Contratiempo
6 7 En la Ibero En la Ibero Saltillo: Tierra de migrantes y encuentros sociales Un espacio de inclusión para transformar conciencias Por Iván Torres | Estudiante de Psicología Por Alfonso Vidal Morcillo | Estudiante de Ingeniería Industrial L legué a la capital del estado de Coahuila, con un frio peor que en la Ibero en diciembre con clase de siete. Sin esperar nada, sin una idea de que es lo que iba a pasar o a que me iba a enfrentar, fue la primera vez que salía de mi casa, dejando familia y amigos. Sin conocimiento alguno del norte del país, sólo las experiencias de familiares y amigos que alguna vez ha- bían estado ahí, así como los antecedentes de violencia y las situaciones que se escuchan en las noticias. En lo personal nunca pensé en trabajar con migrantes, siempre lo vi como un tema muy ajeno a mi realidad y sin mucha importancia. Llegué a trabajar a la Casa del migrante Saltillo, la cual se encuentra cerca de las vías del tren en la colonia Landín, como estudiante de servicio social. Mi primera impresión fue de desconocimiento al verme en una ciudad, y ante una situación social totalmente ajena a mí o a mi estado. El choque cultural fue algo bastante impresionante, desde salir a la calle y en lugar de ver al Popocatépetl, ver un cerro desértico, y en la calle gente con botas y sombrero de vaquero. Pensé ¿Cómo será ahora para alguien que viene cruzando dos países debajo de México? Durante el tiempo en el que tuve la oportunidad de estar en Saltillo, conocer a su gente y conocer a los migrantes de una forma directa, me di cuenta que podría decirse que hay tres bandos: el de las personas que están a favor de ayudar a los migrantes, los que están en contra y argumentan “si ya saben qué pasa, ¿para qué vienen?”, y para los que es algo sin impor- tancia. En mi experiencia personal, he conocido de todo tipo de personas en mi vida, pero puedo decir que aquellos muchachos guatemaltecos, salvadoreños y, en su mayoría, hondureños o “catrachos” como ellos mismos dicen, han sido las personas de las que más he aprendido. Gente que no carga más que una mochila con alguna ropa, a veces comida y una cobija llena de sueños y esperanzas, de una vida mejor. Una imagen que me conmovió mucho fue que un día después de una nevada a -3° grados, llegó una mujer con un niño de 5 años, quien titiritaba del frío, uno de los muchachos que ya tenía tiempo en la casa, se acercó y le regaló su gorro, un gesto que nunca me esperé de alguien que no posee nada, más que lo que trae puesto. Muchas veces no entendía ¿Por qué si sabían, que al cruzar los iban a ro- bar, torturar, maltratar, violar o incluso hasta matarlos, seguían viniendo?, como si ese fuese el incentivo. Al platicar con ellos, algunos me contaban que sobretodo en Honduras (ya que la mayoría venia de allá) las razones de tomar la decisión es multifactorial, algunos porque tienen familia allá, otros por darle una vida mejor a su familia, ya que allá la educa- ción gratuita y obligatoria es la primaria y el resto de la escolari- dad es muy cara y en cuanto a la universidad ni se diga, además de que con el sueldo mínimo de una ardua semana de trabajo, se come apenas más o menos. Otra razón es la violencia, sobre- todo causada por la mara salvatrucha, que tan solo por un pleito en un partido de futbol, te puede costar la vida a ti y a toda tu familia o porque obligan a los jóvenes a ser miembros de esta. Mencionaban que algunos estaban esperando noticias de su familia, de su contacto en el otro lado o de su coyote para cruzar; otros buscan regularizarse y vivir en México ya que co- mentan que al pasar todo lo que han vivido, ya no se quieren arriesgar, sin embargo muy pocos lo hacen porque el peso es más barato que su moneda; otros por alguna razón se entregan a migración y los repatrian a su país. Algo que es una realidad y que tuve la desgracia de ver es que aún existe la esclavitud y en mayor proporción que antes, los migrantes son una de las poblaciones más vulnerables al tráfico de personas, tráfico de órganos, trabajos forzados y pros- titución. Para la mayoría de las personas son dólares andantes. En la casa hubo varias personas con las que tuve una buena amistad, quienes me comentaron que algunos fueron víctimas de grupos delictivos en la frontera, sobre todo cuan- do buscan cruzar por Nuevo Laredo, que es tierra sin ley. Hubo un caso de una chica transexual, quien era sexoservidora en