Contratiempo
10 11 Arte y Cultura Arte y Cultura H elaba como sólo hiela en Apizaco. El frío y la prisa me obligaron a vestir saco y sweater, bufanda y guantes; por si fuera poco, carga- ba una enorme mochila y una llamativa bolsa de mano color café mientras corría hasta la parada de autobús. Siempre he encontrado peculiares sus olores, sobre todo con mi perruno sentido del olfa- to. Me huelen a polvo rancio y a como si estuviera escurriendo del techo una plasta de almas huma- nas. “Buenas tardes”, le digo al conductor, quien me responde con su chimuela sonrisa. Me acomo- do en el primer asiento y dejo descansar mochila y bolsa a un costado. En el espejo retrovisor veo a un hombre alto y muy delgado vestido de negro, se me figura a un alma atormentada, algo así como un buitre bien adiestrado para la convivencia social; es bien do- tado física e intelectualmente (lo presiento porque lleva La insoportable levedad del ser sobre las pier- nas). También ha de ser talentoso, pues carga una pintura al óleo cubierta con una tela blanca. Se ve callado y malhumorado. ¡Qué amargura! pienso, es un hecho que este enclenque buitre es menospre- ciado en su círculo social, sus compañeros artistas lo recriminan por no atenerse a las técnicas tradi- cionales de pintura y él les responde con la mirada altiva y rencorosa. No dudo que de pequeño fuera molestado por sus compañeros, quienes le hacían caricaturas de su larga figura en la contraportada de sus libretas, las niñas tiraban de su grasoso ca- bello y los profesores se reían de él a escondidas. Los adultos pueden ser muy crueles. Aquel rebelde siente mi mirada y posa sus ojos en el espejo retrovisor, desvío mi atención inmedia- tamente. Ese hombre amargado debe ser de aque- llos que cuando te besan se disculpan o te ataran- tan de lo mucho que te preguntan si te gustó. A su lado se sienta una señora regordeta de abrigo rojo. Se parece mucho al joven de manos pequeñas y carácter de buitre, quizá sea su madre pero a él le avergüenza tanto su mal gusto en moda que le pidió que fingieran no conocerse. Y no lo juz- go, la señora, además de un abrigo rojo cereza, vis- te una blusa amarillo huevo, unos leggins blancos y un bolso oscuro. En cuanto la vi pensé en hambur- guesas, era como tener enfrente al mismísimo Ro- nald McDonald, pero alimentado un poco de más. La señora y su hijo no se hablan. Él la juzga por sus atuendos y ella por sus desfiguradas pintu- ras. Seguramente, para molestarla, pinta mujeres desnudas y cosas blasfemas; tampoco se come los platillos que le prepara y ella termina comiéndose esa porción. Estoy mareada, se me ha hecho largo el cami- no y pensar en hamburguesas chorreando grasa me revolvió el estómago. Trato de fijar mi vista en frente, pero mis nuevos vecinos son una distrac- ción, un chico y su novia están en los asientos de al lado. Mi fila es individual, la de ellos doble. Van to- mados de la mano, pero la chica lo suelta para res- ponder un mensaje; él se inclina con la intención de verlo, ella se hace a un lado sutilmente. Para su novio no fue sutil, fue como una bofetada. Escucho cómo le dice agresivamente: “¿Con quién hablas?”, y la pobre muchacha abre tanto sus ojos que pa- recen pelotas de ping pong. Hasta yo me espanto, me arrimo hacia la ventana y espero ver salir volan- do ese celular. Si platica con un amigo no tuvo por qué tratar de ocultar lo que escribía. ¡Qué cinismo!, suelto una risita y ellos me miran feo. Disimulo qui- tándome el saco, estoy sudando de tanta presión, en cualquier momento voy a presenciar una dramá- tica ruptura. ¡Un tope! El celular cae al piso, el chico lo toma y su novia trata de quitárselo por la fuerza. El autobús frena bruscamente y mi mochila rueda un escalón. “Aquí bajo” digo triste al llegar a Tlaxcala, aunque tentada a esperarme una parada más con tal de ver cómo terminan las historias. Me pregunto si el buitre y Ronald McDonald al bajar se irían por lados separados o si caminarían juntos ha- cia una misma casa; y si el inocente celular saldría volando por la ventana o alguno de la parejita aca- baría con un ojo morado. Aquí no hace tanto frío y yo me veo chusca con tantas prendas, miro alrededor y me doy cuenta de que me equivoqué de parada. “Qué tonta”, balbu- ceo, aunque con una sonrisa traviesa coloreando mi rostro, pues estoy segura de que una parte de mí quería otro trayecto, uno donde halle personajes diferentes, quizá más llamativos, más amargados y menos gordos, menos locos, pero todavía más en- tretenidos. Unos vidrios rotos lloran tu partida Los platos se lavan tienen el perfume tú aroma masculino Las esperanzas desesperan La dicha embriaga La timidez llega hasta el final El amor blanquea En la arena del mar Frente al escritorio trazo las palabras que me dic- tan tu voz. Tú a mi lado murmullas la historia que debo de escribir, más al voltear a verte, tu suave murmullo se ha de repetir. La nostalgia de la historia posee mi escritura y tu nombre por doquier se vislumbra. Si los muertos no lloran, ¿por qué tus lágrimas me tocan? Si los muertos no sangran, ¿por qué de rojo me manchas? A lo lejos te siento mirarme, en el infierno mirar- me, en el paraíso tú me vigilas, y la historia me dictas. Me imploras perdón, puedes estar tranquila, pues vengativo no soy. La historia teñida de rojos termina, tu murmullo escucho detrás de mi escritura, volteo a verte y encuentro tus ojos. Por un momento con el rojo tu murmullo termina. Mirándome sin emoción una sonrisa esbozas, te hago una pregunta pero mis palabras ignoras. Si los muertos descansan, ¿por qué tus ojos abiertos me cuestionan? Sentada a lo lejos, inmóvil y arpía tu silueta vigila que tu murmullo sea mi escritura No parpadeas, no me respondes, solo sonriente a lo lejos permaneces. La historia termina teñida de rojos y tu murmullo me dicta poesía. Quizá quien me vigila es la historia rojiza. Te pido perdón pues estás sangrando por mis heridas, te pido perdón pues lo que he escrito es solo dolor, te pido perdón pues he transformado tus palabras de instantes en un murmullo de re- cuerdos. El Autobús Pedazos del Alma Mi Escritura Por Violeta Carrasco Jiménez Estudiante de Comunicación Por Marlene Socorro Herrera Huerta Estudiante del Taller de Creación Literaria Por Daniel Arias Estudiante de Relaciones Internacionales
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