Contratiempo

ContraTiempo | 9 ACADÉMICOS M e recuerdo dentro de un vagón de un tren urbano, estaba sentado, la luz del atardecer estaba tocando mi pecho y sentía cómo calentaba mi cuerpo. En el asiento contrario se encontraba un niño, la sombra de las columnas que separan las ventanas ocultaba su rostro, hablaba conmigo, me preguntaba por qué no me agradaba estar con la gente, por qué no me daba la oportunidad de conectar con la gente, por qué me da miedo compartir mi tiempo con las personas; no respondí a las preguntas. Él siguió cuestionándome, pero ya no recuerdo más de ese sueño. La soledad es lo que representaba aquellas preguntas. Si queremos entender la conceptualización de soledad, la misma la entendemos como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía; una segunda definición que me gustaría exponer es el pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o algo. Lo que percibo de la soledad, sea voluntaria o involuntaria se encuentra en la distancia entre las personas, no hablo de la distancia física, sino de aquello invisible e intangible que separa a la gente; aquello que nos permite preocuparnos por percibirnos a nosotros mismos y percibir a otros, aquello que nos permite saber que existimos. La gente puede reducir esa distancia, pero nunca podrá atenuarse hasta el mínimo, nos separa nuestro propio ego. Al referirme con este término, hablo de lo que nos permite preocuparnos por nosotros mismos y hacernos responsables de nuestra propia identidad, así como nuestros modos de relacionarnos con el medio. Cada uno de nosotros tiene la necesidad de relacionarse con los demás, es instintivo, nuestra línea evolutiva ha prosperado gracias a las relaciones, que han tomado su propia complejidad al paso del tiempo, lo suficiente para que se les cuestione. Cada persona se ve reflejada en la percepción del otro, se permite conocer tratando de emular el punto de vista del otro, que ya en sí mismo es imposible, por obvias razones, aunque el intento sea recíproco. Entonces, puedo decir que existe un vacío dentro de las relaciones humanas, algo que permanentemente nos separa. ¿Qué me hace ser yo mismo y qué me hace ser diferente a los demás? Claramente, nuestro esfuerzo por conocernos y demostrar nuestras diferencias ante el entorno social es lo que nos hace ser únicos; todos nuestros recuerdos y experiencias conforman nuestro propio proceso de pensamiento actual, que, dicho anteriormente, nos da la oportunidad de tratar con nuestra imagen social; en pro del optimismo vagante actual, es necesario valorar nuestro esfuerzo (sea voluntario o involuntario) por distinguirnos y diferenciarnos dentro de nuestro entorno social, concediéndonos de la individualidad. *Texto escrito para la clase de Lectura y Expresión Académica REFLEXIONES EN LA SOLEDAD “Detesto quien me roba la soledad sin, a cambio, ofrecerme verdadera compañía”, Friedrich Nietzsche Por Jonathan Pérez Molina Estudiante de Ingeniería Automotriz

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