Contratiempo

4 5 En la Ibero En la Ibero Fotos por: Ibero Prensa L a Campaña Consumidores Responsables es una alterna- tiva para renovar el armario sin tener que comprar ropa nueva. Encabezada por Mariana Plauchud, estudiante de Diseño Textil, esta campaña busca crear conciencia sobre el abismo entre el consumidor y el origen de las cosas a través de brindar información sobre cómo ser un consumidor responsa- ble, así como de las prácticas que se llevan a cabo dentro de la industria textil y el fast fashion. Asimismo, también invita a investigar un poco sobre la vida del producto que compras y a producir menos basura de una manera “muy cool”. Para la segunda edición del intercambio de ropa, se acepta casi cualquier tipo de ropa y todas las tallas (incluyendo pequeñas y extra grandes) para mujeres, hombres y niños; además de zapatos (nuevos), corbatas, bolsas, cinturo- nes, chamarras, sacos, trajes, camisas, bufandas y más. La propuesta es intercambiar ropa que también usarías, con las siguientes características: Consumidores responsables Por Alejandra Parker Díaz | Estudiante de Psicología 1. Ropa que esté como nueva. 2. Impecable: recién lavada, doblada y planchada. 3. Cualquiera estaría feliz de usarla. 4. No está en mal estado: desgastada, deslavada, no tiene hoyos ni bolitas. Si quieres participar lleva tu ropa en una bolsa con tu nom- bre, antes del 13 de abril al Centro de Participación y Difusión Universitaria (R205-C justo en frente del elevador de La Lon- ja, en el segundo piso) o en la recepción del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura (Edificio H, segundo piso) de 8:00 a 14:00 y de 15:00 a 17:00 horas Se darán puntos con base en la calidad y cantidad de ropa que lleves, mismos que te serán entregados el día del evento, 19 de abril a las 10:00 en el salón J118 en el IDIT y podrás gastar en el bazar. Toda la ropa que no sea elegida el día del evento será do- nada en albergues o reciclada para obtener nuevos productos de sus materias primas. “ ¡Viene por aba- jo!” , son las pala- bras que detonan el corazón del grupo, rápidamente se di- rigen hacia las vías por las que transita “La Bestia”, un ferro- carril que, además de transportar car- gas a sus múltiples destinos, alberga esperanza, historias desgarradoras y un sueño que ha toma- do sin mesura las vi- das de las personas que lo han pretendi- do alcanzar. Los cambios abruptos de clima, la inminente caída fulmi- nante y el miedo de persecución son sólo algunas de las condi- ciones que forjan la realidad que viven los pasajeros fantasma que transitan en los techos de los vagones del tren. El grupo se prepara, se colocan con separaciones conside- rables para poder completar la labor de la manera más eficiente posible. El riesgo que se toma es grande, un paso en falso y su humanidad podría cobrar hasta su propia vida. Se organizan las cajas que contienen los víveres, pueden considerarse como una pequeña flama que ayuda a alimentar el fuego de la esperanza. Se avecina “La Bestia”, retumba su silbato en la inmensidad. Avisa al grupo que es momento de actuar. Decenas de manos extendidas se pueden observar desde lo lejos, todas y cada una de ellas esperan una señal, un auxilio, ya que han escuchado a lo largo de su trayecto que llegará un momento en su viaje en el que se encontrarán con sus hermanas, Las Patronas. Con sus manos alzadas se preparan a socorrer. Las Patro- nas cargan consigo un símbolo de solidaridad, intercambian con los pasajeros un gesto de humildad, un servicio que nadie so- licitó, pero que demuestra una naturaleza que muchos se han empeñado en olvidar. Esa, junto con muchas otras historias, son las razones por las cuáles el servicio social se implementó como un requisito indispensable en el país. Muchas instituciones han olvidado que el sentido de ese requerimiento es una necesidad de marcar una diferencia en nuestra comunidad. El pasado 5 de febrero tuve la oportunidad de visitar la lo- calidad de La Patrona, ubicada en el estado de Veracruz. Misma que alberga a un grupo de mujeres que desde hace 23 años decidieron no quedarse con las manos cruzadas. Bien sabemos que su labor consiste en brindar un servicio a los migrantes que vienen desde el sur, pero pocos conocen en serio que se siente estar inserto en su albergue. Todos somos familia Por Luis Emilio