Contratiempo
La acción sin reflexión puede ser mal dirigida. En el peor de los casos, la reflexión sin acción es una revo- lución de café. ─Phillip Berryman. Prueba de estas expresiones es que dentro del espacio uno puede encontrar numerosas fotografías de J’tatik Samuel, deMa. de la Luz e inclusive un altar en el que se expone una figurilla de una virgen, la cual me han contado, decía Doña Lucha, es consi- derada milagrosa y le pertenecía en vida. En lo que corresponde a las prácticas de quienes laboran en Yach’il y en EQUITACH, me parece que no se manifiestan hábi- tos y costumbres religiosas que sean constantes y fervientemen- te llevadas a hechos. En todo caso, aprecio que quienes podrían considerarse un poco más fieles serían las madres de los niños que asisten a la equinoterapia, quienes a su vez pertenecen, al- gunos, a comunidades rurales, y otros, se alcanzan a insertar en lugares más cercanos a la ciudad, pero aún pueden considerarse de bajo ingreso económico (considerando que la religión desde hace ya un tiempo se ha virado hacia la asistencia de los más vulnerables, esto me resulta sino lógico, comprensible, pues ahí es donde estas poblaciones pueden sentir que encuentran cierto refugio, y el cual, ami parecer, no siempre es manejado de forma adecuada). Por la otra parte, puedo decir que la propuesta del hogar comunitario ante los conflictos políticos-sociales y culturales no busca apoyo ni sostén de la relación/influencia que la Iglesia ha mantenido en estos espacios, pero sí apuestan por la fe ─como indiqué al inicio─, tal vez un tantomás alejada de la teología cris- tiana tradicional: no la posicionada en el Dios/Cristo como tal sino una fe que descansa en el poder de la mujer (puesto así, de forma muy concreta, por la población en la que buscan incidir directamente), no obstante, procuran por igual extender sus es- peranzas hacia las redes humanas de apoyo ─en general─ para buscar, de forma similar a los planteamientos centrales del femi- nismo, relaciones armoniosas entre todos los vivos. En diversos momentos he podido conversar frente a frente con Sandra Lorea, directora de Yach’il Antzetic y encuentro re- frescante leer en el texto de Rees (2011) lo siguiente que, en mi opinión, suena igual a la visión que Sandra predica y posee sobre el proyecto: “Pienso que, en el trabajo con mujeres, es fundamental que haya espacios donde ellas puedan darse cuenta de que “su” problema tiene que ver con los problemas de “las mujeres”, que no es casual y que tal vez juntas podemos resolver y entenderme- jor lo que nos pasa.” (Ibídem, p. 122). Ésta sería, tal vez dibujada con palabras distintas, pero con- servando la intención, la apuesta real de Yach’il Antzetic. Se trata, pues, de luchar porque cada persona decida y tome responsabi- lidad de sí, en libertad y respetando a los otros. Lo explica Rees (2011) como “la capacidad de devolver a las personas su poder de decidir en conciencia”, pues lograrlo encamina a un crecimiento interior y a un desarrollo que beneficia al mismo tiempo en lo común, a los demás. Aquí donde convergen mis vivencias y los textos que expo- nen el feminismo, encuentro interesante lo siguiente: “Para estas mujeres son primordiales las relaciones personales con otras en las que pueden compartir tanto las penas y los sufrimientos como sus sueños, […] donde cada una siente el apoyo de las otras, don- de experimentan un espacio de libertad y de sanación.” (Rees, 2011, p. 122). En el contexto de su artículo, basado en los resultados de sus estudios con mujeres ecofeministas, Rees describía lo ante- rior para explicar la importancia de compartirse con el otro. Yo, desde mi quehacer como psicóloga, me detengo a pensar en el mecanismo que actúa allí y que les permite sentirse en ese espa- cio de libertad; asociándole con la influencia de la Iglesia, quien se mueve en un contexto que, aun cuando no sea de practicantes ortodoxos, conoce y es tocado por las formas religiosas inevita- blemente las introyecta, enmayor o menor medida. De ahí que se me ocurra pensar en lo siguiente: ¿acaso no proceden, en el fondo, con lamisma utilidad tanto la dinámica de confesióndentro de la religión como el diálogo entre semejantes? En ambas resulta una experiencia de sanación (aunque en una exista una penitencia como tal establecida dentro del dogma). Lo resalto así, de nuevo, como interesante debido a la re- lación entre las posturas