Contratiempo
IBERO Puebla | 10 OPINIÓN A ctualmente vivimos en el mundo de los “debía”, los “hubiera” o los “sería”. Estamos experimentando con el pasado y jugando con el futuro mientras nos que- damos estancados en el presente. Menciono algunos ejemplos: me encuentro escribiendo este texto durante la que debió haber sido mi última semana de clases en la universidad; de saber que no volvería a la es- cuela como una estudiante ese jueves tan ordinario, hubiera disfrutado más de la compañía de mis amigos; de estar en el exterior, a pesar de ser una per- sona naturalmente introvertida, sería mucho más feliz. Las frases anteriores, si bien expresan deseos o remordimien- tos verdaderos, no dejan de ser falsos e irreales escenarios. Son una serie de abstractos condi- cionados por situaciones ajenas a mi persona pero que, al mis- mo tiempo, poseen un poder in- menso y directo sobre el cómo yo decido actuar diariamente. Estas reflexiones no son un destello repentino que atraviesa el abismo mental de mi cabeza, pues encuen- tro que dicho tipo de reflexiones son, por el contrario, el resultado de horas y horas de confinamiento o distancia- miento de la vida en comunidad. He podido comprobar durante las últimas semanas que efectivamente el estar Guadalupe Cedillo Mata Estudiante de Relaciones Internacionales encerrada se traduce en versiones imaginarias y distor- sionadas de nuestra realidad. Me parece curioso el pensar que puedo vivir en dife- rentes tiempos y espacios sin siquiera moverme de mi ha- bitación. Obviamente no soy la única persona en notar este fenómeno, dado que existen miles de autores que han ha- blado sobre el tema, pero ser testigo en carne propia de los trucos de la mente me genera la sensación de estar descu- briédolo por primera vez. Es así como vivo mi día a día en la cuarentena, ima- ginado lo que pude haber hecho de saber que se nos avecinaba una pandemia y planeando qué hacer una vez que ésta termine. No obstante, entre tantos lamentos y deseos, me pregunto ¿realmente había forma de prever la crisis?, ¿cuándo terminará?, ¿cómo será mi vida una vez que regresemos a las calles? Las preguntas anteriores tienen un común denomina- dor: ninguna tiene una respuesta certera y todas se cues- tionan situaciones fuera del tiempo presente. Esto me lleva a volver a analizar mis pensamientos y darme cuenta que, verdaderamente, lo que pongo a prueba todos los días es mi capacidad de controlar mi vida, la cual me ha sido arre- batada por un ser prácticamente invisible. Extraño poder decidir cuándo y cómo salir sin preocu- parme por enfermarme al otro día, anhelo el momento en que pueda abrazar a mis familiares sin pensar en que puedo contagiarlos, espero con ansias la oportunidad de asistir a mi ceremonia de graduación sin pensar en que estoy atra- pada en una especie de incubadora infecciosa. En circunstancias normales, estaría bajo mi control el decidir si salir o no, pues bastaría tener la intención de ir al cine o al parque para aventurarme afuera de mi casa; en circunstancias normales, estaría bajo mi control el decidir abrazar a un amigo o familiar, bastaría con querer hacerlo; en circunstancias normales estaría bajo mi control asistir a mi graduación para recibir mi diploma durante una gran ce- remonia, bastaría con confirmar mi participación. Hoy por hoy no tengo el control sobre ninguno de estos supuestos y creo que eso es lo que más me pesa. PERDIENDO ME PARECE CURIOSO EL PENSAR QUE PUEDO VIVIR EN DIFERENTES TIEMPOS Y ESPACIOS SIN SIQUIERA MOVERME DE MI HABITACIÓN”
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