Cantalapiedra Rodríguez | Integrante de Acción Social Ibero Junto con el equipo de voluntarios, nos adentramos a una de las experiencias más satisfactorias que he tenido. Hacía unas semanas antes de eso, lo único que escuchaba de México eran historias de terror que me quitaban poco a poco la esperanza que tenía en el país, asaltos, fraudes políticos y cientos de testi- monios que hablan de personas a las que simplemente ya no les importa lo que nos deparará el futuro. Nuestra tarea fue encontrar testimonios reales que nos hi- cieran olvidar todo eso, nuestro objetivo era difundir con la socie- dad que aún hay gente que quiere hacer que las cosas cambien, gente que trata a los demás como hermanos, sin importar sus orígenes. Tal es el caso de Norma Romero. Mi primera impresión de ella fue aquella de una persona humilde, que tiene una cierta chispa que te hace sonreír. Con ella tuve la oportunidad de ha- blar sobre la razón de su labor, mencionó que ella jamás ha vis- to a los migrantes como foráneos, sino como hermanos que se encuentran en un viaje que va más allá de la bestia. Ella fue la que comenzó la labor hace ya casi 23 años, su trabajo y esfuerzo ha pasado las barreras internacionales, llegando a los corazones de Francia, España, entre muchos otros países que creen plena- mente en su sentido humano. Posteriormente tuvimos la oportunidad de hablar con dos personas que llevan entre ambos más de dos años y medio ofre- ciendo su servicio a las patronas. Don Toño, una persona de me- diana edad, que perdió su trabajo en el Estado de México debido a recortes de personal, lleva 5 meses viviendo en el albergue, aprendiendo de Las Patronas y enseñando a los voluntarios los procedimientos que se siguen al momento de ofrecer la ayuda. El segundo, Ulises, un joven que después de egresar de la Universidad decidió poner sus manos en servicio de la comunidad y decidió quedarse en el albergue por un tiempo para poder apren- der todo lo que pudiera, han pasado dos años desde que tomó esa decisión y no tiene planes para salir en algún momento cercano. Después de hablar con los voluntarios, nos aventuramos a la parte más dura del viaje. Siete migrantes se encontraban vi- viendo dentro de la casa en ese momento, todos provenientes de Honduras, antes de compartir unos deliciosos tepejilotes ca- peados con ellos, tuvimos la oportunidad de platicar con algunos de ellos. El testimonio más duro que escuché fue de Francisco, un hondureño que comenzó su viaje hace casi más de un año. Des- pués de contarnos de su labor dentro de un albergue en el esta- do de Chiapas. Nos mencionó que Honduras, así como muchos países de Latinoamérica se encuentra bajo un estado cercano a una guerra civil, mismo que no se presenta en muchos de los medios de difusión y que tuvo que salir huyendo de su país bus- cando un futuro mejor. Llegó a La Patrona por medio de autobús, el mismo se categorizó como afortunado, ya que no había viaja- do encima de “La Bestia”. Esa razón lo hizo sentir empatía con sus hermanos y ha estado dando sus manos al servicio de las patronas por el simple hecho de ayudar. Pocas veces tenemos la oportunidad de silenciar aquellas voces que nos dicen que no tenemos remedio, que el país se en- cuentra bajo un estado de decadencia social. Pero hay ocasiones en las que tenemos la oportunidad de compartir experiencias con personas que nos recuerdan que aún tenemos salvación. Las Patronas nos demuestran que la ayuda puede venir desde cualquier lugar y que podemos marcar una diferencia si trabajamos juntos y nos tratamos como lo que somos, una gran familia. Su pequeño grano de arena ha hecho que la sociedad mexi- cana recuerde su espíritu solidario. Su respuesta a la adversidad nos hace reencontrarnos con nuestros orígenes, nos demuestra que a veces hay que romper las reglas para auxiliar a quienes están en peligro, como cuando un ciudadano común entra a un edificio en llamas para salvar la vida de un niño, o cuando nos adentramos juntos en el caos para levantar a un hermano de entre los escombros. Las acciones de este grupo nos inspiran al cambio, a conver- tirnos en una sociedad inclusiva, con la capacidad de romper las barreras geográficas y recibir a los demás como iguales, compar- tir experiencias y crecer juntos.

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