Contratiempo

10 11 Arte y Cultura Arte y Cultura Hago caso a la voz, me baño y me doy cuenta otra vez que nunca logro salirme con la mía. Una vez limpio, me coloco la piel y un día más ha comenzado. Basta con salir a caminar a la calle para darse cuenta que el mundo está cada vez más raro. Dicen que caminar ayuda a pensar mejor. Caminar ayuda a eso y a mucho más. Caminar es sentirse libre, triste, feliz. Caminar es sentir que, por un mo- mento, estamos solos en el mundo. Caminar es sentir que en un descuido podrás ser llevado por el viento. Caminar es cantar, sonreír, respirar profundamente, agitar los brazos en el aire, bai- lar, creer que puedes llegar a cualquier lado. Me gusta salir a caminar porque mientras lo hago nun- ca veo los mismos rostros. Salgo de casa y me dirijo a la parada del autobús; si tengo suerte no tengo que esperar mucho tiem- po. Son las cinco de la tarde, el viento sopla y me siento más vivo que nunca. En mis oídos suena un poco de música, pero decido apagarla pues prefiero disfrutar del sonido natural del mundo y el ruido de los autos entrando a Tuxtla. Junto a la parada estoy solo, pero poco a poco la gente llega de quién sabe dónde y se para junto a mí, esperando una combi o como yo, un autobús. En el instante en que termina mi espera, cinco personas abordan el camión antes que yo. Dos de ellos se detienen por un minuto o dos en la puerta buscando seis pesos para pagar su pasaje. Me pongo en sus zapatos y me siento nervioso por tener gente detrás de mí esperando; o en lugar del conductor, y me causa molestia que habiendo ellos tenido tiempo para preparar su pasaje, no se molestaron en hacerlo sino hasta estar parados en la puerta y con una fila de gente esperando subir... Mas en ese instante sólo soy yo y no me importa. Entro y me siento junto a una ventanilla del lado izquierdo del bus. Me gusta tomar el transporte público porque así logro apreciar los rostros de mucha gente, tanto de los que viajan con- migo como de los que viajan al otro lado del cristal… Con seis pesos puedo atravesar toda Tuxtla, soy consciente de ello, pero nunca he querido hacerlo. Al cabo de diez minutos llego al par- que del Cinco de Mayo y decido bajarme ahí. El Jaime Sabines me trae muchos recuerdos, recuerdos que tenían un mayor va- lor hace dos años que hoy. Al pensar en ello me doy cuenta que la vida es un chiste, veo a mi alrededor y comienzo mi caminata hacia al Parque de la Marimba. Todo luce casi tan igual como hace un año o dos o tres: Algunas tiendas cerraron, se levantaron nuevos espectaculares, el restaurante norteño de la vaquita ahora es farmacia y así con- secutivamente. A mitad del camino decido entrar a un Oxxo a comprar agua: Bonafont de un litro. “Buenas tardes”, saludo, sonrío. “Doce pe- sos”, responde. No me atrevo a juzgar a los demás, me da mie- do. Al salir veo a un viejito mendigando por dinero al otro lado de la calle y me da curiosidad ver que nadie le da siquiera un peso, o por lo menos, lo voltea a ver. Me pregunto qué edad tie- ne, por qué está allí y no en otro lugar, cómo habrá sido cuando era joven, si tendrá hijos y si sí, ¿en dónde están? La gente en vez de caminar parece correr. No como gente, como agua. Y el viejito se aleja, pero no se mueve. Yo soy gente, yo soy agua. Qué bonito cielo, qué bonitas nubes, qué bonito sol, qué rico viento. Trato de caminar con la mirada al frente, con la esperanza de que algunos ojos extraños encuentren los míos, pero nadie voltea hacia a mí y dudo de mi existir. ¿En realidad estoy ahí? ¿Caminando? ¿Por qué nadie voltea a verme? Me dis- traigo entonces y toda mi atención se posa en el gordo hombre pegado al claxon de su coche. “Muévete, que la chingada”, grita. “Pásate encima, ¿no ves que tampoco yo puedo pasar?”, le res- ponden. La serie de golpes consecuentes ocurren frente a mis ojos como si fuera lo más normal del mundo, y sin darme cuen- ta, el hombre gordo y su combatiente se alejan en la distancia sin moverse. Pocos metros más adelante, un niño se acerca a mí y ofrece bolear mis zapatos. Llevo tenis. El niño sin dejarme ter- minar de hablar, cambia la expresión de su rostro y se echa a correr. De repente, me detengo de golpe al ver a un hombre so- metiendo a otro en el suelo. “Está borracho, golpeó mi carro, alguien llame a la policía”. Continúo mi curso hacia al parque y no puedo evitar mi- rar hacia atrás para ver en qué terminará todo. Me doy cuenta enseguida que los transeúntes se detienen frente a la zona de conflicto para apreciar mejor el acto a través de sus ojos mecá- nicos. Junto a mí un cura despide con una sonrisa a sus fieles creyentes. Cuando estos se van, el sujeto pierde su alegría, sus- pira y cierra las puertas de su iglesia. Una cuadra más adelan- te, la tienda de