Contratiempo

IBERO Puebla | 8 EXTRAMUROS X imena Quijano, José Antonio Parada, Francisco Tirado y José Manuel Vital. Cuatro nombres que el jueves 5 de marzo, se hicieron presentes en la voz de más de 150 mil estudiantes, que además de exigir justicia para sus compañeros, salieron a las calles con el deseo de encontrar en sus pasos la seguridad y la garantía de una vida mejor. Fue el 23 de febrero que cayó la bomba. Cuatro vidas, cuatro prometedoras vidas se fueron como el tiempo que te tomó leer el párrafo anterior, como el tiempo que pasa y aún no hay respuesta sobre lo que pasó con esas cuatro valiosas y detonantes vidas. Para el día siguiente, la indignación ya era visible, co- menzó por comunicados, continuó por noticias, por comen- tarios, prosiguió en exigencias. Para el día 26, las casas de estudios que albergaba a tres de estas cuatro vidas, la ciu- dadanía que resintió el arrebato de los futuros doctores y el trabajador que velaba por su vida y la de los demás, comenzaron a trasladar sus demandas en acciones. Paros, marchas, textos, nada parecía llenar el vacío que, como in- numerables veces, dejó la violencia. Puebla ya no se sentía segura, ni chula, ni por lejos ple- na, ya no se sentía ella. Se sentía harta, enojada, ultrajada, se sentía muerta. Esperar por tiempos mejores ya no era opción, así que salimos a hacerlos, a exigirlos. Al interior de nuestra casa de estudios, la IBERO Pue- bla, comenzó como una chispa que acabó por alimentar el gran incendio que llevamos al centro de la ciudad, nosotros y cientos de miles más. Eran las 6 de la mañana de aquel jueves y ya podía- mos ver a las masas moverse, universitarios de todo el es- tado se reunían con sus compañeros, se anotaban datos de emergencia en los antebrazos o el pecho que, aunque eran precaución, esperaban no tener que usarse nunca. Los es- cudos y nombres de universidades comenzaban a desfilar por toda la avenida Juárez: BUAP, UPAEP, UPHM, UDLAP, Angelópolis, IBERO Puebla, todos intentando mantener un orden en medio del caos, con más ganas que miedo y con más energía que la que normalmente tendrían a esas ho- ras de la mañana. Desde mi lugar apenas podía divisar la inmensidad del contingente, parecía no tener fin y espera- ba no lo tuviera. El día apenas comenzaba y las voces se juntaban, los ánimos se encendían y en nuestros pasos se sentían. Tenía que pasar algo, teníamos que ver el cambio, la justicia. No hubo miedo, más bien nervios transformados a entusiasmo después de ver que juntos, no hay nada que nos sobrepa- se, éramos invencibles, no había ni hay manera de negarlo. Paloma Fernández Peña Estudiante de Comunicación Me remito ahora a hablarle a usted lector que decidió tomar estas líneas, y quiero hacerlo para agradecerle, al igual que a la comunidad estudiantil poblana, la lucha que ha llevado años, y que espero, dure lo que tenga que durar para ver justicia por todos los compañeros y compañeras asesinados, desaparecidos, violentados. Hoy, queremos to- mar el atrevimiento de contarle lo que vivimos un grupo de estudiantes que más que movidos por el laúd del momento, esperan ver un cambio real con sus acciones: Yo soy Paloma mi estimado lector, es un gusto para mí escribirle. Soy estudiante de cuarto semestre, y en mis pla- nes futuros son que ésta no sea la última vez que me lea. Apoyé a mis compañeros de clase y pasillo a la realiza- ción de un acto de protesta en honor a nuestros compañe- ros, pero empecé a entrar más en ello cuando vi el alcance y participación de mi comunidad, IBERO Puebla. Hoy por hoy, puedo decirle que se me hace un nudo en la garganta al recordar llegar al punto de encuentro de la comunidad y desde ahí divisar la inmensidad y cooperación de todos, de ver la inconformidad de muchos, ante ciertas acciones, de no ver fin a nuestro contingente y tener que vocear al menos unas cuatro o cinco veces indicaciones de seguridad. De fi- nalmente llegar al final, y ver el pasillo de estudiantes que se formó al llegar a Casa Aguayo, recibiéndose unos a otros en- tre aplausos y porras, diciendo “lo logramos, aquí estamos”. No me queda más que agradecer desde el alma, espe- rando sea suficiente, por todo lo que esta comunidad me da y me dio. Cedo las líneas a algunos de mis compañeros de trabajo y lucha, que se quedan mis manos y motivacio- nes más grandes, equiparables a su persona. Silvana, encargada de seguridad en la marcha Esta fue la primera vez que decidí sumarme a un movi- miento, nunca me había atrevido a ir a una marcha y mucho menos ayudar a organizarla, pero cuando vi tanta solidari- dad, algo en mí despertó. Quería por primera vez plantarme, por todas las veces que callé y solo acepté la realidad. Quería cuidar a mis compañeros, estar segura de que mientras se hacían escuchar había alguien protegiéndolos, al final todos nos protegimos. Desde ese día, decidí no esperar a que las cosas cambiaran. Para mí, la marcha solo fue la chispa, fue el escenario donde presentamos ante la sociedad nuestra fuerza, para iniciar el verdadero cambio. Hoy creamos una comunidad universitaria dispuesta a luchar por la seguridad y bienestar del futuro de México. Ximena, colaboradora en la organización y participación de contingente Desde que me enteré de lo que había sucedido en UPAEP y BUAP me impactó mucho, creo que como a muchos tam- bién. El querer participar en la marcha para mí fue un acto que jamás me imaginé, el ser parte de la colaboración para la marcha en la IBERO y formar un grupo de organización como lo fue el comité fue de las mejores experiencias que tuve. No tenía miedo por ir, sino más bien, tenía mil emociones encon- tradas y el saber que el apoyo a los demás por querer hacer un cambio era de las mejores cosas que podían haberme pasado. Hoy nuestra comunidad IBERO y demás universidades estuvi- mos dispuestas a salir adelante y luchar por lo que queremos, por la seguridad de nosotros como estudiantes. Como dijimos “ni un estudiante menos, ni una bata menos”, somos el futuro de México y somos los agentes de un cambio que podemos hacer tanto las nuevas generaciones como las que siguen. LA LUCHA ESTUDIANTIL

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