Contratiempo
18 Ella, él, ello Por: Violeta Carrasco Jiménez Estudiante de Comunicación L ourdes Méndez y sus impactantes palabras “su cuerpo encierra una verdad trascendente de la que no se pue- de escapar… a menos que la Ciencia le ayude”. Nuestra biología nos ha condicionado y esclavizado a las expectativas sociales sobre nuestro rol social encubado por la cultura bajo el pretexto de que nuestro género nos define. Mujer es sinónimo de madre y hombre lo es de proveedor, nos dicen, nos explican cómo la sabiduría de la naturaleza ha hecho a nuestros cerebros diferentes, a nuestra fisonomía para que cada uno cumpla con la actividad que le corresponde y bajo ningún motivo vayan a imaginar cambiar de lugares, o combi- narlos, anularlos, reinventarlos, porque no pueden. Conoces a alguien y le llamas ella o él, o es mujer u hom- bre. No hay más, es imposible. La mente, el corazón, el sexo, las costumbres, los gustos, los pasatiempos, están alineados en un ‘cosas de ella’, ‘cosas de él’ y así te dirigirás hacia tal persona, los temas a tratar se vuelven muy sencillos, hablas de ‘cosas que le interesan a ellas’, o ‘cosas que le interesan a ellos’; el mundo se divide en dos con un mínimo espacio de neutralidad. Las razones son entendibles, todo lo habido sobre el pla- neta debe contar con una etiqueta y definición de diccionario, para jerarquizar y acomodar en el lugar correspondiente de esta maquinaria del sistema social donde hay un espacio para cada uno, nada sobra y nada falta, somos todos engranes haciendo al mundo girar. Entonces llega alguien andróginx, no es él o ella, es ello. Conoce, acepta y abraza su dualidad desde su espiritualidad o actitud de resistencia o protesta, o sencillamente porque se levantó un día y dijo ¿por qué no?, y estx será excluido por la sociedad ignorante: la bisexualidad no existe, o eres uno u otro, defínete, opérate, asiste a terapia, pero deja de incomodarnos a todos los demás. La cuestión de género es un asunto de comodidad y de pe- reza, pues para qué cuestionarse y redefinirse desde uno mismo lo que hemos de ser, cuando se regalan trajes de persona con manual de uso y advertencias, código de barras y un gran slo- gan: “Lo único que ha hecho la cultura es doblegarse ante las Leyes de la Naturaleza y acatar sus mandatos” ¡Bah!, otra ex- cusa mal fundamentada para justificar nuestro sometimiento. Y si no te convence el traje de persona con el que viniste al mundo, la misma compañía te ofrece opciones cosméticas, quirúrgicas, psicológicas, medicinales, estéticas, alimenticias; y todo ello está bien mientras lo pagues. En resumen: sí tienes un cuerpo generalmente con uno u otro sexo y puedes ser clasificado como hembra o macho; no tienes que ser víctima de la ideología sexual dominante y las tradiciones patriarcales o matriarcales. Finalmente, tú te haces y deshaces a ti mismo, si quieres defínete y si no, recuerda “de- finirse es limitarse”. Opinión
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