Contratiempo

Arte y Cultura 6 7 Recomendaciones de alimentación para pacientes con autismo Por Andrea Cacho, Pamela Rodríguez y Alexandra Muñiz | Estudiantes de Nutrición y Ciencia de los alimentos Académicos ¿ Qué es el autismo? Es un trastorno cerebral que afecta tres áreas del desarrollo: la comunicación, la interacción social y el juego creativo o imaginativo. La alimentación de las personas que padecen autismo debe ser variada y completa, los micro y macronutrimentos de- ben estar de acuerdo a lo requerido por la edad, peso, altura, sexo y actividad física. Debido a que los pacientes pueden tener sensibilidad e in- tolerancia al gluten, otras intolerancias alimentarias, alergias y anormalidades en la microbiota intestinal, se recomienda que esta población siga un régimen alimenticio específico con las siguientes características: ● Evitar productos lácteos y los cereales que contengan gluten como el trigo, avena, cebada y centeno, ya que éstos no pue- den ser digeridos. ● No utilizar colorantes, preservantes, aditivos y edulcorantes artificiales. ● Limitar el consumo de azúcar a máximo 25g al día (Defilippis, 2012) (Anónimo, 2015). En el trastorno del espectro autista o autismo, se han descrito cuadros de desórdenes de alimentación como: - Alteraciones sensoriales: pueden desarrollar un problema de alimentación, ya sea porque algún alimento no sea de su agrado por su color, olor, textura y temperatura. En cuanto al apetito, existen personas inapetentes o por el contrario que presentan elevado nivel de ansiedad que se calma con la in- gesta de alimentos (Comin, 2013). - Hipersensibilidad: Las personas con autismo presentan una mayor sensibilidad a sabores picantes, ácidos y fuertes (li- món, quesos azules), tienen gusto por alimentos crujientes y bebidas gaseosas y tendencia a ingerir alimentos muy ca- lientes o fríos. Puede haber presencia de abundante babeo (Comin, 2013). - Hiperselectividad: Las personas con autismo son muy selec- tivos en la elección de sus alimentos, puede haber rechazo absoluto de probar alimentos nuevos, obsesión por los mis- mos alimentos ya conocidos, adherencia a determinadas texturas, sabores, olores y temperaturas y a determinadas marcas o envases comerciales (Comin, 2013). - Alergia alimentaria: Las personas con autismo son sucepti- bles a alergias alimentarias. Los alimentos que suelen pro- ducir mayor alergia son leche, huevo, melón, pescado, kiwi, plátano, nuez, sandía, cacahuate, manzana, tomate, piña y avellana. (Comin, 2013). - Intolerancias alimentarias: Una intolerancia es la reacción del organismo a determinados alimentos que provoca moles- tias como dolor abdominal, gases, diarrea y en algunos casos acompañado también de náuseas y vómito (Zugasti, 2009). La intolerancia más importante presente en el autismo es aquella a la lactosa o intolerancia a las proteínas de la leche de vaca. En la primera sucede la aparición de síntomas como vómito, dolor abdominal o gases; en la segunda comúnmente es pasajera y desaparece con el tiempo (Comin, 2013). Los alimentos que se recomiendan para la dieta de los pa- cientes con autismo son: Cereales y tubérculos - Cereales: maíz, arroz, quinoa, maicena, cereales de maíz, fideos de arroz, pan y galletas de harina de maíz. - Tubérculos: papas (Defilippis, 2012). Verduras y frutas frescas - Verduras: espinaca, acelga, lechuga, apio, perejil, cilantro, albahaca, zanahoria, alcachofa, berenjena, brócoli, espárra- go, cebolla, tomate, pimentón. - Frutas: manzana, pera, naranja, mandarina, limón, papaya, piña, durazno, ciruela, cereza, arándano, pomelo (Defilippis, 2012). Sustitutos de lácteos y huevos - Sustitutos de lácteos: leche de soya, tofu, fórmulas lácteas sin lactosa, leche de almendras. - Huevos: huevo entero o clara (Defilippis, 2012). Carnes y leguminosas - Carnes: pollo, carne molida sin grasa, pavo (desgrasado sin piel), pescado merluza, salmón, camarón (Defilippis, 2012). - Leguminosas: lentejas, garbanzos, habas, chícharos. Aceites y oleaginosas - Aceites: canola, cártamo, oliva, maíz. - Oleaginosas: nuez y almendras molidas (Defilippis, 2012). Especias Anís, clavo, canela, menta, orégano, romero, tomillo, vainilla, laurel (Defilippis, 2012). Bebidas Té (infusión), agua natural, jugos de fruta caseros (Defilippis, 2012). Otras recomendaciones ● Consumir alimentos variados. ● Aumentar consumo de frutas (manzana en lugar de plátano), verduras y leguminosas. ● Utilizar para cocción de alimentos grasas de origen vegetal en lugar de animal. ● Aumentar el consumo de pescado, pavo, pollo y de manera ocasional de res. ● Consumir hasta 5 piezas de huevo semanales, y en caso de alergia a la yema consumir solo la clara. ● Moderar el consumo de sal. ● Moderar el consumo de azúcar como máximo 25 g al día (Anónimo, 2015). ● De preferencia consumir mermeladas, salsas de tomate, cal- dos y sopas caseras (Defilippis, 2012). Por Rayo Cruz Maleny Encendió su auto con una ligera sensación de