenderían y que pronto estaríamos de regreso en la Universidad, sin embargo, aquí estamos todavía, inmersos en la luz azul de la computadora, lo cual me resulta increíblemente frustran- te, es como si la vida estuviera… suspendida, flotando por ahí, esperando a que todo regrese a su curso natural. En fin, es una situación deprimente, más ahora que llueve por las tardes y todo queda vacío incluso los jardines de las casas. Mis días en cuarentena son bastante monótonos y has- ta cierto punto desmotivantes. Cada mañana despierto y salgo por un vaso de agua para poder ingerir la píldora que regula mi tiroides, a partir de ese momento, debo esperar una hora para poder comer algo o incluso volver a tomar agua. Siempre, después de ese pequeño ritual, abro lige- ramente la puerta del cuarto de mi hermano y llamo a mi perro, Bigotes, un schnauzer que todos los días me saluda moviendo su cola, para así salir al jardín. Alimento a mi gata, que con sus once años ya sólo duerme y come, aunque de pronto le da por vagar por el jardín o visitarme en mi cuar- to. He de admitir que su compañía hace que mis días sean mucho más alegres, sin mis mascotas quizá estaría hundi- da en la tristeza. Después del desayuno y hacer un poco de quehacer empiezo con mis tareas, las cuales parecieran infinitas. El ciclo se repite día tras día, todas las semanas. Las tardes son las que más nostalgia me traen, extra- ño enormemente la Universidad y sus colores tan bonitos en las puestas de sol. Echo de menos escuchar la música de los Miércoles Culturales, el silencio de la biblioteca y ver a los patos caminar a través de Capeltic pero, extraño aún más a la comunidad, desde los rostros de muchos estudian- tes con los que nunca hablé hasta la sonrisa de los polis de la en- trada, quienes siempre nos saludan de forma amable. Estar ence- rrada me recuerda lo mucho que nos apor- ta la convivencia diaria con otros, es indudable que los seres humanos somos seres sociables y pienso que estos días estamos dándonos cuenta de cuán cierto es eso y ciertamente lo estamos valorando. Por otro lado, la cuarentena me hace pensar en nuestro rol ante el planeta. Saber que nues- tra ausencia le ha dado paso a la naturaleza me alegra de algún modo, puesto que no dejamos de ser unos simples visitantes que, tarde o tem- prano, se irán y la Tierra seguirá aquí, con todo nuestro caos y falta de empatía. Ahora, que las personas no hemos irrumpido en espacios pro- pios de los animales y las plantas, el mundo se está dando un respiro, está descansando de los millones de humanos que lo ensucian. Si bien, me entristece no poder estar con mis amigos ni en la Universidad que tanto quie- ro, me da esperanza saber que esto no es eter- no, que pronto —tal vez no hoy ni mañana, pero pronto— estaremos de nuevo en las calles, visi- tando museos, parques, teatros, como cuando podíamos salir. El bullicio volverá y la ciudad tomará color de nuevo, estará viva y nosotros, habremos encontrado una nueva forma de vi- vir, o al menos eso espero. EXTRAÑO A LA COMUNIDAD, DESDE LOS ROSTROS DE MUCHOS ESTUDIANTES CON LOS QUE NUNCA HABLÉ HASTA LA SONRISA DE LOS POLIS DE LA ENTRADA”

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