la carretera libre Saltillo a Monterrey, sus clientes principales eran traileros, en uno de los servicios que ella brindó le dieron un balazo en la mano. Otras historias comunes eran de extorsión, robos, golpizas proporcionadas por militares, policías federales, municipales y estatales. Al oír y ver los rostros de esas personas que a pesar de todo lo que habían vivido, la mayoría siempre tenían una sonrisa y una muy buena disposición para todo, a veces uno por peque- ñeces se ahoga en un vaso con agua. Sin embargo no siempre hay historias trágicas, y de corrupción; también hay muchas que dan esperanza en la humanidad. Uno de los migrantes que era cocinero dentro de la casa, me contó que una vez un chofer de una combi le quito a él y a sus compañeros todo su dinero y una señora de clase humilde les auxilió, espero a que volviera a pa- sar la combi y como pudo le reclamó al chofer, le quitó el dinero que les habían robado y se los devolvió a ellos. Alguna vez oí la frase de “ningún ser humano es ilegal” y nunca la había entendido tanto como ahora, todos somos se- res humanos, todos tenemos sueños, todos tenemos miedos, fortalezas y virtudes, no veo porque por ser de un país que tiene L a colaboración se basa en el respeto al compromiso, al tiempo, a la con- fianza, a la energía y al entusiasmo que el prójimo cree y refleja en nosotros para alcanzar un proyecto de bien públi- co. La colaboración permite la organiza- ción, la comunidad, la identidad humana, y se inspira en el espíritu de solidaridad. Esta actitud de servicio que nos ca- racteriza define nuestra naturaleza como seres pensantes, sensibles y conscientes de una realidad cada vez más difícil de comprender y tan permanentemente dis- tante a nosotros. Nos asusta y preferimos ignorarla antes que actuar. Nótese que la ironía no está en la omisión de la acción, más bien en que no comprender lo que nos rodea no es indis- pensable para tener que vivirlo. Que se prefiera y se celebre domesticarse, antes menos oportunidades nos hace menos, algo que me mencionó un buen amigo migrante es que todos somos hermanos y es cierto, yo mismo al estar allá me convertí en uno de ellos, en un migrante, en condiciones muy distintas, pero en esencia ha- bía dejado familia, amigos, por una meta y uno de los mayores aprendizajes de mi vida. Quiero agradecer a mis hermanos centroamericano: Temal, Crisantos, Lixder, Sabino, Michell, Josegera, Orlando, Marco, Adonai, Josué, Ricardo, Nery, Carlos, Edwin, Irving, Gustavo, Ely por mencionar algunos, por toda su sabiduría, consejos, risas, confianza, experiencia y cariño que me brindaron y me han he- cho ver que ser alguien pasivo a las injusticias, la corrupción y el sufrimiento de otros ya no es una opción si es que nos referimos a nosotros mismos como seres humanos… que crear un panorama distinto, uno que nazca de la comprensión y compasión ha- cia la verdad que está frente a nosotros, pero que se distorsiona por todos los an- tagonistas que disfrazan con promesas de bien y progreso una realidad de mise- ria y supervivencia. Es un hecho. Ahora, ¿por qué no pensar en un panorama cuya repercusión sea la cons- trucción de la esperanza? Quizás no vale tanto la pena como disfrutar de la dicha que sólo esta comodidad, condescenden- cia y dependencia de la que nos rodea- mos y acostumbramos, que defendemos y promovemos tan ciegamente, y que nos retribuye con quitarnos la posibilidad de dignificar la rabia, la lucha y la historia que guardamos en algún lugar perdido de nuestros recuerdos, ¿o no? Esta es una hipótesis trillada, es ló- gico llegar a esa conclusión, pero, ¿y si no? ¿Qué se obtiene al practicar la ciu- dadanía? ¿Cambiar al mundo? ¿Volverse un patriota? ¿Un héroe? Pienso que es nuestra responsabilidad como seres co- lectivos sentirnos en colectivo y creer en los principios de libertad, justicia, paz en el que nuestros padres, y los suyos, y los suyos… creyeron y por los que lucharon. Acción Social Ibero es la vivificación de este sueño humano, un espacio de jóvenes quienes creemos en este pano- rama esperanzador, y hacemos práctica de nuestra profesión para restaurar los lazos rotos con lo social y el campo. Un espacio de inclusión y compartición que no garantiza, ni busca cambiar al mundo, sino transformar conciencias que nos ins- piren, admiremos y enriquezcan nuestra fe y voluntad. Fotos por: Iván Torres
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3