Contratiempo

8 9 Académicos Académicos Violencia intrafamiliar Por: Jimena Mijares Fajardo Estudiante de Psicología L a familia es el primer grupo al que pertenecemos y es deter- minante en la formación de la personalidad y en las relaciones de una persona. Es en la familia donde un in- dividuo aprende a relacionarse con los demás. Desde hace algunas décadas se co- menzó a tener noción de que en la fami- lia, la prevalencia de violencia es muy grande. Anteriormente se pensaba que lo que acontecía en ella era solamente de incumbencia para sus miembros, pero hoy en día, se ha visto que la vio- lencia intrafamiliar llega a ser un pro- blema de salud pública, ya que es muy común y es sumamente dañina para la persona, afectándola tanto física como social y psicológicamente. Esta es mul- ticausal y se puede presentar en cual- quier miembro. La violencia intrafamiliar es preveni- ble, por lo que el papel de especialistas como psicólogos, médicos, sociólogos, antropólogos, abogados, entre otros, es formar una noción de unión, un “noso- tros”, donde todos los miembros de la familia se preocupen por el bienestar de cada uno y no por intereses indivi- duales que la corrompan. En México, el Artículo 3 de la Ley de Asistencia y Prevención de la Violen- cia Familiar para el Distrito Federal, la define así: “Violencia: es aquel acto de poder u omisión intencional, recurren- te o cíclico dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, psi- coemocional o socialmente a cualquier miembro de la familia, dentro o fuera del domicilio familiar, que tenga paren- tesco o haya tenido por afinidad, civil: matrimonio, concubinato o mantenga una relación de hecho y que tiene por efecto causar daño”. A esta definición se adjuntan mitos, creencias y estereo- tipos arraigados en la sociedad. La violencia y el maltrato dentro del ámbito familiar han estado presentes a través de la historia de la humanidad, sin embargo fue hasta comienzos de los años 60 cuando se le consideró como un grave problema social. En los años 70, el movimiento feminista atrajo la atención de la sociedad sobre las for- mas y las consecuencias de la violencia contra las mujeres. Los medios de co- municación tenían ya poder de pene- tración, lo que contribuyó a generar un incremento de la conciencia pública. Hoy en día, siete de cada diez familias presentan algún tipo de violencia (INE- GI, 2011). En los últimos veinte años, diversas teorías han intentado explicar las cau- sas de violencia intrafamiliar. Unas de ellas creen que se debe a enfermedades mentales, pero se ha visto que aunque algunos agresores padecen trastor- nos psicopatológicos, la mayoría no; también se ha visto que la proporción de enfermos mentales en los casos de violencia intrafamiliar no es mayor que entre la población en general. Otras teorías atribuyen la causa al factor del alcoholismo y el abuso de sustancias tóxicas. Se ha visto que estas sustancias, facilitan que la violencia su- ceda, pero no son la causa. Fenómeno complejo permeado por estereotipos culturales Para explicar la violencia intrafami- liar, otra teoría se refiere a la forma en que se nos educa a las mujeres y a los hombres. Esta educación crea lazos so- ciales fundamentales (objeto de estudio de la psicología social comunitaria). Ser mujer está ligado a casarse, tener hijos y ser ama de casa; creyendo que la única función, deber y obligación es servir y atender a los demás. Hoy las mujeres también trabajan, son jefas de casa o exitosas profesionistas, sin em- bargo se les sigue educando para que se comporten pasivamente y dependan emocionalmente del hombre, subordi- nándose a su voluntad y aceptando la violencia como la forma natural de la relación Hombre-Mujer. En contraparte, ser hombre significa ser “el que manda”, el que tiene la ma- yor autoridad en la casa, el que tiene la razón, el que decide sobre sí mismo y los demás, el proveedor. Al ser hombre se debe ser fuerte, rudo y arriesgado y estar siempre dispuesto a tener relacio- nes sexuales. Los hombres no lloran, por lo tanto no expresan sus sentimien- tos referentes al miedo y al dolor. Está permitido socialmente para ellos ex- presar la violencia como una práctica común. Podemos considerar a las anteriores explicaciones como respuestas par- ciales a qué origina la violencia. No se puede decir que alguno de los factores analizados esté desvinculado por com- pleto del fenómeno de la violencia en la familia, pero ninguno de ellos por sí mismo puede explicar la totalidad del fenómeno. Otra explicación de la violencia, como dice José Cueli en su libro de Psicoterapia social, es la marginación que ocasiona frustración y rabia. Los marginados llevan una vida de estrés, traumas y pérdidas por lo que no puede desarrollar su yo. Los traumas se mani- fiestan en actos violentos: abortos, vio- laciones, robos y asesinatos. Para que no se de la marginación y como consecuencia la violencia hay que seguir utopías (Almeida, 2012) y crear nuevas vías para un acceso común a un buen nivel de educación, ya que si nuestro nivel no es alto y tenemos mu- chos mitos y supersticiones, es factible que se de la violencia. Como dice Im- manuel Wallerstein (1999) en Impen- sar las ciencias sociales “todos somos esclavos de nuestra educación”. Por otro lado, existen varios mitos que vale la pena aclarar acerca de la violencia en casa. La víctima no origina la violencia; ni el agresor ni la víctima son enfermos mentales; sucede en to- das las clases socioeconómicas; no tie- ne que ver si los padres están casados o no; lo que sí, es que puede ser evitada. Hay siempre un rol de agresor y un rol de víctima en la circunstancia don- de se genera la violencia, ya sea físi- ca, emocional, económica o sexual. Según la Procuraduría General de Justicia el agresor fuera de la fami- lia, por lo general, tiene un carácter carismático y amable. El agresor puede ser una persona que contiene muchas emociones e inesperada- mente explota. Otro tipo de agresor es el que fue agredido en su familia de origen. Estudios