Contratiempo
Arte y Cultura 12 13 Arte y Cultura Por Adriel Caicedo Granados Estudiante de Relaciones Internacionales Por Ibero Cultura Miedo Concurso de ofrendas 2016 Me da miedo, me das miedo, me intimidas como si fueras un gran depredador, me aterra la soledad que conlleva tu presencia, esas ganas que dejas de amarte, estos labios que dejas sedientos, estas manos que abrazan tu ausencia, me das miedo, porque vienes y revuelves mi mundo, y dime, después de este revoltijo, este ir y venir con mis sentimientos ¿quién acomoda los pedazos? Me das miedo es cierto, pero más miedo es el perderte, tu ausencia en mi vida, me aterrorizas mujer, pero por favor no te vayas, acompáñame en las noches de luna, en mi soledad, en mis sueños más profundos, en los paisajes más bellos, en esta serie de casualidades a la que llamamos vida, pero por favor mujer nunca te vayas… A continuación compartimos con ustedes las calaveritas ganadoras dentro del concur- so de ofrendas artístico- tradicionales 2016, organizado por Ibero Cultura e Ibero Radio: “Ellos y Ellas por la Paz”. Primer lugar 63 Activistas A 63 activistas la parca se los llevó buscaban la paz en México y su nombre se olvidó, andaban muy revoltosos y la Ibero, los homenajeó. Los 63 que por la paz luchaban, los rondaba un alma represora que a la catrina le ganó la chamba y a ellos les llegó su hora. Y aunque la lucha no ha terminado México está indignado pues mucho bla bla bla y pocos derechos humanos. Pues, en México la paz buscaban, pero la violencia en paz... los dejó. Integrantes: Roxana Luna Porquillo, Francisco Javier Lopez Alpizar, Cruz Lilian Aguilar Cha- nez, Hugo Fernández Muñoz, Ana Patricia Hernández Barrientos, María Fernanda Castro Castillo, Hazael Juárez Huetle Segundo lugar Justicia Contra Dictaduras/América Latina La huesuda a América Latina llegó entre tanques y balas se perdió al son de la melodía: protesta, justicia, revolución la huesuda en América Latina bailó. A quien cantaba por la paz a quien escribía por la paz a quienes demandaban la paz la huesuda se los llevó. A todos juntos Catrina los hospedó en su hogar y hubo una fiesta eterna en el más allá con una sonrisa Catrina y los demás riéndose de Pinochet, Videla y Díaz Or- daz. Dolor y sacrificio por la paz el canto de la huesuda y sus amigos se hizo escuchar buscando más cantantes Catrina sigue a cuarenta y tres nuevos amigos la huesuda consigue. Integrantes: María Guadalupe Cedillo Mata, Alexa Larissa Velázquez Rodriguez, Lucero Castillo Castillo, José Daniel Arias Torres, José Rodrigo Martínez Ayala, Adriel Caicedo Grana- dos, Héctor Eduardo García Hernández Tercer lugar Feminicidios Caminaban felices por su hermosa ciudad su juventud y belleza no podían negar salían de noche sin preocupación porque sabían los valoren de nuestra gran nación. Un día salieron vestidas para impresionar sin saber que los hombre las iban a vio- lentar no fueron golpes, ni toques sino un mensaje vulgar por eso a las chicas el miedo las comenzó a acechar. Encontraron el amor de un hombre cortes, o al menos eso creyeron hasta después del mes, sus novios celosos, no las dejaban salir, les ponían nombres y no las dejaban sonreír. Tiempo después comenzaron a desaparecer, sin rastro ni importancia dejaron de ser, la parca se dio cuenta que ella no fue, sino fueron sus novios por el hecho de ser mujer. Integrantes: Nicole Merckel Niehus, Paola Via- ney Niño de Rivera Martínez, María Fernanda Salazar Luna, Fernanda Díaz Cortez, Grisel García Aguilar, Laura Elena López Cordero, Ju- lia Michel Castañeda Sánchez Por María Guadalupe Jijada Solano Estudiante de Literatura y Filosofía Tres tiros Tres tiros en la frente fueron suficientes para jamás volver a escuchar “Samuelito” en labios de mis padres. Un último con- suelo pálido “te quiero…” salió por sus frontales hasta caer en los paños sellados de estiércol. Samuel Tenorio Notorio, es mi nombre, el mayor de cuatro hombres y dos mujeres. Notorio, me llaman, según el puto ánimo de los loros de la jaula, el pueblo; Mano, para mi abuelo materno. –¡No se vayan, coman antes de irse!– exclamó mi abuelo al ver que mis padres se disponían a irse a las huertas. No tarda- ron los dos en pisar la negra y oxidada puerta en tarde muda e impaciente por el canto de las cucus. Los dos eran indefensos. Ellos procuraban por nosotros y caminaban hacia el mismo fin: ser viejos. Esta misma tarde, los compadres les llevaron al terreno que se encontraba a media hora de la casa; apenas subieron a la camioneta cuando noté que olvidaban la pintura para marcar los aguates de exportación, salí a alcanzarlos, ya no estaban. Mis viejos, de cabello fatigado con ojos amielados, trabajaban todos los días en nuestras aguacateras. Lo único que hacían era estar ocupados, lejos del pueblo. Pero no sé por qué una camioneta estacionada en la en- trada de la huerta sin placas evitaba mis pasos hacia tres árbo- les antes de mis padres. La camioneta respiraba ansiosamente como si estuviera angustiada. No hice nada de ruido. Me detu- ve; la voz suplicante de mi madre hablaba, “no pudimos juntar el dinero para pagarles… no nos maten…”, escuché. Al acercar mi rostro al árbol más cercano de donde esta- ban mis padres rodeados de tres hombres con pasamontañas y armas voluminosas, mi cuerpo quedó desnudo. Un miedo me asaltó. No dije nada. Así es, ellos llegaron por el pago mensual, a riesgo de per- der las huertas, en caso de no reunir la cantidad fijada. Los tem- plarios se cobraban con vida de los aguacateros. Pero, ¿quiénes son Los templarios? Ellos mismos. Si, señores; los más pende- jos son éstos. ¡Qué reducido, en ese momento, me encontraba en mis pies! Pareciera que el árbol que necesitaba pintarse había sido marcado de impotencia. ¿A qué se debe la desnudez cuando el terror ocupa espacio en tu cuerpo? Mi terror espasmódico alcan- zó la lluvia en el rostro de mi madre. Pum, pum, pum, pum… sonaron en sus intestinos los im- pactos de las armas de dos de esos encapuchados en la mirada de mis padres. Desde lejos sus labios, esos labios tuvieron un fin consola- dor para ella con un “te quiero…”, que ha puesto un sello imper- donable a mi corazón. Tres tiros en la frente fueron suficientes para desfallecer en la fuerza de engaño y falsa unión de la gente del pueblo. Con dos voluminosas armas extrajeras fue como vino a ocu- rrir aquello que acabo de contarles. Fotos por: Ale Parker
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