Contratiempo
10 L a crisis ambiental contemporánea es la mayor amenaza que afecta a la humanidad en toda su historia. Contami- nación de ríos, mares, destrucción de hábitats, pérdida de biodiversidad, y muchos otros desastres ecológicos se obser- van por doquier. Me sorprende que estemos causando tales da- ños de magnitudes desproporcionadas en estos tiempos de la “razón triunfante”, como si desconociéramos las implicaciones de las acciones generadas. Lo cierto es que la suma de co- nocimientos alcanzados en estos últimos dos siglos sobrepasa largamente todo lo que había podido conocerse anteriormente, y sin embargo lo irracional es más actuante que nunca. He dedicado tiempo pensando en esto, tratando de enten- der el porqué de esta actitud violenta, de falta de respeto hacia otros seres vivos. Antes pensaba que se trataba de un proble- ma de ignorancia o desconocimiento, pero luego me di cuenta de que la inconciencia ambiental y la insensibilidad, no discrimi- nada entre profesiones, nivel socioeconómico o grado de estu- dio, y aún entre los biólogos, gremio al que pertenezco, estaba presente la frialdad y la visión mecanicista de la naturaleza. Una percepción de “naturaleza máquina”: sistemas ecoló- gicos compuestos por un conjunto de “piezas” (animales, plan- tas, tierra, agua, etc.), las cuales se saben necesarias para su funcionamiento, pero nada más. Una visión equivalente a la de un mecánico, que conoce el mecanismo de un vehículo y el rol de cada pieza para que éste opere correctamente. Entonces comprendí que los conocimientos por si solos, no son suficien- tes para garantizar un cambio de acción. La problemática socioambiental es una evidencia de la necesidad de un cambio en nuestros enfoques. Es tiempo de reflexión. Es tiempo de cuestionar con más fuerza a la racio- nalidad de la modernidad, y de asignarle más importancia a fundamentos éticos filosóficos y a otros aspectos que pudieran servir de impulso para encausar nuestro rumbo y posibilitar una relación más armónica y de respeto con nuestro entorno. Los daños que hemos hecho y le hacemos al planeta reve- lan en gran medida, la manera en cómo lo percibimos. Detrás de cada acción se esconde una cierta lógica y visión del mundo. La visión sagrada de la tierra se esfumó en la modernidad, y la cien- cia contribuyó con la perspectiva mecanicista de la naturaleza, en la cual ésta se concibe como una máquina, que puede ser descom- puesta en piezas para conocerla y conquistarla por la metodología científica, observándose separada del hombre, como un instru- mento a merced de éste para alcanzar su idea de “progreso” basado en un crecimiento ilimitado de los bienes materiales. La imposibilidad de respuesta ante los desafíos sin prece- dentes de este mundo problematizado, manifiesta la necesidad de concebir un nuevo modo de pensar que posibiliten la cons- trucción de un conocimiento más interconectado con la reali- dad y la vida misma. Se ha pretendido, mediante el paradig- ma científico tradicional (empírico analítico), subsumir bajo un único método a todo saber, aplicando leyes generales para las explicaciones. Sin embargo, este se ha demostrado totalmente incapaz para explicar la complejidad de los procesos típicamen- te humanos. Las evidencias muestran que la ciencia y el pensamien- to racional no son suficientes para sostener a la humanidad y transitar por el camino de la sustentabilidad, por lo que es tiempo de considerar seriamente, otros aspectos, que, aunque intangibles, forman parte de la realidad humana y determinan su conducta, tal como lo es la dimensión espiritual. Es tiempo de dejar las visiones simplistas en torno a la ciencia, considerándola como la única vía para comprender los problemas, y encontrar soluciones. No podemos relegar al in- fierno de la subjetividad a todo conocimiento diferente al cien- tífico y rechazarlo con desprecio, sobre todo considerando que la ciencia emerge de un paradigma humano, pues si reflexio- namos sobre el conocimiento que actualmente poseemos, nos daríamos cuenta que este sería diferente si hubiéramos vivido en otra época. Cada orden civilizatorio o estructura histórico- social establece su propia racionalidad (modo de pensar y co- nocer). Las respuestas a las preguntas que se plantea el huma- no están condicionadas entonces por dicha racionalidad, y las distintas formas en las que esta se despliega son los paradig- mas, los cuales pueden concebirse como un modelo de acción para la búsqueda de conocimiento. Los paradigmas muestran la diversidad de las formas de conocer de una época y cada uno de ellos constituye un modo común fuera del cual no es posible conocer. Es por lo tanto fundamental, distinguir la naturaleza relativa de todo paradigma y tener claro que a través de este no se obtiene una descripción exacta de la realidad. En este sentido, decir que la ciencia es totalmente objetiva, siendo la única forma de obtener conocimiento, y a través de la cual va- mos a conseguir la solución a los múltiples problemas, sería un planteamiento ingenuo. Urge entonces ampliar la mirada de lo que se considera realidad a fin de aumentar el rango de acción sobre el que es posible generar un cambio en beneficio de la humanidad y del planeta. Asimismo, se deben considerar otros elementos que, aunque inaccesibles a la medición científica, forman parte de la realidad humana, como lo es la Espiritualidad, pues ésta influye no solamente en la experiencia más intima de las personas, sino también en sus comportamientos y en el modo de relacio- narse. [Continúa...] Crisis ambiental: la urgencia de otras visiones Por Gabriela Pérez-Castresana | Académica de tiempo del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga, S.J. Puedes leer el texto completo en nuestra página web: http://www.iberopuebla.mx/contratiempo Opinión
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