Contratiempo

12 Un contador en Servicio Social… de inserción Por: Edna Yasel Vázquez González Egresada de la licenciatura en Contaduría y Estrategias Financieras E mpezaré haciendo una afirmación con la que quizás muchos discreparán y algunos otros estarán de acuer- do “El servicio social de inserción no es para todos, sin embargo, todos deberían intentarlo”. Más adelante de- fenderé mi afirmación, por ahora sólo quiero hablar de mi experiencia en el surrealista estado de Chiapas… Mi nombre es Edna, estudié Contaduría y Estrategias Fi- nancieras y quizás soy la única contadora que ha estado en un servicio social de inserción en los últimos 6 años. Trabajé durante cinco meses en una organización de mujeres artesa- nas, Red de Intercambio Comercial de Abya Ayala (RICAA) o mejor conocida como Mujeres de Maíz. RICAA es una orga- nización que se dedica a producir y comercializar artesanías con la herencia histórica de cada región (lana, telar de cintu- ra, bordados a mano, manta, etc). Vivía en San Cristóbal de la Casas y cada día de la sema- na iba a una comunidad diferente –la más cercana quedaba a 30 o 40 minutos y la más lejana quizás a una hora y media– pero… ¿qué era lo que realmente me motivaba a estar ahí? La lógica social indica que alguien que pertenece a un campo profesional económico/administrativo debería estar en la gestión pública o en algún proyecto del sector privado. Por suerte no comparto esa lógica social y soy de las perso- nas que cree firmemente que un alumno de una universidad Jesuita lo primero que debe tener es compromiso social con su país y con la que gente que menos tiene, es decir, incidir en la realidad desde mi profesión y ser consciente que todos crecemos y somos con los demás, reconociendo al otro como sujeto con los mismos sentimientos, sueños y expectativas que cualquiera de nosotros. Un contador en comunidades indígenas tiene que enten- der que su labor va más allá de lo que dicta la inercia –decla- raciones de impuestos, auditorias, etc–, un contador en co- munidades indígenas tiene una labor un poco más compleja: dejar por un momento la realidad en la que vive y adentrarse en una realidad que, aunque es conocida por la gran mayoría resulta de la misma forma evadida y es ahí donde se pone a prueba la voluntad, el compromiso y el amor por los demás. Pero entonces, ¿Qué carajos hacía ahí? Compartía lo que sabía sobre los diversos temas que se volvían necesarios para esa realidad. Temas como español, matemáticas, computa- ción, finanzas del hogar y presupuestos para la elaboración de sus artesanías. Es aquí donde la experiencia se volvía más humana, más sensible y más consciente de los problemas que preferimos no ver cambiando de canal, estación o sim- plemente mirando hacia otro lado. Problemas que todos sa- bemos que existen pero que nuestra burbuja de humanismo superficial y efímero nos obliga a hablar de ello pero sin ac- tuar… sí, me refiero a la pobreza, la desigualdad económica y social, los desplazados que ya no son de una comunidad, pero sí de los que viven a la orilla de la carretera con una casa improvisada con tablas de madera huyendo para no morir, los presos políticos y las masacres. Todos hablan de la pobreza. Yo la vi, la escuché, la sentí con la impotencia de sentirme la única contra todo un mun- do que los devora día con día sin importar la edad, el género, la lengua o la etnia. Las comunidades son preciosas, la gente es cálida, el paisaje es alucinante… Chiapas es la mezcla per- fecta entre luminiscencia y olvido. Las carreteras, las perso- nas, las tradiciones y la lengua transmiten luz y esperanza pero las condiciones de esa parte de Chiapas que conocí dan la sensación de olvido. Quisiera escribir mi experiencia entera, sin embargo, cinco meses después de haber regresado aún no sé cómo re- sumirla o por dónde comenzar; lo que sí es un hecho es que la experiencia del servicio social de inserción es diferente para cada persona y deja una marca entrañable y difícil de borrar. Mi experiencia fue fantástica y me encantaría que mu- chos la tuvieran. El servicio social de inserción es para quie- nes están realmente comprometidos con la causa, sin embar- go, la causa es tan noble y buena que termina enamorando hasta a un corazón roto. Me siento muy orgullosa y muy triste a la vez de ser la única de mi departamento y de mi carrera en vivir esta expe- riencia que me ha dejado con más preguntas que respuestas, sin duda alguna es algo que volveré a hacer porque esto ape- nas empieza. Y miren lo que son las cosas, para que nos vieran nos tapamos el rostro; para que nos nombraran nos negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro ; y para vivir…morimos. -Subcomandante Insurgente Marcos En la Ibero

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