Contratiempo

Por: Aldo Castillo Estudiante de Comunicación Acción valiente que, atendiendo a las palabras del maestro Oscar Castro, nos convirtió en defensores de derechos humanos al ejercer un principio de pu- blicidad que se vuelve fundamental en cualquier lucha social. No obstante, en ocasiones parece que este elemento es periódico, efímero y tan azaroso como la misma simbiosis social. Hoy se trata de Guerrero, hace dos años se trató de una imposición presi- dencial (historia que parecía repetirse respecto a las seis años anteriores con sus características particulares) y hace 46, otra matanza que hace que se mire a México tan paradójico, tan lleno de pa- ralelismos inconcebibles por la lógica del progreso y el desarrollo, tan aberrante como su clase política sabe serlo, y tan cabizbaja e inútil para defender su auto- nomía ante el mundo. Pero la evidencia más preocupante de toda esta serie de ocasiones en las que nos han visto la cara, es nuestra incapaci- dad como sociedad civil para consolidar una fuerza de resistencia lo suficiente- mente capaz de modificar las estructu- ras informales del Estado, porque si de los que se hallan sentados en las sillas del poder no se mostrarán jamás esos esfuerzos, sólo nos queda a los estratos sociales que permanecemos sin asiento, la búsqueda de esa transformación. Las razones de que esto suceda van desde la apatía social hasta la diversifica- ción de la problemática social del país en pequeñas luchas. Pero habrá que volver a mencionar a la memoria como una razón relevante, y que podríamos considerarla unameta-razón de las razones que impo- sibilitan el camino hacia la conformación de una sociedad civil como contrapeso real. No obstante, así como la memoria se ha quedado corta para que la impo- tencia, el coraje y la rabia penetren en todos y cada uno de los que se dicen ser mexicanos, también, ha dado muestras importantes de permanencia en ciertos espacios, ciertos grupos, individuos y ca- sos. Porque así como hasta hoy sabemos de un par de docenas de fosas en el Es- tado de Guerrero con personas asesina- das que no tuvieron el privilegio (porque hasta parece privilegio) de saborear el hecho de ser recordados como víctimas de un crimen desgarrador; hay otros que de 2009, quizá 2010 o tal vez en 2011, vuelven aún a la memoria a través del recuerdo de colectivos y familiares que levantan la voz para hacerlos presentes. Y sí, me refiero a los miles de asesi- nados a causa de la guerra del narcotrá- fico que abrió el fuego incontrolable en el sexenio de Felipe Calderón; y sí, tam- bién hablo de las madres, hijas, primas, compañeros de trabajo, padres, herma- nos, amigas, amigos y sociedad civil en general que han demandado sin descan- sar una explicación. Una explicación que hoy se exige en las calles bajo la consigna “Vivos se los llevaron, vivos los quere- mos” y que sobrevive por la terquedad, la fuerza y el dolor en el reclamo, pero qué pasará con las generaciones que ya no sean madres, hijas, primas, compañeros de trabajo, padres, hermanos, amigas, amigos o sociedad civil en general que conocieron o se hayan enterado dentro una misma temporal compartida de los crímenes en nombre de una guerra que defendió más la muerte que la vida. El tiempo corre, y a la velocidad que lleva no espera a la memoria. Pareciera que los seres humanos no estamos diseñados para tener una memoria a largo plazo cuando de abuso, crimen e injusticia se refiere; porque las víctimas, en voz de sus familiares y ami- gos, tienen que salir a fuerza a la calle para recordarnos los múltiples aconteci- mientos que han demostrado el Estado cobarde e inútil que nos gobierna. La pregunta es: ¿Necesariamente tiene que ser así? Y la respuesta es sí. Sí porque la práctica nos lo ha demostrado, sí porque vivimos en un mundo lleno de distractores que colocan los reflectores sobre aparadores con manzanas mordi- das y etiquetas que venden la explotación a miles de invidentes. ¡Cuánta ceguera! Pero la respuesta también es sí, por- que aquel que tiene la oportunidad de es- cuchar los testimonios de la gente que ha perdido a alguien valioso, jamás puede olvidarlo. Ellos siguen una agenda que no tiene otro objetivo más que echarle agua a la memoria colectiva para no per- mitirnos descuidar y/o desatender aque- llos motivos. Hace unos días sentí ese cubetazo de agua helada mientras hacía mi servicio en Ibero TV, durante las grabaciones de una temporada más de la serie Diálogos con la Realidad. Uno de los capítulos fue dedicado a tres familiares de los desapa- recidos por la guerra contra el narcotrá- fico. No tengo palabras para expresar lo que en ese momento sentí. Ni siquiera las lágrimas eran suficientes. Por esto, a pesar de que en varios momentos de es- tas líneas he sugerido que seguir el rastro de la memoria es difícil, por no decir im- posible; los espacios de encuentro direc- to son sumamente importantes. De allí que Ibero TV sea un ambiente idóneo en la tarea de rememorar; razón por la cual invité a los estudiantes a que, si tienen la oportunidad de acercarse, lo hagan. Lo digo desde la urgencia de sen- sibilización y empatía que necesitamos hoy porque los motivos para olvidar son muchos, pero paradójicamente, las razo- nes para recordar son todavía más. Las interrogantes las mantengo, ¿Cómo puede perpetrarse la memoria para que perdure fuerte, viva y feroz, para que no sólo se quede como recuer- do vago, si no como vehículo de cambio? Quizá debamos aprender a no pensar fu- gazmente, a corto plazo. Pero, ¿Cómo pensar a largo plazo? Quizá lo primero que debamos hacer es aprender un principio fundamental de la filosofía de Ignacio de Loyola: Discer- nimiento. Retengamos aquello que se lo merece, porque la memoria puede ser moldeable en la medida en que recono- cemos que es necesario recordar para vi- vir, recordar para servir y recordar, sim- plemente, para ser humanos. 15 Opinión p ¿Hasta cuándo?

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