Contratiempo

ARTE UNIVERSITARIO C arnal deseo, primitivo pavor sentido del pésame propio del hombre en cuya semi- lla la alegría encontró. El caballero Eras- mo de sombra metálica cabalgaba las noches oscuras guiadas por un sendero marcado por los pasos de los antiguos. Se reflejaba en él la luna, besándolo con suavidad, persiguiéndole aún a través de los pesados follajes. Los golpeteos contra la tierra forjaban hue- llas que en su pasado quedaban al avanzar ha- cia su destino, el Gran Pabellón, meta del os- curo caballero. La no- che le abrigaba como un suave abrazo de doncella, encontraba calidez en las estre- llas más que en el sol al atardecer. Alcanzó el claro de Sembrillo donde un lago besaba la tierra del bosque, la luna soberbia se acos- taba en la superficie en una sensual figura. Las riendas del caba- llero cedieron, los pa- sos del animal se detuvieron, ambos sedientos se inclinaron, bebió al lado de su animal el cris- talino líquido besado por la luna. Los borboteos del animal se detuvieron, el agua turbia quedó paralizada dibujando una luna más bella. Las patas del animal se alejaron del agua, el miedo en sus ojos era evidente, mas no abandonaría a su amo ni lo inquietaría con ruidos sin sentido. El Caballero notó la inquietud del animal, poco le importaba, mas era la preocupación por la presencia que inquietaba el más primi- tivo de sus instintos: el miedo. Un ser se elevó desde las aguas sin inquietar una sola gota, sus pies permanecieron fijos en el agua sos- teniéndole como si sólidas las gotas fueran. La sensación de ver aquella figura era inex- plicable, sublime quizás, miedo es lo más cer- Carlos de la Villa Bojalil Estudiante de Literatura y Filosofía BESO DEL DEMONIO

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