Contratiempo

IBERO Puebla | 8 ACADÉMICOS L a espiritualidad y el crecimiento de mi fe como joven católico son un componente fundamental de mi vida; hablar de las experiencias fundantes que le han dado sentido a mi caminar y, más aún, a mi caminar espiritual, es hablar de los momentos más sensibles y conectados que he tenido, en los que he reconocido la presencia de Dios de forma profunda, sencilla, momentánea y trascendente, hasta cierto punto individual y auténtica. Estas experiencias fundantes se han dado en sintonía conmigo mismo y con el entorno que me rodea, también en momentos de angustia y de mucha alegría. Tengo muy presente la etapa de mi infancia, cuando tenía entre 10 y 13 años cuando asistía al colegio marista y a los campamentos y actividades de la pastoral de la escuela, en esos movimientos aprendí de la figura de Jesús y de San Marcelino Champagnat, patrono de la escuela; recuerdo que en varias de las actividades me sentí profundamente encontrado por Dios e invitado a construir mi vida en sintonía con la propuesta de la educación marista y la del evangelio. El Instituto México de Toluca fue mi alma mater, 13 años de educación marista y de actividades de la pastoral juvenil como: amigos en marcha , ciudad nueva marista y construyeron a un joven comprometido con su fe y con la misión del colegio. Aunado a esto, desde mis 13 años de edad he participado de las misiones de semana santa con grupos juveniles como: juventud y fuego misionero, misión marista, amigos en Cristo y amor en acción. Estas experiencias, etapas y años de aprender de las comunidades, de su gente y de muchas otras personas me permitieron crecer como persona, reforzar mi fe y apuntar mi vida a la búsqueda del servicio a otras realidades y por los más vulnerables de nuestro país. Al terminar mi preparatoria decidí irme un año de servicio con el Voluntariado Jesuita México; tuve la oportunidad de compartir mi vida y aprender de la cultura popoluca y su gente en la sierra de Soteapan-Veracruz, ese tiempo ensanchó mi corazón y mis ganas por servir en otros contextos y proyectos afines, aprendí mucho de los Jesuitas, de la presencia de Jesús en los otros y de mí mismo. El voluntariado fue una experiencia que me ayudó a madurar mi espiritualidad, aprendiendo a conocerme, a comprenderme y a saberme guiar por Dios, a estar consciente de mis movimientos internos para permanecer en el amor y saberme acompañado por Jesús; después de este tiempo, el discernimiento y los ejercicios espirituales se convirtieron en una constante de mis días además de la compañía de algunos Jesuitas y otras experiencias que siguieron manteniendo mi fe y mi espiritualidad. Al entrar a la universidad me sentí vencido por la transición de haber llegado a la ciudad de Puebla y el reto que esta significaba para mi edad; mi espiritualidad y el Programa Universitario Ignaciano ayudaron a que esta etapa fuera más llevadera y sana, a que me identificara en un tiempo de formación y tomara la oportunidad de conocerme y aprender más de mí. No dejé de lado la espiritualidad ni la invitación por insertarme en proyectos de acompañamiento a otras personas yotras realidades, me seguí comprometiendo con mi formación universitaria, con mi crecimiento espiritual y con la oportunidad de vivir en otra ciudad. La universidad me ha dado la oportunidad de caminar acompañado, gracias a las comunidades universitarias de vida ignaciana, las oraciones estilo taizé y el Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano, he conocido a otros jóvenes que, como yo, se han sentido encontrados por Dios y han sentido la invitación de seguirle. La espiritualidad en mi vida se la debo a mis papás y al colegio marista. Mis padres, propiciaron que no tuviera miedo ni pena al participar de las actividades de la pastoral juvenil, me animaron a encontrarme con Dios y además de construir una espiritualidad en familia, a construir mi propio camino en la relación conmigo, con otros y con Dios. De esta manera es que mi formación en la fe y más que eso, mi espiritualidad, se ha ido viendo afectada por experiencias y etapas que desde chico me han transformado y construido como la persona que soy; hoy comprendo que mi vida se compone de muchos aspectos, desde mi trabajo hasta mi escuela, mi casa y mis amigos son características que disponen mi día a día, sin embargo trabajar mi espiritualidad se ha convertido en una característica que mantiene mi vida en orden, mi corazón contento y mi sentido de vida en flote, recordando y reconociéndome siempre con la invitación de -mi principio y fundamento- poner mis habilidades y mis pasiones al servicio de Dios y de los demás para acompañar y permanecer en la propuesta de vida de Jesús. * Ensayo realizado para la asignatura Fe en América Latina del Área de Reflexión Universitaria impartida por la Dra. María Belén Castaño Corvo. Otoño 2019 Por Juan Pablo Estévez Naveda Estudiante de Arte Contemporáneo MI ESPIRITUALIDAD

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