televisiones enormes que nadie puede pagar transmite la repetición del noticiero matutino en el que hablan sobre la preocupación del mundo entero por el calentamiento desenfrenado de la Tierra en los últimos años; en la tienda de a lado, también de televisores que nadie puede pagar: Raid Casa y Jardín, Aire acondicionado marca Laspeyres 2932 y City Honda modelo 2016. A cada paso me siento más cansando y mis ojos due- len. Como si fueran las dos de la madrugada en domingo y tuvie- ra que ir a la escuela al día siguiente. Acabo de llegar al Parque de la Marimba y como de costum- bre, veo a mi alrededor buscando a algún conocido. No hay na- die. Camino hacia la repostería y está vacía. De pronto, una mu- jer de unos 40 años llega y se para junto a mí. El repostero sale de su escondite. “Me da una tartaleta de esas de ahí, por favor”, la atienden, paga y se va. El repostero, quien también ejerce de cajero, silba y se queda parado junto a la caja registradora. Su mirada por casualidad se topa con la mía: “¿Vas a querer algo?” De vuelta en el camión, sentado en la ventanilla del lado izquierdo, logro ver a una mujer de unos 100 kilos junto a su madre parada en la puerta del autobús preparando su dine- ro. Le lleva un minuto o dos. Se sientan en los asientos frente al mío y las escucho gritar y discutir sobre la necedad de ambas. Es mejor volver a casa, mejor hago sonar un poco de música en mis oídos, ¿el sonido natural del mundo qué? Por: Jimena Manterola Zemeño Estudiante de Comunicación Lo que se escucha en febrero Aunque ya haya pasado el 14 de febrero, no podemos dejar que acabe el mes sin hablar de esta fecha tan importante (bue- no, para algunos). Una fecha tan amada como odiada. Están los que se emo- cionan, los que desde un mes antes están preparando toda es- pecie de regalos para la fecha, están los que piensan en algún pequeño detalle a “veinte para las doce”; los que deciden ence- rrarse en su casa a ver películas y cenar cualquier cosa o tal vez comer mucho helado y, finalmente, están esos a los que les da lo mismo. Estén con alguien o no, lo ven como una fecha más. Lo que si no podemos negar es que esta fecha es el pre- texto perfecto para sacar nuestros sentimientos a relucir, para ilusionarnos con la idea de algún amor, o para revivir ese senti- miento de tristeza que alguien alguna vez nos provocó. ¿Y qué hay mejor que una canción para ayudarnos a volver a sentirlo o para imaginar cómo será si algún día tenemos la suerte de poderlo sentir? Hay millones de canciones que pueden hacernos sentir es- tas cosas y, sobre todo, las mismas canciones pueden provocar diferentes sentimientos de acuerdo a la persona que la escu- cha, o el momento que está pasando. Así que para ejemplificar un poco lo que se siente y cómo lo sentimos nos hemos dado a la tarea de preguntar a algunas per- sonas cuál es esa canción de amor o desamor favorita y algunos nos contaron hasta porqué. Aquí están sus respuestas: • One woman one man – Magic! | Tania Amaro, estudiante de Relaciones Internacionales. • I won’t last a day without you – Carpenters | Para Stefi Rodríguez, estudiante de Relaciones Internacionales, “esta canción tiene la letra perfecta”. • Grow up – Olly Murs | Karla Salazar, estudiante de Comu- nicación. • Pegadito – Tommy Torres | Pedro Manterola, estudiante de Derecho, la recomienda porque considera que dicha canción representa exactamente lo que es estar enamorado. • Say you won’t let go – James Arthur | Laura Díaz, estu- diante de Relaciones Internacionales. Ella considera que está muy bonita ya que es una historia de amor en donde el can- tante expresa perfectamente el sentimiento de querer estar con alguien para siempre. • Don’t go breaking my heart – Elton John | Paulina Duran, estudiante de Comunicación, cuenta que recomienda esta canción porque le gusta mucho la letra, y que la situación que describe ésta es algo que pasó en algún momento de su vida. • Cualquier forma de amor – Los Claxons | Ana Herrera, estu- diante de Economía y Finanzas. • Por debajo de la mesa – Luis Miguel | Andrés Muciño, estu- diante de Comercio. • La muerta – Kill Aniston | Para Jaime Temblador , estudiante de Derecho, la canción dice todas las cosas que puedes lle- gar a pensar pero que no te atreves a decir. • All of the stars – Ed Sheeran | Y finalmente está mi recomen- dación. Esta canción me gusta porque hace que me aventure a soñar en un amor así de bonito, en la existencia de una persona que me haga sentir todo lo que describe la canción. Si quieres escuchar alguna de estas canciones y otras más te invitamos a que busques nuestra playlist en Spotify: https://open.spot i fy.com/user/contrat iempoiberopue/ playlist/48DBWtdqZc0gquuh7C9MO4

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3