recientes demuestran que estadísticamente es un fenóme- no común. La violencia doméstica está muy extendida, es un problema de salud pública con consecuencias gravísimas para el bienestar de la fa- milia y la sociedad (OMS, 2005). La violencia intrafamiliar causa daños físicos y psicológicos. Los da- ños físicos son provocados, según el Hospital Nacional de Pediatría, por la madre y por el padre por igual y las lesiones más comunes son golpes y quemaduras. Las consecuencias psicológicas se derivan de los golpes y agresiones que provienen de las personas con las que estamos invo- lucrados emocionalmente y de quie- nes esperamos protección, compren- sión y cariño. La violencia en casa no se justifi- ca bajo ninguna circunstancia por- que atenta contra la dignidad de la persona, sus derechos humanos, su integridad física y emocional. La violencia como medio para resolver conflictos es siempre destructiva e innecesaria, la agresión física son ac- tos intencionales para sujetar, inmo- vilizar y causar daño a la integridad física del otro. La violencia es un atentado a la vida comunitaria. El niño que pega en la escuela ha aprendido que con la violencia se resuelven los proble- mas. La manera en la que nos rela- cionamos fue aprendinda, en gran parte, en el seno familiar. La corrup- ción, la impunidad, la información manipulada y el crimen organizado son ejemplos de la violencia socio- estructural (Freyer, McCormack). Los estudios del tema en los últi- mos años han avanzado justamente, en el intento por colocar en el cen- tro de la conceptualización “ya no a los individuos que participan en la trama de la violencia, sino a la familia”(Fassler, 1999). Este cambio ha sido importante en tanto que “la fami- lia es una de las mediaciones más re- levantes entre la conducta individual y los fenómenos de carácter estructural” (INEGI ENDIREH, 2003) Los estudios hoy se centran en la observación a la familia, como el prin- cipal eje para comprender, tratar y pre- venir la violencia, lo cual ha permitido avanzar desde concebir a la violencia por ejemplo contra la mujer (violencia de género) como un problema de con- ducta individual del varón, a pensarla como resultado de un desequilibrio de poder entre individuos (Heise, 1994; Corsi, 1994; Giffin, 1994). La violencia es multicausal y evi- table, por tanto debe ser encarada en forma integral (Bustamante, M. 2002), entre expertos profesionales e institu- ciones. El papel del psicólogo, experto en gente, (Almeida, 2004), es funda- mental. La Psicología Comunitaria, produce el conocimiento en el área de los comportamientos interpersonales, y éste es el caso de la violencia intrafa- miliar. Por tanto, el psicólogo social, es indicado para el estudio de este gran fe- nómeno. “El psicologo comunitario es el agente externo que va a transformar la convivialidad a comunidad” (Trigo, P. 2011). Creo entonces, que el fenómeno de la violencia intrafamiliar se debe estu- diar desde diversos ángulos como son: el punto de vista individual, de las in- teracciones que se dan en la familia, la comunidad, la sociedad y la cultura. Estudiar los valores, la ética, las ma- nifestaciones del amor y del poder de cada comunidad, cultura y país, para poder dar solución mediante éstos, a los conflictos entre la pareja, la familia, la sociedad. Al estudiar los símbolos, el significado de éstos y la comunicación de la familia, se estará analizando en- tonces una muestra de lo que es la co- munidad. Es importante hacer notar, como dice Igor Caruso, que la familia es mar- cada por la estructura social, por eso es necesario poner atención al clima psicosocial que es capaz de producir una estructura social dada hasta en las instituciones primarias, sobre todo en el interior de la familia. Así, si en una cultura se da mucha vio- lencia familiar, ésta será el reflejo de factores estresantes que en lo macroso- cial se están dando. Si se logra que en una familia se ten- ga gente trabajadora, que no abuse, que se comunique, que no haya desigualdad de género ni malos tratos a los hijos, que cada miembro sea autoconscien- te, libre y autónomo (de acuerdo a su edad), como dice Heines Heler, enton- ces tendremos buenas comunidades. Es posible enseñar patrones de in- teracción y resolución de conflictos basados en el amor, respeto, cuidado y dignidad. Involucrando a todos los miembros de la familia, cada uno den- tro de su subsistema y dentro de sus derechos y obligaciones, definiendo y defendiendo la equidad de género. Así, si se logran estos objetivos, entonces se logrará la felicidad que como dice Ba- ruch Spinoza, es de suma importancia. Ver la realidad social en procesos de interacción permite estudiar la vio- lencia en la familia como un todo no fragmentado, para ayudar a que tanto hombres como mujeres salgan de este círculo vicioso de la violencia que se da entre género, para lograr una libertad individual dentro del marco del respeto mutuo. La violencia intrafamiliar se puede prevenir. El psicólogo comunitario tie- ne el trabajo de formar un “nosotros” en la familia, teniendo como principal objetivo el atender y curar las necesida- des de la familia, sin preocuparse por el estatus que esto le genere o por la cien- cia que produzca (Martín Baró). Para concluir, el ser humano apren- de cómo relacionarse con los demás al ver cómo funciona su familia y cuando hay violencia en casa se suele trasladar a otros ámbitos. La violencia intrafami- liar se vive en la mayoría de las fami- lias mexicanas y daña a la víctima tanto física como psicológicamente. No hay una causa exacta, sino que intervienen varios factores, sin embargo es posible evitarla. Al tener familias con menos violen- cia, se tendrán también comunidades con menos violencia y así, se alcanzará más la felicidad. Trabajo presentado para la materia Construcción de Identidades, impar- tida por la Mtra. Rosalba Zambrano Velázquez, en el periodo Otoño 2014. Material adaptado para su publica- ción en Contratiempo.

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