Contratiempo

12 13 Opinión Crónicas de prisión Por: Aldo Vázquez Chávez Estudiante de Psicología T engo la necesidad de contar esto, se podría decir que es una forma de cerrar el ciclo de esta experiencia. ¿Por qué aquí? No lo sé. Simplemente siento que este es el espacio fortuito. Lo que estoy por contarles son algunas experiencias, anécdotas, reflexiones, que fueron significativas para mí du- rante mi estancia de 300 horas en un penal del estado como practicante de psicología. Cuando metí mis papeles para hacer prácticas pro- fesionales en el Sistema de Seguridad Pública del estado, mis planes eran hacer una investigación dentro de un penal, al igual que mis otros dos compañeros que se encontraban también en mi equipo de investigación. Por gracia y desgra- cia de la burocracia de nuestro gobierno la respuesta a nues- tra solicitud nos llegó cuando ya era demasiado tarde, ya ha- bíamos hecho la investigación sobre otro tema, pero a fin de cuentas llegó a mí una llamada en la que me dijeron que fui aceptado y que cuando empezaba. De los tres que éramos sólo yo tomé la oportunidad y comencé el proceso para conseguir mis papeles de asigna- ción para comenzar a hacer las horas de práctica profesio- nal. Debo decir que desde entonces ya tenía miedo y es justo también decir que el miedo comenzó desde que hicimos las pruebas y la entrevista como parte del proceso de selección nuestro examinador cerró la entrevista con algo más o me- nos así: No crean que el interno es como se los ponen en las películas… pobrecito y así, no, el interno es un cabrón, el in- terno es dios. Finalmente, después de dar vueltas por varios lugares conseguí mi oficio de asignación y entonces fui al penal. Si uno llega en auto primero es detenido en la puerta principal donde tiene que abrir la cajuela y responder a los oficiales sobre el asunto que viene a tratar; posteriormente se acerca a una serie de mostradores de madera, si es que se les puede llamar así, donde obtiene un pase para ingresar al penal dependiendo de cuál sea su asunto; posteriormente pasa a la fila y al primer filtro donde inmediatamente se encuentra una aduana en la que revisan las pertenencias que uno pueda llevar consigo y posteriormente pasa a cubículos privados en los que se realiza el cateo que en ocasiones es un tanto deficiente. Dependiendo del día y la hora uno es recibido en el penal por un ambiente diferente, por la mañana los buenos días los dan los custodios y las frías corrientes de aire que lle- nan los largos pasillos sobre los que se procura caminar a los lados, en los días de visita a uno le dan las buenas tardes una mezcla de olores en los que predominan el sudor, el cloro y comida de varios tipos. En el primer día en el que estuve conocí al jefe de la dirección técnica y a mi jefa inmediata quien me indicó que todos los días debería vestir con la bata blanca y además fui llevado a un cuarto con una cámara en donde me tomaron la foto que llevaría mi gafete. La primer pista que me llevó a en- tender que en ese lugar los internos no son los únicos prisio- neros fue la sutileza con la cual en el primer día en que llegué me tomaron fotos, me tomaron huellas y me uniformaron. Cuando comencé a laborar me di cuenta del poder que mis insignias tenían. Ese gafete era mi pase de entrada y salida del penal y, por el otro lado, la bata blanca hacía que dejara de ser quien fuera y entonces me convertía en Lic. O en su defecto en Doc. y así podía caminar por los pasillos de la cárcel mientras me abrían puertas, me cedían el paso, me saludaban sin siquiera conocerme y además de todo me temían. Ese día me di cuenta un poco del poder que la bata blanca tiene, pero posteriormente descubrí el poder humano que tiene el hecho de quitarse la blanca autoridad. Mi primera labor fue elaborar estudios de ingreso, a todos los que llegan se les tiene que elaborar tan pronto sea posible un estudio en el cual se recaban datos básicos y se hace un diagnóstico muy sencillo para determinar si hay adicciones, riesgos de suicidio, enfermedades de cualquier tipo o cualquier cosa que pueda poner en peligro la integri- dad de otros internos. Al principio parecía algo imposible hacer todas esas en- trevistas en tan poco tiempo. En promedio había 10 entre- vistas al día y la ocasión en la que más trabajo hubo, tuvimos aproximadamente 50 estudios de ingreso pendientes. Sí, pa- recía algo imposible, pero es porque al inicio uno no tiene mucha experiencia y sobre todo porque todavía uno se detie- ne mucho en la humanidad del otro cuando está empezando. Lo más difícil que recuerdo de los primeros días eran las historias de la estancia de ingresos y los mendigos. La oficina del departamento de psicología es la única que se en- cuentra dentro de la explanada del penal, así que para llegar había primero que cruzar todo el largo de aquel patio por medio de un pasillo que se encontraba separado por malla ciclónica. Mientras