alegría; una tí- mida sonrisa se asomó en sus labios, pero desapareció instan- táneamente cuando apenas empezaba a dibujarse. Luego se miró en el retrovisor interno y acarició el pelo que le colgaba en la frente, lo acomodó hacia atrás. “Me vendría bien un corte”, pensó. Corrió la palma de la mano derecha sobre su espesa barba para recordar cómo se estremecía la chica de anoche cuando él posaba su mejilla sobre sus senos, sintió oír de nuevo sus gemidos mas no dio sitio a los recuerdos, sólo hizo una mue- ca de victoria y una risa gutural que se esfumó por la nariz. Se veía bien. Con todo, había dormido suficiente. Se sentía perfecto para empezar el día con el pie derecho. Volvió las manos al vo- lante y puso en marcha su coche. Empezó a cantar su canción favorita. Cuando topó el primer alto aprovechó para enviar un WhatsApp a su madre que vivía en Cancún, “Ma, te aviso que voy pasar el fin en el Popo”. El semáforo dio luz verde; él ace- leró, en ese momento empezó a sonar el teléfono, era su mamá que llamaba para recomendarle prudencia y me- sura, él no atendió la llamada porque sería la misma cantaleta de siempre, sabía exactamente las palabras que las mamás dicen a sus hijos todo el tiempo. “Ya no soy un niño, Ma, este año termino la universidad”, pensó con cierta molestia en su interior. Era un chico de buena cuna, aunque sus abuelos habían tenido que hacer grandes esfuer- zos para forjar su fortuna. Además, ser hijo único le había dado la oportunidad de ingresar a una escuela de élite. Cuando él se mudó sus padres compraron una casa para que su hijo tuviera todas las comodidades propias de su clase. Pasaron unos minutos, la isla de los ricos de la ciudad había quedado atrás. Ahora iba atravesando una zona más popular, era el paso obligado para llegar a Cholula. Mientras el semáforo alumbraba su lámpara roja contem- pló con compasión y hasta cierta lástima a una mujer tzotzil que cargaba un bebé en la espalda mientras vendía dulces y otras golosinas. Durante un par de segundos miró al niño a los ojos, pero de inmediato evadió ese sentimiento que, según sus amigos de la alta sociedad, era una debilidad que caracteriza a los perdedores, entonces tomó sus lentes oscuros y se los puso y siguió su camino. En Cholula lo esperaba Néstor, el hijo de un acaudalado político poblano. Se encontraron con otros amigos de la uni- versidad, después se dirigieron a la villa turística Buenavista, un fraccionamiento campestre ubicado en las faldas del Iztac- cíhuatl. El padre de uno de ellos era propietario de un lote de 500 hectáreas en el bosque y alquilaba cabañas para la gente que suele huir del estrés citadino los fines de semana. Mientras conducía en la terracería por donde se asciende a la montaña no dejaba de pensar en una nueva aventura, pues sólo se vive una vez y había que disfrutar al máximo cada segun- do. Asumía la muerte con la más absoluta serenidad porque es el fin inevitable de toda existencia. Una camioneta lo rebasó y el polvo creó una bruma que ocultaba la panorámica del volcán Popocatépetl. Recordó una palabra que creyó haber escuchado entre las mujeres indíge- nas que vendían en el semáforo, era algo así como matla o malta, le dio por pensar en ese idioma arcaico y subdesarrollado de los indios de este país, lue- go prefirió no clavarse en descifrar palabras carentes de sentido en un mundo civilizado y completamente separado de las menta- lidades primitivas. Trató de pensar en las bellas damas que había seducido; la colección había crecido desde que una tarde de abril se iniciara con una mujer 8 años mayor a sus dieciséis. Se sentía orgulloso de su suerte. Su fama de conquistador nació desde que en la secundaria, la maestra Leticia (una mu- jer madura que rondaba los 40) se excitó súbitamente al mirar la erección impertinen- te de aquel adolescente libidinoso; la profeso- ra se frotaba los senos disimuladamente frente a la clase, parecía como si le estorbara el sostén. Todos comprendieron lo que estaba pasando porque además le cam- bió la voz y la sangre se le acumuló en el rostro. Diego y sus amigos llegaron al bosque. Bajaron al restau- rante y comieron un banquete de truchas, después tomaron una siesta. Por la tarde subieron a la capilla donde no pudieron entrar porque había un retiro espiritual de jóvenes ignacianos organizado por los jesuitas. Diego pidió a sus compañeros que permanecieran ahí acechando alguna doncella desprevenida, pero nadie salió de la capilla. Cuando el sol empezaba a esconderse detrás del horizonte decidieron bajar a las cabañas. Era uno de esos días largos del verano. Justo esa misma noche habría luna llena que ya em- pezaba a asomar su cara plateada en el extremo opuesto a la puesta del sol. El grupo de amigos empezaron a beber tequila en la terraza del restaurante, una hora después llegaron los del retiro para tomar la cena. Diego clavó los ojos en una bella mu- Continúa...

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