que en algunos puntos se manifiestan opuestas; noto entonces que lo que podría estar sucediendo allí es una re-colocacióndel locus de la espiritualidad, quiero decir, la forma en que se interpreta esa fe y que en la práctica, genera una lectura simbólica distinta de lo acostumbrado. Por otra parte, me he quedado pensando sobre la postura feminista que considero se concreta en el ideal de abrirse paso hacia unmundo armonioso, de relaciones igualitarias, donde con las diferencias y particularidades de cada ser vivo, se establece una dinámica de respeto y aceptación, de libertad. Si bien con- cuerdo con la dirección hacia dónde apuntan sus seguidores, las teólogas ecofeministas, difiero de la idea severa de que el patriar- calismo ha ejercido fuerzas opresoras que en un mismo sentido se bifurcan en contra de: 1) las mujeres, 2) la naturaleza. No puedo negar que sí nosmovilizamos todos ─aún, pero en menor medida─ en una sociedad androcéntrica y antropocéntri- ca, no obstante, ¿qué no las mujeres llegamos a contribuir por igual en la perpetuación de dicho patriarcado? Por ello me cuestiono también, en las entrevistas de Rees que fueron dirigidas sólo amujeres sumergidas en el ecofeminis- mo, ¿les resulta sanador charlar con otras mujeres por empatía de ideales, por la disposición y la apertura a la escucha o será que también exista un peso muy grande en el hecho de que quien es- cucha es por igual mujer? Así, ¿le da poder a lamujer por sermu- jer solamente, sin considerar el contenido de lo que comparte? En lo anterior no ahondaré, pero son preguntas que me sur- gieron durante la lectura de este texto. Sin duda, me resultamuy interesante la postura ecofeminis- ta, inclusive hasta poética, donde la mujer es tierra fértil, se le busca reconciliar consigo misma y a partir de la metáfora de la vida, de todo lo que existe en el mundo como parte de ese cosmos que describen. Intentando no perder la crítica anterior sobre cómo las mu- jeres también participamos de modelos machistas, me detengo a pensar en la palabra feminismo. Por supuesto que su origen se retoma de los esfuerzos conjuntos de las mujeres en su hervor por encontrar justicia, por hacerla, me parece que nada en la his- toria podría quitarles el mérito. A pesar de ello, se me ocurre que es hora ya de realmente resituarnos en la palabra; si el feminismo busca equidad, en derechos y oportunidades y el ecofeminismo un equilibrio armonioso entre todos los seres vivos, ¿podríamos comenzar a hablar de otras etiquetas?Me parece que restringir la lucha a una palabra representativa del género femenino también resulta excluyente para los hombres. Seguro, las mujeres han sido objetivo constante, han sido oprimidas y la violencia que se ha sufrido es innegable, no obs- tante, el patriarcalismo también es una forma de violencia hacia el hombre, más aceptada por la fuerte imposición de la norma, pero esto no le justifica. Es más fácil ver en la actualidad los efec- tos de esto, es más usual visibilizar a los hombres que sufren de violencia, en un nivel distinto al de las mujeres, mas la situación no se vuelve menos injusta por ello. ¿Quién habla por ellos? Ahora existen los movimientos de nuevas masculinidades ─aunque esto es también entrar enmateriamás propia y profun- da del género, lo que se aleja un poco de la discusión presente─, de verdad pienso que lo patriarcal también ha oprimido al hom- bre, lo ha sesgado en su sensibilidad, en su forma de expresión, en su derecho a existir plenamente. Me gustaría muchísimo conocer un poco sobre cómo el eco- feminismo ha tocado a los hombres, ¿de qué manera incluye su visión? ¿Qué dicen los hombres “ecofeministas” respecto a las problemáticas actuales que le interesan al enfoque? Me parece que si éste predica una resistencia y una lucha de igualdad, se deben dar iguales esfuerzos desde ambas partes. Un punto in- termedio, de balance y libertad requiere que la lucha sea vuelva consciente para las múltiples fuerzas. A pesar de esto, sí creo que mientras despertamos todos, la resistencia, la oposición puede ser la vía, pero no es la única a seguir. Pienso que hay que dar pasos más allá y no quedarse estancados. Asimismo, quiero creer en que el ecofeminismo es bastante joven. Al leer la propuesta de la postura ecofeminista pensé que no era en realidad tan novedosa si se podía rastrear su discurso a épocas antiquísimas que sostenían la misma visión holística