uno va caminando por aquel pasillo son numerosos los internos que piden dinero por diferentes ra- zones y de diferentes formas, unos le piden al Doc., otros le piden al Lic., otros al Pa’, pero cuando se tiene la plática preliminar con los jefes, a uno le indican no regalar dinero a nadie. Fue todo un reto resistirse a las súplicas, pero con el tiempo uno se acostumbra y también comienza a notar el talento de los pedigüeños del lugar para hacer tales escenas y cambiar de actitud de forma casi instantánea cuando la ma- niobra resulta infructuosa. Con relación a las historias de la estancia de ingre- sos, que son las celdas a las que llegan los prisioneros cuando recién son procesados por el sistema penal, como algunos sabrán el sistema no se da abasto al grado de meter hasta 40 personas en una celda que es para 6. A los sujetos que habitan estas celdas son a los que se les tiene que aplicar o elaborar el estudio de ingreso lo cual implica hacer pregun- tas de las cuales dos fueron las más difíciles para mí, dichas preguntas eran ¿Cuál es el delito por el que viene y cómo sucedió? y ¿ha intentado quitarse la vida o tiene intención de hacerlo? Opinión Rumbo a la cuarta temporada de House of Cards H ouse of Cards es una serie original de Netflix cuyo per- sonaje central es Frank Underwood, un político astuto que trabaja como congresista demócrata en Washing- ton D.C. y que está dispuesto a todo con tal de obtener poder. Es la encarnación de un personaje maquiavélico. Su mayor aliada es Claire, su esposa, una mujer ambiciosa. Juntos, son la combinación perfecta entre planeación y ejecución. Las tres temporadas disponibles muestran la lucha de los Underwood por obtener cada vez más influencia y poder en la Casa Blanca. Al parecer Frank y Claire no se darán por vencidos porque “el fin justifica los medios” ¿no? Próxima a estrenarse la cuarta temporada, el 4 de marzo, éstas son algunas razones por las que debes de empezar a ver a serie o bien retomarla: Describe el mundo de la política tal y como es, de una manera realista, pues todo sucede desde una perspectiva interna. Muestra lo que sucede cuando la política se mezcla con el poder, el dinero y entran en juego la lealtad así como la traición. Resaltan la importancia del periodismo y del ciberacti- vismo en su relación con la política, así como el compromi- so de ejercerlo de una manera honesta para beneficiar a la ciudadanía. Abordan el tema del poder y todo lo que lo rodea, de una manera cruda pues muestra cómo el poder acaba corrompien- do a todos y al final, eso es lo que cada uno de los personajes persigue. Se difumina la línea entre lo bueno y lo malo y ya no hay espacio para la ética. Es la lucha del poder por el poder. Es útil para entender cómo funciona la política estadou- nidense, qué mejor manera que aprender viendo una serie. En cuanto a la política externa, refleja muy bien las relacio- nes entre Estados Unidos con China y Rusia, sobre todo. También incluyen a la ONU y lo difícil que puede resultar ne- gociar en una organización como estas, además de que hacen presentes conflictos actuales como el de Palestina e Israel. Se escucha de todo, desde violaciones, todo tipo de casos de violencia y violentados. Una ocasión atendí a un hombre que fue aprehendido en un restaurante mientras co- mía con sus hijas durante el día del padre, en otras ocasiones me llegaban personas con las costillas rotas, moretones… al principio intentaba escuchar, ser atento, además de hacer bien mi trabajo intentaba hacer sentir al otro que su rela- to me importaba no sólo para hacer mi trabajo pero aunque uno quiera no puede. Con el paso del tiempo me fui endureciendo, me volví más frío, más efectivo, eventualmente uno se cansa de ver, escuchar, oler y sentir tanta violencia y miseria, y la carga de trabajo es una excusa perfecta para no “perder” tiempo en detenerse a mirar en los ojos de quien se pone frente a uno. Hablando de política, otro aspecto que me gusta de la serie es el personaje de Claire, porque a pesar de no ser el personaje central, sin duda es crucial. Rompe con ese dicho que dice que detrás de un hombre hay una gran mujer, en este caso esa mujer está al lado. Me parece que es una ana- logía de Hillary Clinton por lo que representa y porque no se conforma con sólo ser la esposa de un político. ¿Será que Claire se postulará para la presidencia? Por último, pero no porque sea la razón menos impor- tante, deberías ver la serie porque las actuaciones de Kevin Spacey (Frank Underwood) y de Robin Wright (Claire) son excelentes hasta el punto que uno pensaría que se trata de un congresista y su esposa en la vida real. Por ello han ganado varios premios como los Golden Globes, Screen Actors Guild Awards, Critics Choice Television Awards, Emmy Awards entre otros. Por: Laura Díaz Mangas Estudiante de Relacionas Internacionales Foto: Internet

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