de la vida. Mas luego consideré que en realidad sí puede resultar nueva, puesto que el contexto muta y se modifica; no existían las mismas problemáticas u obstáculos así como recursos y herra- mientas en la antigüedad en comparación a las que ahora posee- mos y eso le exige un nuevo proceder a la lucha, nuevos métodos y formas de acercarse a los fenómenos que estudia. Me gustaría ver qué sucede con ella en un futuro y de ser posible, participar cercanamente. En otro orden y enfocándome nuevamente enmi experiencia personal, me parece que aunque sí la Iglesia conti- núa siendo una figura de autoridad importante, esto depende también de la historia local. En Chiapas, por ejemplo, Samuel Ruiz logró posicionar al catolicismo en un sitio neutral, pero fa- vorecido a la vez por la vista popular. Y como efecto dominó, esto le contrajo conflictos por los descontentos de los poderosos no beneficiados (como sucedió con monseñor Romero, que al final de su vida acusó a las fuerzas militares de su nación de estar en contra de la propia voluntad de Dios; matarse entre hermanos fue uno de los pecados que denunció con tristeza). El instinto de supervivencia está en todos y se distorsiona cuando está en juego el estatus, el poder; la Iglesia como institu- ción ha tenido así fallas por intentar mantenerse en alto y bene- ficiar a otros que no sólo iban contra lamisión de su religión sino en contra de la propia humanidad ─en contra del plan de Dios─. Recientemente, en una nota de La Jornada de Oriente se recuperó el Informe 2015 del Observatorio de Salarios de la Uni- versidad Iberoamericana Puebla el cual apunta que 89 millones de mexicanos/as subsisten en pobreza monetaria. “Si la iglesia jerárquica católica no hace o dice nada están pecando no sólo de omisión sino de una complicidad mortal en la realidad salarial mexicana” (Ortiz, 2015), acusó el autor y afirmó que México vive un pecado estructural que no le compete sólo al Estado y sus re- cursos sino a la fe de los religiosos (y diría yo, a todos los seres vivos, por mero sentido humano, de trascendencia comunitaria). Con todo, me parece que en la gente se ha dado una sepa- ración más o menos consciente entre el poderío de la Iglesia como institución y las prácticas religiosas (y otros separarán la fe). Quiero decir con esto que efectivamente las personas podrán rezar y congregarse, en ocasiones acudirán a las fiestas y otros momentos de rito, mas su participación activa no les genera pre- cisamente un sentido de obligación o correspondencia para con la institución. En mi opinión esto se explica un poco con lo que Berryman (2003) describe: “más que cualquier otro forastero, el personal eclesiástico—hermanas, sacerdotes, pastores—están en posibili- dad de cruzar las fronteras de cultura y de clase” (p. 51) y sin em- bargo, si la comunidad les acoge a ellos puede deberse más por la calidad de la relación humana que se desarrolla en la estancia que por lo que les simboliza la instituciónmayor. La teología no desaprovecha estas oportunidades, como dictaría la Teología de la Liberación, de insertarse para com- prender el contexto, aprender de la gente y regresar el conoci- miento en una relación de aprendizaje solidario. De manera que los teólogos de la liberación se constituyen como “intelectuales orgánicos”, diría Berryman (2003, p. 50), puesto que no dejan de asociarse al trabajo intelectual a la par de que no descuidan el contexto y aún más le dan lectura a los sectores populares de lucha; en Chiapas existe la escuelita de pastoral en Yabteclum, por ejemplo, donde se realizan reunionesmensuales en el templo del pueblo para alfabetizar, revalorar la cultura y costumbres, re- cordar las tradiciones ymantenerlas vivas mientras que analizan por igual el contexto actual del país. Para ir terminando, respecto ami praxis, me parece que sigo en búsqueda de una espiritualidad más concreta, aunque cada vezmás pienso que tal vez no llegaré a encontrarla como tal, con- creta. Creo también que cada quien pose su memoria histórico religiosa a como apunta Lima (2010, p. 94) refiriéndose a las cul- turas africanas cercanas a la tierra y a lo holístico de la creación. Enmi historia personal,me hemantenido cercana al catolicismo, 12 13 Académicos Académicos Por: Marisela Reyes Vivero Estudiante de Psicologia p Trascender en armonía: Expresiones de fe en mujeres
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